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El efecto Lula presiona a Bolsonaro, perdido en la antesala de un desastre inminente

El presidente nombra al cuarto ministro de sanidad de la crisis pandémica, con todos los estados con filas de espera para camas de UCI. El líder del Partido de los Trabajadores negocia adquisición de vacunas.

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en su primer discurso público tras la anulación de las sentencias- RICARDO STUCKERT/ INSTITUTO LULA.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en su primer discurso público tras la anulación de las sentencias– RICARDO STUCKERT/ INSTITUTO LULA.

Bolsonaro le llama "el nueve dedos que gracias a una decisión del Sr. Fachin [Tribunal Supremo] va a poder presentarse a las elecciones", porque hasta él mismo es consciente de que Luiz Inácio Lula da Silva es la chispa que le faltaba a la oposición progresista en Brasil para plantarle cara. Todo esto en medio de una coyuntura que no puede ser más siniestra: la interminable segunda ola de la pandemia deja al país ya con 287.795 fallecidos, 2.659 en las últimas veinticuatro horas, con 87.169 nuevos casos en este mismo periodo. Brasil, además, es un criadero de nuevas cepas del virus de la Covid-19.

Lula da Silva ofreció su primer discurso público cuarenta y ocho horas después de la decisión en la que desde el Tribunal Supremo se anulaban todas las sentencias en su contra, recuperando sus derechos políticos, y Jair Bolsonaro comenzó inmediatamente los trámites para sustituir a su ministro de sanidad, el general Eduardo Pazuello, por un representante del ámbito sanitario.

Con la toma de posesión programada para el próximo martes 23 de marzo, el ya nombrado nuevo ministro de sanidad, Marcelo Queiroga, será el cuarto que asuma la lucha contra la Covid-19. Queiroga, presidente de la Sociedad Brasileña de Cardiología, en sus primeras declaraciones ante los medios de comunicación transita de puntillas pidiendo a la ciudadanía un "distanciamiento social inteligente", esquivando el campo de acción de Bolsonaro, por lo que pueda pasar en sus primeros días al frente de la cartera. Luiz Henrique Mandetta, primer ministro de sanidad del actual gobierno, fue cesado un mes y medio desde la llegada de la pandemia en Brasil; su sustituto, Nelson Teich, dimitió tras 29 días; el general Eduardo Pazuello ha ocupado el cargo duerante diez meses, los tres primeros de manera interina.

Marcelo Queiroga (izq) es el cuarto ministro de sanidad que gestionará la pandemia en Brasil. Sucede en el cargo al general Eduardo Pazuello (dcha). FÁBIO RODRIGUES POZZEBOM/ AGÊNCIA-BRASIL.
Marcelo Queiroga (izq) es el cuarto ministro de sanidad que gestionará la pandemia en Brasil. Sucede en el cargo al general Eduardo Pazuello (dcha)–FÁBIO RODRIGUES POZZEBOM/ AGÊNCIA-BRASIL.

Lula da Silva, en ese primer discurso, se dirigió a los brasileños como presidente de la nación, tras asegurar que el país "no tiene gobierno". Informó que iba a tomar la vacuna –días después le aplicaron la primera dosis– y que iba a hacer propaganda sobre el inmunizante: "No sigáis ninguna decisión imbécil" de Bolsonaro "o del ministro de sanidad", alertó en su intervención en el Sindicato de Metalúrgicos, en São Bernardo do Campo (São Paulo).

Cargó también Lula contra el pilar más importante del gobierno Bolsonaro, lo que aún le sostiene: el ministerio de economía, liderado por Paulo Guedes. "¿Habéis escuchado a Guedes decir una sola palabra sobre desarrollo económico y distribución de renta? No, solo habla de vender", señalaba Lula. "Ahora, están vendiendo y gastando el dinero en pago de intereses, y el país va a estar más pobre. El PIB no va a crecer y la deuda va a continuar creciendo". Lula aboga por inversión pública, porque si el Estado no confía en su política y no invierte, "¿por qué tendría que invertir un empresario?".

Ver al expresidente vestido de presidente provocó en Bolsonaro una especie de ataque de celos, que dio lugar a reacciones inauditas en él hasta la fecha, como, por ejemplo, usar mascarilla –junto con el resto de su equipo– en el primer acto que protagonizó tras el simulacro de mitin de su rival –las elecciones presidenciales están programadas para octubre de 2022–.

También se nota cierta reacción de Bolsonaro en lo que respecta al discurso provacuna y a la disposición del Gobierno brasileño a negociar con diversas entidades para conseguirlas. Sabe que si no lo hace él –como no lo ha hecho en suficiente medida hasta el momento–, lo hará su contricante electoral. Hoy es sabido que Lula participó de manera directa en las negociaciones entre el Consorcio del Noreste –la confederación que forman los nueve estados de esta región brasileña– y el fondo de inversión ruso que financia la vacuna Sputnik V, desarrollada por el Instituto Gamaleya, con la colaboración del laboratorio União Química en Brasil. Los emisarios rusos estaban bastante decepcionados con las reacciones de Bolsonaro, su equipo cercano y sus simpatizantes ante la oportunidad de pactar la transacción con Rusia.

El líder del Partido de los Trabajadores también ha aprovechado una entrevista en CNN Internacional, con la periodista Christiane Amanpour, para pedirle al nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, una donación de vacunas, además de sugerirle "convocar una reunión del G20 que coloque sobre la mesa un único asunto: vacuna, vacuna y vacuna". Ha señalado que lo hace por no confiar en el actual Gobierno brasileño, y reconoce que "no se lo hubiera pedido a Trump, pero Biden es un respiro de democracia para el mundo".

Una de las consecuencias del retorno de Lula da Silva al tablero político es que a partir de este momento el apoyo a Bolsonaro de los partidos de centro y centroderecha del Congreso Nacional –bloque conocido tradicionalmente en Brasil como Centrão– está más en entredicho que nunca. Lula conoce a la perfección a ese Centrão, clave para colocar y descolocar presidencias, y puede ir royendo los cimientos del actual Ejecutivo. Es este mismo Centrão el que ha hecho fuerza para el cambio en el ministerio de sanidad, queriendo incluso imponer el nombre de la sucesora, la doctora Ludmila Hajjar. Tras una primera reunión con el presidente Bolsonaro, la propia Hajjar decidió autodescartarse.

Otras de las secuelas del efecto Lula es la inmensa duda que rodea en este instante al gobernador de São Paulo, João Doria, hasta hace unos días firme precandidato a disputar las elecciones de 2022 frente a Jair Bolsonaro. Doria, analizando las diferencias entre la parrilla de salida de hoy y la parrilla de salida que había hace tan solo dos semanas, se plantea ahora borrarse de la escala federal y centrarse en su reelección como gobernador.

Desarme inminente, todavía sin llegar al pico de la interminable segunda ola

Los datos que se van acumulando por toda la geografía brasileña, con filas de espera para camas de UCI prácticamente en todos los estados, auguran un segundo trimestre tétrico. No solo en estados más necesitados, como Acre y Rondônia, donde ya ha habido que enviar oxígeno medicinal extra porque su situación se acercaba a la de Manaus en enero, sino también en las grandes capitales.

João Gabbardo, que hace unos meses pasó de ser la mano derecha de Mandetta en el ministerio de sanidad a convertirse en coordinador ejecutivo del Centro de Contingencia de la Covid-19 en el estado de São Paulo, se lamentaba ayer del incumplimiento por parte de la población de las recomendaciones o normas para frenar aglomeraciones: "¿Qué más podemos hacer?".

Bruno Covas, alcalde de São Paulo, admite que no serían capaces de controlar un confinamiento total en una megalópolis como la capital paulistana. Han llegado al mismo punto que al principio de la primera ola: adelanto de cinco días festivos para ver si de este modo vuelven a conseguir –el año pasado lo lograron, en parte, y momentáneamente– reducir la movilidad.

En Río de Janeiro, el alcalde Eduardo Paes ha avisado que la semana que viene pueden llegar las medidas más restrictivas que hasta ahora han existido en una ciudad que nunca se ha quedado en casa desde que comenzó la crisis. A partir de las cero horas de este sábado, para empezar, quedan cerradas todas las playas.

Blosonaro, preocupado por el endeudamiento del país

En su tradicional intervención de cada jueves a través de sus perfiles en las redes sociales, Bolsonaro ha vuelto a ejercer de hombre anuncio de medicamentos cuya eficacia no está comprobada para tratamiento precoz, dando esperanzas a la población de que, si se contaminan, podrán curarse con las recetas que el proclama.

Sobre confinamiento no quiere oír ni hablar, y define como dictadores a aquellos gobernantes que se lo plantean: "Si la economía deja de rodar, va a faltar dinero para pagar a los funcionarios", advierte. La aprobación de la prórroga del auxilio emergencial tambien le quita el sueño: por un lado le conviene seguir cerca de las camadas más frágiles de la sociedad, y por otro lado no le salen las cuentas: "Estamos en el límite del límite: no podemos endeudarnos más".

Ni una sola palabra dedicó Bolsonaro al senador Major Olímpio, líder en el Senado Federal del Partido Social Liberal (PSL), expartido del presidente, cuya muerte cerebral se ha confirmado este jueves. Olímpio, policía militar de 58 años, comenzó a sentir síntomas leves de la Covid-19 días después de participar en protestas contras las medidas para el control de la pandemia tomadas por el alcalde y el gobernador de São Paulo. Originalmente aliado de Bolsonaro, ambos rompieron relaciones el año pasado por las críticas del senador a los supuestos escándalos de lavado de dinero del clan Bolsonaro. Olímpio, además de cargar contra el gobernador de São Paulo, reprendía también al presidente, por su negacionismo y por su lentitud en la compra de vacunas.

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