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Espionaje Pegasus, un arma de espionaje siniestra y descontrolada

Los sistemas de espionaje en teléfonos inteligentes se usan cada vez en más países para perseguir a activistas, opositores, políticos y periodistas. A menudo en esos países hay una deficiencia significativa en lo tocante a derechos civiles. 

26/12/2020. Imagen de archivo de un smartphone. - Pixabay
Imagen de archivo de un smartphone. Pixabay

La última moda en Israel consiste en comprar teléfonos Nokia y cuanto más antiguo sea el aparato mejor, nada del último modelo de IPhone o Samsung. Quienes están en el ajo, como Benjamín Netanyahu, se comunican habitualmente con una antigualla sin acceso a internet, y ahora tienen más motivos para hacerlo así.

La venta de los Nokia se ha disparado desde que hace unas semanas el diario Calcalist de Tel Aviv reveló que la policía ha estado usando el programa de espionaje telefónico Pegasus, de la empresa NSO Group, también de Tel Aviv, para husmear en los teléfonos inteligentes de ciudadanos de ese país y averiguar qué hacen y qué dejan de hacer en sus vidas privadas.

A esa primera filtración han seguido otras de distintos medios hebreos. La policía en un primer momento se rasgó las vestiduras negándolo todo categóricamente, pero unos días después admitió que "quizás" se habían cometido algunos excesos.

A día de hoy todo resulta muy confuso y no se descarta que sean otras agencias, y no la policía, las que han estado recopilando datos de altos cargos del gobierno y de otros ciudadanos. Tampoco está claro si el escándalo se va a investigar, pero parece que nadie tiene prisa por meter las narices en este asunto que en Israel se sigue con gran interés.

Hace algunos días el veterano periodista Amnon Abramovich del Canal 12 mostró sus dudas en relación con una hipotética investigación que en el mejor de los casos se prolongará meses, y que no está claro si servirá para aclarar o para confundir más al personal.

Abramovich argumentó que si realmente las autoridades quisieran saber a quién ha investigado (i)legalmente la policía, bastaría con ir al puñado de agentes que han operado Pegasus y preguntárselo directamente. Así se tendría una respuesta clara y rápida, en solo unos minutos, pero da la impresión de que nadie busca rapidez ni claridad.

¿Qué ocurre? Pues que Nokia va a seguir forrándose con la venta de anticuados teléfonos. ¿Solo en Israel? Probablemente no pues el negocio va mucho más allá de este pequeño país. El programa de Pegasus anda suelto por buena parte del mundo y hay otras empresas de Tel Aviv que venden programas similares que, como en el caso de NSO, tienen su origen en el ejército y en los servicios de inteligencia israelíes.

En los últimos tiempos se han publicado en Haaretz, y en otros medios occidentales, escabrosos detalles de las operaciones que se está haciendo con Pegasus por todas partes, y lo que se está publicando, que apenas es la punta del iceberg, es suficiente para alarmar a cualquiera.

En Polonia y en Hungría, por ejemplo, se ha sabido que Pegasus se utiliza contra opositores y periodistas. Da la casualidad de que Polonia y Hungría son los máximos baluartes en Europa de la ocupación israelí de los territorios palestinos, y todo indica que Israel está utilizando la tecnología militar de sus empresas para consolidar la ocupación en el ámbito político y diplomático.

Con este gran embrollo, los derechos humanos son burlados de dos maneras. En primer lugar, se violan los de los opositores, periodistas y activistas en general en Hungría, Polonia y demás países que han adquirido Pegasus u otros programas similares, que suelen ser países dictatoriales o autoritarios; y en segundo lugar, se violan los derechos de los palestinos que nunca podrán salir del pozo donde los ha arrojado Israel.

No es extraño que The Washington Post sostenga que Pegasus es un arma nueva que está fuera de control y que exija una intervención para ponerle coto. El periódico insiste en que, en contra de lo que sostienen las autoridades israelíes, no es una herramienta diplomática, que también lo es, como puede verse en los casos de Hungría, Polonia, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, India, Marruecos, etcétera, sino que es un arma en toda regla y que se utiliza como tal.

The New York Times informó que el FBI adquirió Pegasus en 2019 pero el pasado verano decidió no utilizarlo en Estados Unidos al considerar que es de dudosa legalidad y es propenso a los abusos. Si esta es la conclusión del FBI, el lector puede imaginarse lo que debe ocurrir en países sin controles verificables como los mencionados en el párrafo anterior.

Pero no todo es maravilloso en Estados Unidos. The Washington Post ha revelado que la CIA pagó dinero para que Yibuti pudiera comprar Pegasus y usarlo para combatir el terrorismo, ignorando deliberadamente el historial de violaciones de derechos humanos en ese país africano.

Aunque NSO Group pone una carita inocente y sostiene que su programa se usa para perseguir a los terroristas y a los traficantes de drogas, la realidad es que continuamente surgen revelaciones que indican que los gobiernos que adquieren Pegasus y similares tienen poco interés en respetar los límites legales de los derechos humanos y persiguen objetivos siniestros.

El carácter de arma de estos programas se refuerza si se tiene en cuenta que las licencias de exportación las expide el mismo ministerio de Defensa que creó los programas, y que estas empresas están integradas en la estrategia de seguridad de Israel, como ocurre con la exportación de armas convencionales.

The New York Times recuerda que países como México y Panamá han cambiado sus políticas tradicionales en las Naciones Unidas para votar al lado de Israel en importantes votaciones, lo que ha ocurrido después de que esos países obtuvieran el programa Pegasus. Lo mismo puede decirse del silencio que guardan algunos países árabes como los Emiratos, Arabia Saudí, Marruecos o Egipto respecto a la terrible opresión que sufren los palestinos.

The Washington Post resume su posición diciendo que este tipo de espionaje que permite vigilar a cualquier ciudadano es ciertamente un arma y por lo tanto requiere que la comunidad internacional elabore un tratado de control que garantice las libertades civiles e impida la difusión por todo el mundo de tan controvertidos programas.

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