Este artículo se publicó hace 2 años.
Rumanía y Moldavia, la estación de paso para los refugiados ucranianos
El dinero se filtra entre las fronteras del sur de Ucrania mientras la llegada de refugiados a Rumanía y Moldavia se estabiliza predominando el tránsito hacia otros países
Miguel Ángel Valero / José Pedro Martínez
Bucarest (Rumanía)-Actualizado a
Sighetu Marmatiei es una pequeña ciudad turística situada al norte de Rumanía, en el condado de Maramures. Al norte de la ciudad, los meandros del río Tisza definen la frontera con Ucrania y el puente peatonal de madera Mihai Pop (que conecta con la última aldea ucraniana, Solotvyno), suponen la segunda vía de salida más concurrida para más de medio millón de personas desplazadas que han llegado a Rumanía desde el 24 de febrero.
A diferencia del paso de Siret (situado al noreste, en la región de Suceava), que es el puesto fronterizo con mayor afluencia y despliegue de ONG en toda la frontera rumana, el cruce de Sighetu Marmatiei ofrece a los recién llegados un acceso más tranquilo y ordenado. En esta región de los Cárpatos, que presume de bosques y pistas de esquí, los tráileres de ayuda humanitaria se cruzan desde hace unas semanas con los habituales camiones que bajan de las montañas cargados con enormes troncos de roble que, una vez transformados en las fábricas locales, sirven para surtir de muebles las tiendas de Ikea y otras multinacionales en toda Europa.
Niños y niñas de Kiev, Járkov, Chernígov y otras ciudades ucranianas bombardeadas suelen llegar hasta aquí de la mano de sus madres, tías o abuelas, o de algún familiar cercano que haya podido salir del país. La primera estampa que se encuentran antes de pisar territorio europeo es un anticipo del caluroso recibimiento que les aguarda; arropados por el murmullo del río y el crujido de la madera del puente bajo sus pies, los más pequeños caminan hacia Rumanía escogiendo uno o dos juguetes de entre decenas de peluches, cochecitos de plástico, sonajeros y otros muñecos que decoran de principio a fin los laterales de la pasarela.
"Una ola de bondad"que recorre todo el país
Del lado rumano, un abrazo de solidaridad prácticamente inédito en el país da la bienvenida a los ucranianos con un llamativo despliegue de decenas de organizaciones nacionales e internacionales que se agolpan, día y noche, a su disposición. Casi con la apariencia de un festival de música, entre el humo de las cocinas móviles y el eco luminoso de las luces estroboscópicas de las ambulancias, se alinean numerosas carpas azules y naranjas de ONG y agencias internacionales como Save the Children, Cruz Roja y Unicef. Iulia Stan, portavoz de la Policía fronteriza de Sighetu Marmatiei lo define como "una ola de bondad"
que recorre todo el país.
Es una escena que se da en todos los puntos de entrada a Rumanía pero es más notoria en el paso fronterizo de Siret, donde voluntarios turcos, israelíes, alemanes, británicos y españoles -de entre otros muchos orígenes- tratan de coordinarse con los rumanos para brindar al unísono ropa, alimentos calientes, atención médica y veterinaria, transporte, hospedaje, y muchos otros servicios gratuitos a todos los necesitados. Los ucranianos, por su parte, reciben la ayuda al llegar pero en su mayoría utilizan Rumanía como puerta de acceso al resto de Europa, la segunda después de Polonia. Según estiman las autoridades rumanas, de los más de medio millón de ucranianos que han entrado por las fronteras de Ucrania o Moldavia, apenas una quinta parte se queda en el país, el resto continúa su camino hacia el oeste.
Pasado casi un mes desde que se iniciaran las hostilidades, el flujo de refugiados que tratan de escapar por las fronteras rumanas ya no es tan intenso como en los primeros días. Según cifra Iulia Stan el promedio de personas que cruzan desde Ucrania hasta Sighetu Marmatiei es de unas 2000, de las cuales 1500 son ucranianas. Mientras que en cifras generales el pasado sábado la Policía de Fronteras destacaba que se había producido un descenso del 4% respecto al día anterior. No obstante esta bajada en el flujo de entrada, el Ministerio del Interior rumano activó el pasado 21 de marzo un plan de emergencia para contratar reservistas del ejército o la policía en caso de que la crisis de refugiados se vuelva a recrudecer.
Poroch Ilie, portavoz de la policía rumana de frontera en Siret, destacaba a inicios de marzo que el tráfico de este puesto fronterizo había aumentado un 400% desde que se inició el conflicto a finales de febrero, y que la orden para los agentes es permitir el paso a todos los ucranianos sin necesidad de visado. "Las autoridades rumanas se han volcado en la recepción y atención a los refugiados" destacaba Ilie y confirmaba su homóloga en Sigethu Marmatiei, Iulia Stan, asegurando que es "una gran alegría" para los funcionarios y los ciudadanos de Maramures el "poder ayudar a los ucranianos en este momento".
La mayor parte de las personas que salen de Ucrania son mujeres y niños
La mayor parte de las personas que salen de Ucrania son mujeres y niños, los hombres de entre 18 y 60 años están obligados a permanecer en el país por si llegado el caso tuvieran que coger las armas. Esto ha provocado que muchos varones en este rango de edad estén tratando de abandonar el país irregularmente, Iulia Stan asegura que "casi a diario" desde el inicio del conflicto hay hombres que "tratan de cruzar a través de las aguas del río Tisza".
Así mismo, la funcionaria de fronteras confirmó que el pasado 9 de marzo un hombre que trató de cruzar por el río falleció de hipotermia. Periodistas locales, además, afirmaron que la víctima que intentó cruzar clandestinamente junto con otros dos hombres había sido herida de bala por los disparos realizados desde la orilla ucraniana.
Se puede eludir la prohibición de salir del país pagando un peaje a los soldados ucranianos que controlan la frontera
Por otro lado, testimonios de varias de estas personas atendidas en Rumanía afirman que existe la posibilidad de eludir la prohibición de salir del país pagando un peaje a los soldados ucranianos que controlan los puestos fronterizos. Eugenio, ucraniano residente en Noruega que a principios de marzo acudió a Siret a recoger a su familia cuidándose de no pisar su país, indicaba que a los hombres que tratan de salir les piden hasta 3000 euros. En Sighetu Marmatiei, en cambio, voluntarios rumanos que reciben a los ucranianos referían que en este punto la cifra ascendía a 15.000 euros.
Mikaela, voluntaria ucraniana que realiza labores de traducción al rumano en el paso fronterizo de Sighetu Marmatiei, describe una situación ocurrida el pasado 18 de marzo, cuando varios coches del SBU, el servicio secreto ucraniano, aparecieron de improviso en el paso fronterizo de Solotvyno, al otro lado del puente, porque "se había filtrado en Telegram la noticia de que pagando cierta cantidad de dinero se podía cruzar la frontera".
Según indica Mikaela, la irrupción de los coches del servicio secreto en la garita fronteriza generó una crisis entre los soldados apostados, quienes recibieron una reprimenda de sus superiores "por no estar atentos" y permitir que un grupo de coches sin distintivo se saltara la seguridad de los controles en lugar de "haberlos tiroteado" en el acto, explica Mikaela.
Diferencia de clase entre refugiados
Tras abandonar Ucrania a pie por el puente de los juguetes en Sighetu Marmatiei, Yelyzaveta Havryliuk, "Lisa", una muchacha de 20 años procedente de Kyiv, trata de aclarar que ella se considera "una turista" más que una refugiada de guerra. "Me he ido de Kiev porque tengo un novio en Israel que me ha pagado el viaje. Volveré cuando todo esto acabe", explica la joven rusoparlante, consciente no obstante de la situación al describir los bombardeos en la capital que han hecho "que mucha gente no tenga a donde ir".
Una mujer que llegó con un perro pequeño y 800.000 euros en efectivo en una maleta
Otros, en cambio, huyen de Ucrania con recursos más que suficientes, y en ocasiones, sospechosamente excesivos. Robert Kramarik, profesor de inglés en un colegio de Sighetu Marmatiei y traductor voluntario en una de las carpas de ayuda junto a la frontera, explicaba el caso de una mujer que llegó con un perro pequeño y 800.000 euros en efectivo en una maleta. Kramarik no fue capaz de ofrecer más detalles, pero la fuga de capitales es un fenómeno que ya se ha hecho patente y que no se limita a la frontera rumana. La semana pasada varios medios rumanos publicaban que la mujer de un ex político ucraniano trató de
sacar 29 millones de dólares y un millón de euros en varias maletas por la frontera húngara, la misma frontera que utilizó el dueño del Dínamo de Kiev, Igor Surkis, para sacar de Ucrania 16 millones de euros.
Sin embargo, cientos de miles de ucranianos no salen con la misma suerte ni con las mismas facilidades, por lo que tanto en Rumanía como en Moldavia las autoridades y la población se han volcado en la acogida de refugiados, facilitándoles alojamiento y el tránsito hacia otras partes del país o hacia otros destinos del oeste. Tal es el caso de la empresa rumana de ferrocarril, que ofrece los "Help Ukraine Tickets", pasajes gratuitos a cualquier parte de Rumanía para refugiados ucranianos y personas "sin estado" que huyen del
conflicto bélico.
Desde finales de febrero han huido a través de Moldavia más de 340.000 ucranianos, 90.000 de los cuales aún permanecen en el país
En el caso de Moldavia la situación es más complicada, pues se trata de un país de apenas 2,5 millones de habitantes que también está poniendo los pocos recursos de los que dispone para atender a los desplazados. Desde finales de febrero han huido a través de Moldavia más de 340.000 ucranianos, 90.000 de los cuales aún permanecen en el país.
Quienes van en tránsito, entran por el norte y el este, y luego pasan a Rumanía en dirección a los países de la UE. La frontera que separa Radauti-Prut, en el lado rumano, y Lipcani en el moldavo, al norte de ambos países, también la marca un río, el Prut. El cruce está a tan solo 15 kilómetros de otro punto de entrada de Ucrania a Moldavia, por lo que al inicio del conflicto y ante la
saturación del puesto fronterizo de Siret muchos ucranianos optaron por esta salida alternativa. En el pueblo de Radauti-Prut, una centenaria sinagoga transformada en escuela que se encuentra a apenas 100 metros del puesto de control se ha convertido en refugio temporal para las personas que huyen de Ucrania. El profesor de religión de la escuela, Vasile Postolachi, sigue yendo al centro a prestar ayuda a las personas que cruzan desde Moldavia.
Postolachi explica que desde su pueblo, muy cercano a esta frontera, puede escuchar las alarmas antiaéreas ucranianas, y que ha oído historias de desertores ucranianos que tratan de cruzar el río Prut, lo que le provoca que todas las noches sueñe "que se va a la guerra", según cuenta. Igualando la tendencia de días recientes en el resto de fronteras, Postolachi afirma que en la de Radauti-Prut los primeros días hubo más afluencia, pero ya a partir de la
segunda semana de marzo las personas que huían del conflicto dejaron de ser tan numerosas. En el paso fronterizo de Sculeni entre Rumanía y Moldavia la situación era la misma. Dorinel, voluntario rumano de la cercana ciudad de Iasi, acude desde que comenzó el conflicto a prestar apoyo, pero refiere la misma situación: cada vez salen menos ucranianos y los moldavos cruzan y vuelven con cotidianidad.
En Lipcani, la población moldava de habla rumana del municipio de momento sigue conviviendo con normalidad con la de habla rusa. Elena Agafii, profesora de rumano en el colegio del municipio, explica que "en los primeros días la fila de coches era de un kilómetro y los adultos estaban muy estresados por la situación", pero los niños moldavos se comunicaban en ruso con los niños ucranianos y "mientras los coches esperaban en la fila, los niños (moldavos) jugaban con los refugiados que estaban aquí", indica Agafii.
De momento el Gobierno de Moldavia llama a la calma asegurando que no ha visto movimientos de tropas rusas en la región separatista de Transnistria, no obstante la población está alerta; la profesora Elena Agafii explica que de momento el pueblo fronterizo de Lipcani se ha volcado con los refugiados ucranianos acogiéndolos en la casa de cultura, y preguntada por la posibilidad de que el conflicto se extienda a su territorio, la profesora explica que los moldavos "tienen miedo porque Moldavia no es de la OTAN ni de la UE", por
lo que muchos de sus conciudadanos "se han hecho muchos pasaportes para, en caso de una guerra, huir a Rumanía u otro país de Europa", sentencia la profesora.
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