Este artículo se publicó hace 2 años.
España y Sáhara Occidental: decepcionante fin de trayecto
Marruecos únicamente ha sido vecino fiable de España cuando le ha interesado y nada garantiza que a medio o largo plazo no vuelva a las andadas. Reconociendo la soberanía marroquí del Sáhara Occidental, Pedro Sánchez ha asumido un riesgo demasiado alto, s
Eugenio García Gascón
Actualizado a
Con el sorprendente anuncio de reconocer que el Sáhara Occidental forma parte de Marruecos después de casi cinco décadas de reclamar un referéndum avalado por la ONU, España se se alinea con otros países europeos como Francia y Alemania, que también han renunciado a la legalidad internacional debido a intereses particulares.
La renuncia al derecho internacional es una decisión grave y moralmente injustificable pero revela cómo se mueven los hilos en Occidente, donde el cinismo campea a sus anchas con sus mandatarios coreando por todo lo alto consignas democráticas que, como estamos viendo en el caso de Rusia, solo se siguen cuando hay de por medio intereses de otra naturaleza.
Según Le Point, España ha evaluado distintas cuestiones. Marruecos es el primer socio comercial de España en África y su tercer socio comercial fuera de la Unión Europea. En 2021 las exportaciones españolas crecieron en un 29 por ciento respecto al año anterior. Además, Madrid necesita colaborar con Rabat en la lucha contra el terrorismo y en la gestión de la inmigración procedente de África. Y en España residen más de 800.000 marroquíes.
Pero aún teniendo en cuenta todo esto, la peligrosa decisión de Sánchez muestra debilidad y no garantiza que a medio o largo plazo Rabat vuelva a recurrir a la extorsión que ha venido aplicando durante el último año. En estos momentos todo son flores y violas entre las dos capitales, pero la situación interna de Marruecos y sus intereses inmediatos pueden cambiar de la noche a la mañana como ha ocurrido con anterioridad.
Marruecos mantiene unas tensas y tortuosas relaciones con Mauritania, Argelia y España, y puede que el problema no esté en sus vecinos, sino en la naturaleza de Marruecos, en su incapacidad de respetar el derecho internacional emanado de la ONU, y en el excepcional y equívoco juego diplomático que mantiene con los países limítrofes.
El marco histórico de la decisión de Sánchez se remonta a las últimas semanas del mandato de Donald Trump a fines de 2020, cuando Israel ofreció a Rabat que EEUU reconociera al Sáhara Occidental como una parte integrante de Marruecos a cambio de que este país reconociera formalmente al estado judío.
Y Trump lo hizo sin ningún escrúpulo. En esta normalización de relaciones salieron ganando Marruecos e Israel, y salieron perdiendo el Sáhara Occidental y la legalidad internacional. Rabat se hizo con el Sáhara ocupado y reconoció de facto que los territorios palestinos ocupados forman parte del estado judío.
Para agravar las cosas, la política de Joe Biden y Antony Blinken en indistinguible de la de Trump no solo en la cuestión del Sáhara sino en la mayoría de asuntos relacionados con Oriente Próximo, una región que da la impresión que los americanos están abandonando y dejando en manos de Israel, la potencia hegemónica que controla desde el Golfo Pérsico hasta el Atlántico.
En Israel han cargado la pistola con el argumento, utilizado en otras ocasiones, de que la comunidad internacional "singulariza" a Israel. Con la nueva munición, podrán alegar que no hay ningún motivo para que países como Alemania, Francia o España reconozcan que la antigua colonia española forma parte de Marruecos y no reconozcan que los territorios palestinos forman parte de Israel.
El argumento español de que Marruecos va a colaborar contra el tráfico de personas es lamentable, puesto que es lo mínimo que puede esperarse de un vecino con buena voluntad. Lo que ha hecho Rabat ha sido extorsionar a Madrid con esta cuestión, y solo depende de Rabat que la extorsión vuelva a repetirse cada vez que esté en desacuerdo con un planteamiento español, lo que va a seguir condicionando las relaciones bilaterales.
La misma dinámica de Marruecos puede cambiar, y de hecho está sometida a tensiones propias que pueden descontrolarse en cualquier momento, con un rampante nacionalismo territorial que se inició con el Sáhara Occidental cuando España evacuó la colonia en 1975. Los compromisos que ahora ha adquirido Pedro Sánchez pueden extinguirse en cualquier momento.
El presidente español ha pasado a considerar que una calma temporal, que carece de garantías a largo plazo, es más importante que la legalidad internacional. No ha sido el primer mandatario en hacerlo. En esta Europa mal gestionada por París y Berlín es moneda corriente actuar según los intereses de cada país en cada momento, lo que hace un flaco servicio a la justicia y a la estabilidad a largo plazo.
También hace un flaco servicio a Europa, una burla a la que estamos acostumbrados y que contrasta con la unidad sin fisuras de la comunidad occidental ante la crisis de Ucrania, sin que los mandatarios occidentales dispongan de un solo minuto para garantizar la seguridad de Rusia. En el caso concreto del Sáhara, van cayendo uno tras otro los países europeos sin hacer mención a las resoluciones de la ONU a las que suelen ser tan adictos cuando les interesa.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.