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Las alamedas transversales de Gabriel Boric

El joven dirigente progresista se dispone a asumir la presidencia de Chile con un gobierno de amplia base política y el compromiso de emprender las transformaciones sociales pospuestas durante décadas.

09/03/22. El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, celebrando su victoria en Santiago de Chile, a 19 de diciembre de 2021.
El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, celebrando su victoria en Santiago de Chile, a 19 de diciembre de 2021. Felipe Figueroa / SOPA Images via / DPA / Europa Press

Tal vez no sean tan grandes como hubiera deseado Salvador Allende, pero las alamedas ya se han abierto en Chile para recibir este viernes a Gabriel Boric y su sueño de construir una sociedad mejor. A sus 36 años, casi en el límite de edad que marca la Constitución chilena para estar al frente de la jefatura del Estado, el dirigente progresista asumirá la banda presidencial con el reto de reducir la tremenda brecha de desigualdad que impera en el país sudamericano desde que Pinochet acabara a sangre y fuego en 1973 con la vía chilena al socialismo.

Boric (Punta Arenas, 1986) hizo historia en las elecciones de diciembre al lograr el mayor número de votos en la historia de Chile. Al derrotar de forma abrumadora al ultraderechista José Antonio Kast en la segunda vuelta electoral (con un 56% de los votos), se convertía además en el presidente electo más joven del país sudamericano. Pero se trató, ante todo, de una victoria épica que frenó la llegada al Palacio de La Moneda de alguien como Kast, admirador confeso de Augusto Pinochet. Con Boric, Chile se incorpora a la marea progresista que se expande por América Latina y a la que muy pronto podrían sumarse, siguiendo la estela chilena, la Colombia de Gustavo Petro y el Brasil de Lula da Silva.

Boric hizo historia en las elecciones de diciembre al lograr el mayor número de votos en la historia de Chile

La izquierda que toma el poder en Chile este viernes es heredera emocional de aquella Unidad Popular de Allende, pero se encuentra atravesada por una transversalidad ideológica que parece imponerse en las nuevas tendencias progresistas en la región. Boric había adelantado durante la campaña electoral que se abriría a negociar su agenda transformadora con otras fuerzas políticas con el fin de que los cambios se asentaran sobre sólidos cimientos de consenso social. Su triunfo le debe mucho al apoyo recibido en la segunda vuelta por la antigua Concertación (el Partido Socialista y la Democracia Cristiana), la coalición de centroizquierda que se ha alternado en el poder con la derecha desde el retorno de la democracia en 1990. El Frente Amplio de Boric (el Podemos chileno) había sumado fuerzas previamente con el pujante Partido Comunista (PC) en la coalición Apruebo Dignidad.

El joven líder de izquierdas ya demostró ser un político pragmático y dialogante durante su etapa como diputado del Frente Amplio y ahora, como presidente, buscará consolidar y ampliar la base social que lo apoyó en diciembre (un arco ideológico que va del centro a la extrema izquierda). La composición de su gabinete, anunciada a finales de enero, es buena prueba de ello. Además de ser el primer gobierno en Chile con mayoría de mujeres (14 ministras y diez ministros), su armazón sintetiza la transversalidad con la que Boric pretende gobernar. Si el Frente Amplio (formado a su vez por tres partidos) y el PC ocupan los puestos clave del gabinete, el presidente electo también ha contado con otras fuerzas políticas y sectores de la sociedad civil.

Los jóvenes, en el núcleo duro

Es, en todo caso, un gobierno de la nueva política, con ministros y ministras jóvenes. En el núcleo duro del poder estarán las figuras más representativas de aquel 15M chileno que fue la protesta estudiantil de 2011. Junto a Boric, Camila Vallejo fue la revelación política de aquel movimiento. Perteneciente al Partido Comunista, Vallejo será la nueva ministra portavoz, un cargo crucial en la trepidante labor comunicativa que le espera al nuevo gobierno para trasladar su agenda de cambio a la sociedad. Giorgio Jackson, fiel colaborador de Boric, estará al frente de la Secretaría General de Presidencia, la sala de máquinas desde la que se aceita la agenda legislativa del gobierno. Izkia Siches, por su parte, asumirá la cartera de Interior, un puesto delicadísimo para un ejecutivo de izquierdas que llega al poder con varios frentes de seguridad abiertos (en el norte, la creciente presión migratoria, y en la región central, el conflicto enquistado entre el Estado y la nación mapuche). Siches fue la jefa de campaña electoral de Boric y será la primera mujer que dirija el Ministerio de Interior.

En ese gobierno transversal que ha ideado Boric, el PC gestionará también la relevante cartera de Trabajo y el Ministerio de Ciencias. El Partido Socialista estará representado con Maya Fernández, nieta de Allende, en el Ministerio de Defensa (todo un guiño de Boric a la historia reciente del país) y con Carlos Montes, en Vivienda. Además, otras formaciones menores de centroizquierda y varios independientes cercanos al socialismo tendrán responsabilidades ministeriales en un gobierno en el que el Frente Amplio gestionará Justicia, Energía, Cultura y Mujer y Equidad de Género. Fuera del gobierno queda por voluntad propia la Democracia Cristiana (aliada electoral de los socialistas), cuya fuerza parlamentaria, aunque débil, puede ejercer de bisagra necesaria para sacar adelante proyectos legislativos en el Congreso, donde Apruebo Dignidad solo cuenta con 37 de los 155 diputados.

Para no espantar al poder económico, siempre receloso de las medidas que pretenden mejorar las condiciones de vida de los de abajo, Boric ha nombrado como ministro de Hacienda a Mario Marcel, un economista del establishment, gobernador hasta enero del Banco Central de Chile. Marcel, de perfil concertacionista, tiene una dilatada trayectoria como economista en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Junto a la designación de los ministros socialistas, la elección de Marcel ha sido aplaudida por la derecha mediática chilena y criticada por algunos sectores de la izquierda.

Su desarrollo deberá avanzar en paralelo a los acuerdos que se alcancen en la Convención Constituyente

La agenda de gobierno de Boric para los próximos cuatro años es ambiciosa. Su desarrollo deberá avanzar en paralelo a los acuerdos que se alcancen en la Convención Constituyente, surgida en las urnas el año pasado a raíz del estallido social de finales de 2019. La nueva Carta Magna (que deberá aprobarse en referéndum) sustituirá al texto vigente, aprobado en 1980 bajo la dictadura pinochetista, una norma remendada varias veces, pero nunca derogada en su totalidad.

Chile solo está detrás de Costa Rica en el ranking de los países con mayor nivel de desigualdad de la OCDE. Boric pretende impulsar un “pacto fiscal” para comenzar a revertir esa situación mediante una progresiva (y lenta, ya lo ha advertido) redistribución de la riqueza. Curtido en las luchas estudiantiles de 2011, el presidente electo bebió ideológicamente en las aguas del socialismo libertario chileno y su ideario político tiene como bandera la equidad y la justicia social. Su programa de gobierno defiende el sistema público como eje vertebrador de la educación, la salud o las pensiones. Es decir, justo lo contrario del modelo neoliberal impuesto en Chile desde la dictadura (1973-1990) y que ha favorecido, con el concurso de las élites políticas y económicas, la privatización de todos esos derechos. Otro de los grandes desafíos de Boric será la reforma de los cuerpos de seguridad, en especial el de Carabineros, muy cuestionados por su violenta actuación contra los manifestantes del estallido social, reprimido con extrema dureza por el presidente saliente, el derechista Sebastián Piñera.

La llegada de Boric a la presidencia coincide con una coyuntura internacional complicada por la guerra en Ucrania, cuyas consecuencias económicas alcanzan todos los rincones del planeta. Pese a todo, su discurso de cambio ha generado grandes expectativas en un amplio sector de la ciudadanía. El grito de las protestas de 2019 todavía resuena en Chile. No son 30 pesos (la subida del transporte público decretada entonces por Piñera) lo que estrangula las vidas de los más desfavorecidos. Son los 30 años de gobiernos neoliberales que mantuvieron el ascensor social en el sótano de la historia. Las alamedas se ensanchan con gobiernos audaces, capaces de generar transformaciones sociales que mejoren la vida de los que menos tienen. Es la hora de Boric. La hora de Chile.

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