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La guerra perdida de Calderón

La ofensiva contra el narcotráfico no ha vencido a los cárteles, pero ha causado 24.000 muertos.

NAZARET CASTRO

Cruzar en autobús una porción de ese vasto país que es México deja una sensación amarga. Los retenes se suceden, unos llevados por agentes policiales, otros por jovencísimos soldados; siempre, bien armados. Queda la convicción de estar atravesando un país en guerra. Una guerra silenciosa que, en los últimos tres años desde que el presidente Felipe Calderón anunció su ofensiva contra el narcotráfico, ha causado más de 24.000 muertes violentas y muchos más heridos y desplazados. Una guerra fratricida que, circunscrita antes a los estados fronterizos del norte, se extiende ya por todo el país.

'La estrategia del Gobierno va hacia una derrota profunda', dice el escritor y sociólogo Luis E. Gómez, profesor de la Universidad Autónoma de México. 'El propio Calderón reconoció que, cuando inició su ofensiva, no sabía dónde se estaba metiendo y desconocía las dimensiones reales del poder del narco. Y ha tenido que pactar con el llamado cártel Incómodo', explica a Público.

Una guerra antes circunscrita al norte se extiende ya por todo el país

Gómez se refiere al cártel de Sinaloa, considerado por algunos el más poderoso de México, al que pertenece el célebre Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Los de Sinaloa han plantado batalla en Chihuahua al cártel de Juárez y ambos se disputan el control de uno de los estados fronterizos que configuran el llamado triángulo dorado del narcotráfico, junto con Sinaloa y Durango. En Nuevo León y Tamaulipas, también al Norte del país, los sangrientos Zetas se enfrentan con el cártel del Golfo. Y, si bien es cierto que la violencia en México no es arbitraria, la deriva de las balas perdidas sí lo es.

El horror acapara las portadas de la prensa. Cadáveres decapitados o con el corazón arrancado. Jóvenes asesinados en un centro de rehabilitación; cadáveres encontrados con mensajes de los cárteles y señales de tortura...

En Ciudad Juárez, los padres pagan para que sus hijos lleguen a clase vivos

El norte del país sigue concentrando el estallido de la violencia, si bien ésta ha llegado a ciudades otrora impensables, como Acapulco y Cuernavaca. Y allí donde reina la paz, se debe a un frágil equilibrio: un sólo cártel monopoliza el mercado, como sucede con Los Zetas en el estado de Veracruz.

Hay mucho miedo. 'Si llevas un camión lujoso, te pueden confundir y disparar. Si te enzarzas en una pelea con la persona equivocada, puedes acabar muerto. La cosa está muy densa', resume Beto, un joven del estado fronterizo de Sonora. Y más preocupante aún: los niños quieren ser como El Chapo. Los grandes capos se han rodeado de una leyenda de lujos y éxito que contrasta con la falta de oportunidades de los jóvenes.

En Ciudad Juárez, que ostenta el título de urbe más peligrosa del mundo, con 7.000 homicidios en los últimos tres años, 'los padres de familia pagan entre 5.000 y 15.000 pesos a los delincuentes para que dejen llegar a su hijo a casa y regresar a la escuela al día siguiente', según ha denunciado al semanario Proceso el diputado Manuel Espino.

La estrategia de Calderón 'es un gran fracaso', opina el sociólogo Gómez

El Ejecutivo reconoce que los criminales no sólo no han retrocedido, sino que han diversificado su negocio: ahora extorsionan a los empresarios y, no contentos con pasar la droga hacia Estados Unidos, quieren también construir un mercado de consumo interno.

Calderón sostiene que la 'inacción' de gobiernos anteriores facilitó el crecimiento de los cárteles.

Las razones que esgrimen los expertos para explicar el auge de las mafias mexicanas van desde el declive de los cárteles colombianos al desmantelamiento de las redes del clientelismo del PRI, que fue desbancado del poder en 1998 tras 70 años en el Gobierno y dejó un vacío que aprovecharon los delincuentes. De ahí que, en algunas comunidades, no se mire a los delincuente con demasiada antipatía: como en las favelas cariocas o en las aldeas rurales colombianas, las mafias proveen de servicios a la población allá donde el Estado no llega.

En México es vox populi que las redes mafiosas actúan en connivencia con militares, policías, políticos y jueces. El propio Calderón ha admitido la corrupción policial su pretexto para sacar a los militares a la calle y las carencias del sistema judicial. Los demás cárteles están furiosos por el supuesto trato de favor que el oficialista Partido de Acción Nacional estaría dando al cártel de El Chapo. Y cuando no es la corrupción, es el miedo: a menudo, a los jueces les queda elegir entre la plata o la bala.

'Esta estrategia es un gran fracaso', abunda Luis E. Gómez. 'Para empezar, porque es inadecuado hablar de guerra. Las mafias del narcotráfico no funcionan como un frente bélico, sino a través de sicarios, que intervienen en una operación pero no tienen vínculos con la organización', sostiene Gómez. Los cárteles no son tampoco una guerrilla ni un grupo terrorista, y 'si algo no les falta, es dinero y armas'.

'En este momento puede hablarse de un Estado débil, que es la ausencia de Estado de derecho', concluye el sociólogo. 'Y cuando no hay Estado de derecho, lo más fácil es llamar a los militares. El problema es cómo luego se los quita uno de encima'.

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