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Elecciones EEUU Irán espera con ansiedad e incertidumbre las elecciones en EEUU

A pocas semanas de las elecciones americanas del 3 de noviembre, Irán espera impaciente unos resultados de los que pende su futuro. Conservadores y reformistas observan la cita desde distintos ángulos y planteamientos. Con todo, una victoria del demócrata Joe Biden no garantizará un cambio automático de la política de Washington con respecto a Teherán.

El presidente iraní Hasán Rouhani en una foto de archivo. / REUTERS
El presidente iraní Hasán Rouhani en una foto de archivo. / REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

En Teherán existe una opinión extendida de que es necesario aguardar a las elecciones americanas de noviembre para reevaluar la situación y considerar los pasos que han de tomarse para hacer frente a la permanente amenaza del tándem EEUU-Israel. Aunque no todos los iraníes están de acuerdo, la posición que cuenta con mayor respaldo pasa por esperar.

Sin embargo, el horizonte de las elecciones americanas no está despejado. Por un lado, es cierto que los demócratas de Joe Biden son menos agresivos con Irán y que dentro del partido hay numerosas voces, algunas cualificadas, que reclaman una política pragmática y alineada con los europeos, para quienes el acuerdo nuclear negociado por Barack Obama sigue vigente.

Pero es considerable el peso de quienes son más vulnerables a las presiones de Israel dentro del partido demócrata. Sin ir más lejos, esta pasada semana el magnate de la comunicación Michael Bloomberg donó 100 millones de dólares a la campaña electoral de Biden, y esas cantidades de dinero no suelen donarse gratuitamente, y menos por alguien que defiende algunas posiciones radicales de Israel en Oriente Próximo.

Una victoria de Biden podría ser una tabla de salvación para Irán siempre y cuando el demócrata restaurara el acuerdo nuclear de Obama y adoptara una posición equilibrada y constructiva con respecto a Teherán, algo que a día de hoy no está garantizado debido a la división que existe en las filas de su partido.

En cualquier caso, es bastante probable que Biden abriera una vía de diálogo para rebajar la tensión, aunque debe tenerse en cuenta que eso enfurecería a Benjamín Netanyahu, quien, como ya ocurrió durante el mandato de Obama, ejercería todo tipo de presiones, abiertas y encubiertas, desde el Capitolio y desde fuera del Capitolio, para desbaratar el diálogo.

En la situación actual, Irán exige a Trump que levante las sanciones antes de sentarse a negociar, un planteamiento que rechaza el presidente y que ha conducido a un callejón sin salida. Estimulado por Netanyahu, Trump no está dispuesto a ceder en ese asunto, de manera que si gana las elecciones posiblemente podrían ampliarse aún más las sanciones.

Dentro de Irán existen dos posiciones. A la sombra de Ali Khamenei, unos son partidarios de iniciar un proceso propio de planificación económica sin aguardar a las elecciones americanas, mientras que otros, los reformistas, son partidarios de esperar las pocas semanas que faltan para poder encarar el proceso con mayor claridad.

Uno de los argumentos de los reformistas es que no solo Irán se halla en esta situación, pues otros países, incluidos Rusia y China, también están esperando a ver lo que ocurre en las urnas para enfocar en una u otra dirección sus propias economías, pues los planteamientos serán muy diferentes si Trump revalida la victoria de 2016 o si Biden gana.

Los conservadores argumentan que no merece la pena esperar puesto que no hay ninguna garantía de que Biden vaya a ganar, y porque aun en el caso de que gane, no está clara su política con respecto a Teherán. Recuerdan que en una reciente entrevista con la CNN, Biden dijo que exigirá a Irán que cumpla con todos los requisitos del acuerdo Obama, sin definir su posición más allá de esta generalidad.

Para complicar las cosas, en el entorno de Biden se asegura que si éste gana las elecciones abrirá negociaciones para extender los requisitos exigidos a Irán, con lo cual podría iniciarse un complejo y largo proceso cuyo final no puede discernirse. Es más, el ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, ha insistido en que su país no permitirá que se reabran las negociaciones.

Otra cuestión que señalan los reformistas es que existe la posibilidad de que viendo que con su política de "máxima presión" no ha logrado ninguno de sus objetivos, Trump cambie de paso durante el segundo mandato y sea más flexible. Sin embargo, este argumento que se sustenta sobre la "lógica" y la "racionalidad", carece de solidez ya que es muy poco probable que Trump vaya a desairar a su amigo Netanyahu.

En cuanto a los europeos, no cuentan prácticamente nada en la escena internacional. Es cierto que su posición en líneas generales es más moderada que la de Donald Trump, pero también es cierto que la ausencia de liderazgo de Angela Merkel y Emmanuel Macron tiene como consecuencia central que la Unión Europea no tiene ningún peso específico en Oriente Próximo y que en la práctica está haciendo el juego a Israel en cada uno de los frentes.

La UE debería reconocer que existen dos problemas medulares de los que depende la estabilidad en la región y más allá de la región, con Europa incluida: la ocupación israelí de los territorios palestinos y del Golán sirio, por un lado, y la hostilidad permanente hacia Irán impulsada también por Israel, y por Trump desde hace cuatro años.

Si esas dos cuestiones no se resuelven, la inestabilidad continuará por más acuerdos de paz que firme Israel con los árabes en la Casa Blanca, acuerdos que solo forman parte de una gran farsa ante la que Europa se tapa los ojos y los oídos. En lugar de coger el toro por los cuernos de una vez por todas, Merkel y Macron están desaparecidos del mapa y son incapaces de hacer frente a los verdaderos problemas.

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