Este artículo se publicó hace 13 años.
Francia juzga a 'Carlos' por los atentados de los 80
El guerrillero venezolano ya cumple una cadena perpetua tras ser capturado en 1994
El pelo canoso y la barriga han reemplazado la boina, la chaqueta de cuero y las gafas negras, pero la desafiante personalidad de Carlos el Chacal sigue intacta antes de volver a sentarse hoy en el banquillo en Francia por una serie de atentados en la década de los ochenta. El revolucionario venezolano, nacido como Ilich Ramírez Sánchez, se forjó una carrera como uno de los guerrilleros más famosos del mundo tras capturar a varios ministros del Petróleo de la OPEP en nombre de la lucha palestina en 1975. Desde su captura y condena hace casi dos décadas, permanece recluido en una prisión francesa.
Ramírez, que ya está condenado a cadena perpetua, se las verá hoy con un tribunal de tres jueces para responder por su presunta participación en varios atentados con bomba en Francia que causaron 11 muertos y casi 200 heridos a principios de los años ochenta.
"Tengo ánimo combativo", dijo el venezolano, de 62 años, a la emisora Europe 1 el mes pasado. El guerrillero marxista, que usaba una boina como la del Che Guevara, se convirtió en la cara de la lucha antiimperialista en los años setenta y ochenta al acompañar todos sus actos con mensajes revolucionarios.
Ramírez se ganó su apodo después de que un periodista viera una copia del libro El día del chacal, de Frederick Forsyth, en su casa y asumió por error que era de él. Hoy su ego se manifiesta en huelgas de hambre y cartas al presidente de EEUU, Barack Obama. Además, se casó con una de sus abogadas en la prisión.
Los fiscales sostienen que las bombas que destrozaron trenes, estaciones y aparcamientos entre 1982 y 1983, causando 11 muertos y decenas de heridos, fueron la respuesta de Ramírez a la detención de dos integrantes de su banda, una de ellas su amante. Sus huellas dactilares se encontraron en una carta amenazadora enviada al ministro del Interior para pedir su liberación, agregan. Pero su defensa asegura que la carta no existe y que el juicio es un engaño, basado en dudas cuestionables de los servicios secretos.
De ser hallado culpable, recibiría una pena máxima de cadena perpetua, cumpliendo al menos 22 años. Hijo de un abogado revolucionario, en 1975 se convirtió al islam y fue detenido en Sudán en 1994 por agentes franceses. Ahora pasa su tiempo en la cárcel estudiando filosofía y leyendo las noticias. Apoya, además, las marchas en Europa contra las medidas de austeridad.
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