Este artículo se publicó hace 3 años.
Los desafíos que aguardan al nuevo Gobierno talibán
Ante el esperado Gobierno talibán, que se está cocinando en Kabul, figuran desafíos enormes, tanto en lo tocante a la política interior como exterior. La seguridad es el más urgente de los retos y el que más preocupa dentro y fuera del país, pero los tali
Eugenio García Gascón
Segovia-Actualizado a
Con el despegue de los últimos aviones americanos que salieron de Kabul el 31 de agosto, Afganistán entró en un periodo de transición que se completará con el inminente anuncio de la formación del nuevo Gobierno, que se espera se produzca en los próximos días, y que podría tener matices que a la postre resultarían decisivos para el futuro del país.
La agenda que espera al nuevo Gobierno es compleja. Los talibanes no tienen por delante un camino de rosas y deberán usar a menudo la mano izquierda para dirigir el país. Los nuevos talibanes son un poco más flexibles que los antiguos, y una buena parte del futuro de Afganistán dependerá del equilibrio que alcancen con EEUU y las potencias aliadas.
A continuación destacamos los principales frentes a los que los talibanes tendrán que atender, teniendo presente que una cosa es combatir a los invasores, que es lo que han estado haciendo hasta ahora, y otro bien distinta gestionar la vida cotidiana de 38 millones de habitantes que tienen unos intereses muy distintos.
Seguridad y terrorismo
El mayor interés occidental es que Afganistán no se convierta en un paraíso para organizaciones terroristas. En la primera etapa de Gobierno talibán (1996-2001), el mulá Mohammad Omar se negó a entregar a EEUU al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. Es muy difícil que la historia se repita ahora, puesto que los talibanes han comprendido que ni Al Qaeda ni el Estado Islámico son buenos socios y por lo tanto van a esforzarse por mantenerlos a distancia, algo que ya están haciendo.
La seguridad es una categoría vital para todos, un terreno común en muchos aspectos que puede permitir un entendimiento que no existió en el pasado pero que hoy es acuciante puesto que talibanes y occidentales se juegan la estabilidad nacional, regional y mundial. La operación Libertad Duradera que lanzó el presidente George Bush en 2001, fracasó traumáticamente. La realidad es ahora bien distinta y exige otros comportamientos.
Relaciones internacionales
El movimiento talibán se distingue de una manera bastante visible de su predecesor de hace dos décadas. Distintos dirigentes talibanes han expresado su intención de mantener relaciones cordiales con las potencias extranjeras. Si en el anterior periodo los talibanes solo fueron reconocidos por tres países de la región, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Paquistán, en la actualidad esta cuestión podría ser bastante distinta.
Varios países occidentales como EEUU o el Reino Unido han dado a entender que están dispuestos a mantener unas relaciones más o menos definidas con los talibanes. A las potencias occidentales les interesan unos contactos fluidos con ellos, especialmente porque estos talibanes pueden convertirse en garantes de su seguridad, a diferencia de lo que sucedió hace dos décadas.
La penosa situación económica y humanitaria es una baza que sin duda van a utilizar los occidentales. Es natural que unos y otros negocien defendiendo sus intereses y que Occidente condicione su ayuda económica y humanitaria a obtener seguridad frente a las organizaciones terroristas, y esto es algo posible y aconsejable.
Derechos humanos
Este es un terreno minado donde las posiciones están enfrentadas, pero es obvio que la mejor manera de afrontar la cuestión es mediante el diálogo y la negociación. De hecho, los talibanes han indicado que su comportamiento con respecto a las mujeres dejará de ser tan extremista como en el pasado. En ningún caso Occidente va a conseguir un tratamiento liberal de la cuestión femenina, pero mediante la presión podrá lograr mejoras respecto a hace veinte años.
Distinta población
En ese sentido hay que consignar que la población no es la misma que hace veinte años, especialmente la población urbana. En las ciudades se han roto algunos tabúes. Naturalmente, los talibanes querrán retrasar el reloj pero algunos aspectos, como la incorporación a la vida cotidiana de las nuevas tecnologías por parte de un sector urbano, apuntan a que la sociedad no será tan compacta y regresiva como en el pasado, y los talibanes son conscientes de ello.
Por otra parte no debe olvidarse que el sistema más o menos liberal que Occidente ha aplicado a Afganistán, con cientos de miles de millones de inversión, ha colapsado. Lo ideal sería que la gobernanza incluyera a las minorías étnicas y religiosas, y que reflejará también la variedad económica, es decir que respetara la diversidad, algo que ni los nacionalismos ni los religionismos suelen respetar, como como ocurrió durante la primera experiencia talibán.
Al mismo tiempo, los talibanes tendrán que persuadir a Occidente de sus intenciones. Aunque pueden recurrir a otras potencias como China y Rusia, necesitan el reconocimiento occidental, es decir el reconocimiento de las potencias contra las que han estado luchando hasta ahora, de manera que de algún modo se establecerá un sistema de equilibrios que debería repercutir en beneficio de las dos partes.
Resistencia armada
Sin duda habrá una resistencia al Gobierno talibán, y particularmente una resistencia armada al margen de la de Panjshir. Serán elementos y comandos que se opondrán con violencia a los talibanes, particularmente en las ciudades, aunque esta resistencia armada, que podría contar con soporte foráneo, con toda probabilidad tendrá un efecto negativo en el conjunto de la sociedad puesto que impulsará una mayor represión de las autoridades talibanas.
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