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Sáhara Occidental España cierra la crisis con Marruecos pero abre otra con Argelia y abandona al pueblo saharaui

El Gobierno opta por garantizarse la tranquilidad en la frontera de Ceuta y Melilla a costa de agraviar al principal suministrador de gas en un momento de crisis energética, al tiempo que renuncia a ejercer su responsabilidad como antigua fuerza colonial en el Sáhara Occidental.

Albares
El ministro de Asuntos exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, explica la nuesva postura del Gobierno español respecto al Sáhara el pasado viernes en Barcelona. Marta Pérez / EFE

Con su apoyo incondicional al plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental el Gobierno de Pedro Sánchez se ha tapado la cabeza para dejar al descubierto los pies. En lo que supone un giro histórico respecto a su tradicional postura en este conflicto que se arrastra desde hace casi 50 años, España se gana la amistad de Marruecos pero al mismo tiempo se enemista no sólo con el pueblo saharaui, sino también con Argelia, socio estratégico que es el principal suministrador del gas que importa España y que este sábado llamó a consultas a su embajador en Madrid. La manta de Moncloa es demasiado corta.

Además, Sánchez se ha quedado solo. Su socio de coalición, Unidas Podemos, se ha desmarcado de la decisión. Tampoco entienden este cambio de postura la mayor parte de los grupos parlamentarios, entre los que se encuentran los aliados del Gobierno, que ya han pedido la comparecencia del presidente en el Congreso. Las críticas al Gobierno español van en la misma dirección: todas señalan que Sánchez ha cedido al "chantaje" y "las presiones" de Marruecos, un país que controla el grifo migatorio y lo abre o lo cierra según le convenga.

España ha optado por contentar a Marruecos y garantizarse así la tranquilidad en la frontera de Ceuta y Melilla aunque ello implique abandonar a su suerte al pueblo saharaui y tensar las relaciones con Argelia en plena crisis energética por la invasión rusa de Ucrania.

La nueva postura de España en este conflicto es nueva, pero no lo es la de Argelia, un país que siempre ha respaldado al Frente Polisario y aboga por el cumplimiento de las resoluciones internacionales de Naciones Unidas sobre el Sáhara Occidental. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Argelia difundió el sábado una nota en relación a España en la que afirmaba sentirse "muy sorprendido por este repentino cambio de posición del antiguo poder administrador del Sáhara Occidental", pese a que fuentes del Gobierno español aseguran que se informó previamente a Argel sobre la posición de España en relación al Sáhara. "Para España, Argelia es un socio estratégico, prioritario y fiable con el que pretendemos mantener una relación privilegiada", aseguraron el sábado esas mismas fuentes.

Sin embargo, no será fácil para España mantener esa "relación privilegiada" con Argelia, país enemistado desde hace décadas con Marruecos. Ahora España se ve metida en medio de ese conflicto. Argel y Rabat mantienen malas relaciones desde que Marruecos ocupó militar y civilmente el Sáhara Occidental cuando se retiró España en 1975, y en los últimos meses se han agravado con diversos incidentes en ambos lados de la frontera que comparten. Los dos países magrebíes han incrementado su capacidad militar durante años y sus ejércitos han realizado maniobras militares para demostrar al otro su capacidad ofensiva.

La tensión es tanta tanto que Argel rompió relaciones diplomáticas con Rabat el pasado agosto y en noviembre procedió al cierre del Gasoducto Magreb-Europa (GME) que bombeaba gas hasta la península Ibérica a través de Marruecos. Pese a este cierre, el suministro a España está asegurado a través de otro gasoducto que une la península ibérica y Argelia a través del Mar Mediterráneo y el uso de barcos.

Pero el conflicto del gasoducto también ha terminado por salpicar a España. De hecho, el cambio de postura respecto al Sáhara Occidental es el segundo agravio del Gobierno español a Argelia en poco más de un mes. El primero tuvo lugar a principios del pasado mes de febrero. Entonces el Ejecutivo de Pedro Sánchez anunció que había accedido a la petición de Marruecos de ayudarle a garantizar su seguridad energética mediante la regasificación en España de Gas Natural Licuado comprado por Rabat en los mercados internacionales para su posterior envío a este país mediante el gasoducto GME cerrado por Argelia. Argel ya advirtió de que en ningún caso España podría hacer llegar gas argelino a Marruecos.

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Lo cierto es que ahora se abre un panorama incierto en las relaciones entre España y Argelia. España ha tratado de cuidarlas al máximo, dado su interés en garantizar el suministro de gas en un contexto muy complicado, con los precios de la energía por las nubes y la invasión rusa de Ucrania de fondo. Tanto es así, que el pasado domingo 6 de marzo Sánchez habló con el presidente argelino, Abdelmayid Tebune, quien reiteró no solo el compromiso de Argel de garantizar el suministro a España sino también la voluntad de Argelia de ayudar en lo posible y de ser un socio fiable en materia energética para la Unión Europa.

Pese a estas buenas palabras, lo que pueda ocurrir a partir de ahora en relación al gas argelino es una incógnita. El Gobierno da por descontado que la situación no va a cambiar en relación al suministro de gas, pero tampoco hay que descartar que del mismo modo que Marruecos ha utilizado el grifo migratorio para presionar a España Argelia haga lo mismo con el del gas.

Además, a España se le abre otro frente: el de la imagen y la diplomacia. Su alineamiento con Marruecos le aleja, quien sabe si de forma definitiva, del Frente Polisario, el movimiento de liberación del Sáhara, y, por añadidura, del pueblo saharaui, con el que España, como antigua colonia, tiene una responsabilidad y un compromiso que la sociedad española siempre ha asumido y al que ahora renuncia el Gobierno.

En el plano diplomático, España también se aleja de las resoluciones de Naciones Unidas que reconocen que la solución al conflicto ha de pasar por la "libre determinación" del pueblo saharaui y no por la autonomía limitada que propone Marruecos. Esa era la posición española y del propio PSOE hasta el pasado viernes. Ahora todo es diferente, aunque aún no se vislumbren las consecuencias de este cambio de rumbo del Gobierno de Pedro Sánchez.

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