Si Alemania estornuda, la UE enferma: expectación máxima ante unas elecciones decisivas
El país más habitado de la Unión Europea se dirige a las urnas el 23 de febrero en medio de una alta volatilidad interna, comunitaria y global.

Bruselas-
Alemania camina hacia una de las elecciones más importantes de las últimas décadas. Tanto por la volátil situación interna en la desacelerada locomotora de UE como por los tiempos convulsos que atraviesa el orden global. La campaña de los comicios que se celebran el 23 de febrero da esquinazo a los temas climáticos, claves en 2021, y centra buena parte de su energía en la dureza con la inmigración. Bruselas sigue los acontecimientos en su pulmón económico muy de cerca, ya que si Berlín estornuda, el resto de Europa se resfría.
El pulmón económico de la UE, que en los últimos años se mantiene en respiración asistida, celebra elecciones anticipadas después de que la coalición semáforo -formada por socialdemócratas, verdes y liberales- saltase en noviembre por los aires. Todos los pronósticos sitúan a los conservadores de la CDU, capitaneados por Friedrich Merz, como la fuerza victoriosa con el 30% de los votos. Si los sondeos aciertan, la otra campanada llegará de mano de la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD), que se sitúa en segunda posición, duplicando los escaños actuales, por delante de los malheridos socialdemócratas de Olaf Scholz.
En este escenario, los democristianos están llamados a comenzar el diálogo con otros partidos para formar un Gobierno de coalición. Los de Merz han negado en numerosas ocasiones que vayan a volar el histórico cordón democrático aplicado a la ultraderecha. Pero los acontecimientos de los últimos días han generado inquietudes. La CDU se apoyó recientemente en los votos de la ultra Alice Weidel, líder de AfD, para sacar adelante una medida anti-inmigración. Y este hecho sin precedentes en la democracia germana hizo saltar las alarmas en el Bundestag.
La creciente normalización de la extrema derecha va más allá de las fronteras alemanas. El año pasado, Identidad y Democracia (ID), el partido capitaneado por Marine Le Pen en la Eurocámara, expulsó a AfD de sus filas por considerarlo demasiado radical. Pero tras ganar músculo y seducir a Elon Musk, mano derecha de Donald Trump, está ganando adeptos entre los ultras europeos. Esta misma semana, el primer ministro Viktor Orbán recibió a Weidel en Budapest para mostrarle su apoyo en su interés compartido de “ocupar Bruselas”. Aunque todavía evita abrirle la puerta a su grupo en el Parlamento Europeo, Patriotas de Europea (PfE).
Berlín acude a las urnas tras años de convulsión interna en los que la sociedad ha responsabilizado al canciller Scholz, con mínimos históricos de popularidad, por la gestión. La guerra en Ucrania ha puesto fin a la energía barata procedente de Rusia. El país encadena años de una fuerte desaceleración económica. Y las tensiones globales y el creciente proteccionismo de EEUU y China están impactando con fuerza en su tejido industrial, especialmente en el sector automovilístico.
En este escenario, la extrema derecha ha subido como la espuma responsabilizando a las fuerzas del establishment por su gestión en la crisis energética y en el cierre de centrales nucleares. AfD defiende, además, resetear las negociaciones con Rusia y volver a cooperar con Vladimir Putin en materia energética. La otra pata central de su discurso es su lucha contra la inmigración. Weidel defiende una “remigración” basada en deportaciones masivas y cierre de fronteras. Los atentados recientes en Solingen o Múnich han sido la mecha que ha prendido la llama para incendiar el discurso contra refugiados y solicitantes de asilo.
El regreso de los democristianos y la marcha de Scholz dejaría a Pedro Sánchez como único bastión socialista fuerte en la Unión Europea. La socialdemocracia europea atraviesa un momento complicado y de debilidad. Las instituciones europeas son en la actualidad las más derechizadas de la historia. Y en las capitales, apenas España, Malta y Dinamarca resisten el envite.
En la UE, Scholz deja un legado amargo. Ha tomado muchas decisiones que no se han entendido en los pasillos de Bruselas. Como su titubeo al envío de armas a Ucrania o su rechazo a los aranceles impuestos a los coches eléctricos procedentes de China. El cambio de guardia en el gigante económico de la UE llega, además, en un tiempo extremadamente complejo dentro y fuera de los confines europeos.
Los 27 arrancarán en breve las angostas negociaciones sobre el futuro Marco Financiero Plurianual (MFP), que deberá estar en vigor en 2028. La UE intentará de nuevo cerrar la cuadratura del círculo con una enorme inversión en seguridad y defensa en tiempos en los que se anticipa una desaceleración económica. Bruselas cabalgará además por arenas movedizas marcadas por los desaires de un imprevisible Donald Trump que en su primer mes ha sacado el arma y no ha dudado en disparar contra Europa aplicándole dolorosos aranceles y apartándola de la mesa de negociación para lograr la paz en Ucrania.
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