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La bajada de impuestos y su escaso impacto en el bolsillo​

Las normas europeas limitan una actuación contundente en la bajada de impuestos para los hidrocarburos. Los expertos descartan que actuar en esa dirección tenga efectos importantes para rebajar los precios.

Colas en una gasolinera de Tuy, Pontevedra
Colas en una gasolinera de Tuy, Pontevedra. Salvador Sas / EFE

La crisis de la energía ha puesto sobre la mesa viejas recetas liberales: bajar impuestos para amortiguar la inflación de precios. El debate, con los transportistas en las calles paralizando el país, pescadores amarrando barcos y agricultores lastrados por la carestía, gira en torno a los hidrocarburos; los combustibles fósiles que nutren coches, tractores, barcos, camiones y furgonetas, y cuyos impuestos se justifican, en buena medida, por el impacto ambiental y su incidencia en la crisis climática.

El Gobierno presentará un nuevo plan estratégico de recuperación en la semana próxima y parte de la derecha reclama que éste se cristalice en forma de bajada de impuestos. Concretamente, el IVA y el impuesto especial para el diésel y la gasolina.

Si bien no hay nada concreto, reformar estos tributos suscita dudas desde el punto de vista de los efectos positivos para las familias y trabajadores, además de arrojar cierta incoherencia para con las demandas de Bruselas, que pide una mayor recaudación a España, cuya tasa está seis puntos por debajo de la media europea, según Eurostat.

"Hay muy poco margen de actuación en la rebaja de impuestos", dice Carlos Cruzado, presidente de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha). "En el caso del IVA de los carburantes, está en el tipo general de Europa, en un 21%. Para cambiarlo haría falta un acuerdo con la UE como el que se hizo con las mascarillas en la pandemia", indica el experto. Por lo que se refiere a los impuestos especiales de hidrocarburos, la capacidad de actuación es también estrecha, pues España es uno de los países con menor gravamen del viejo continente. De hecho, el diésel disfruta ya de una bonificación fiscal que le permite tener un precio más bajo en los surtidores.

Con las normas en la mano, la bajada de los impuestos especiales también disponen de poco margen de actuación debido a los límites impositivos marcados por las directivas europeas. En el caso de la gasolina sin plomo, actualmente el gravamen se sitúa en los 4 céntimos por litro y, la directiva comunitaria marca el tipo más bajo en los 3,5 céntimos por litro. En el gasóleo, actualmente el impuesto especial se sitúa en los 3,07 céntimos por cada litro de carburante, mientras que Europa establece el impuesto más bajo en los 3,02 céntimos por litro.

Carlos Sánchez Mato, profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, hace hincapié en el poco efecto que tendría esta medida para los bolsillos de profesionales y familias. "Estamos hablando de bajada de dos o tres céntimos y eso no soluciona nada", agrega. El que fuera delegado de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid recalca que donde si se vería un impacto negativo sería en la recaudación del Estado, que necesita ingresos para seguir desplegando ayudas para los más vulnerables en tiempos de crisis.

Entre IVA e impuestos especiales, los hidrocarburos dejan en las arcas del Estado 6.000 millones de euros al año, según las cifras de 2020. Una cifra que duplica el presupuesto necesario para el despliegue del Ingreso Mínimo Vital, 3.022 millones de euros según los presupuestos de 2022. Con esa recaudación se podría financiar prácticamente lo presupuestado para becas, pensiones no contributivas y dependencia (2.000 millones de euros cada partida). 

"Desgraciadamente, en la mayoría de las ocasiones se toma como atajo fácil la bajada de impuestos. Pero vemos que el precio de la gasolina ha subido una media de 55 céntimos. Lo que bajaría, como vemos, serían uno o dos céntimos por litro. No digo que no sea importante, pero es algo mínimo", valor Sánchez Mato. La posible bajada de impuestos, además, podría quedar engullida rápidamente por las propias dinámicas del mercado que tienden a seguir incrementando los precios. Así lo entiende Cruzado, que compara esta posible medida con la tomada en 2021 para tratar de abaratar la factura de la luz: "Esos 12.000 millones de euros que el Gobierno calculó que se iban a dejar de recaudar en impuestos no han tenido efecto porque el precio ha seguido multiplicándose en los siguientes meses".

La agonía de los profesionales del transporte

La subida de los carburantes deja como principales damnificados a los profesionales del transporte, taxistas, agricultores o pescadores. Estos últimos no pagan impuestos por el gasoil, por lo que las soluciones a su agonía no podría venir de una rebaja. En el caso de los transportistas o labradores que usan tractores, la ley les permite desgravarse el IVA.

Sin embargo, los plazos de devolución tienden a alargarse. Es por ello que existen algunas medidas destinadas a estos sectores como el cambio en los periodos de tres mesas a un mes o, incluso, que el reintegro se produzca tras pagar en el propio surtidor de gasoil.

¿Intervenir los precios?

Sánchez Mato aboga por postura similar a la que ya se estudia con las eléctricas: intervenir los precios. En el caso del sector energético, el debate en el seno del Gobierno gira en torno a la necesidad de poner fin a los beneficios caídos del cielo, los cuales les permiten a las compañías incluir en los recibos costes asociados a las emisiones de CO2 a pesar de haber producido energía con tecnologías no emisoras como la nuclear o las hidroeléctricas. Con los carburantes, la postura del economista es la de acotar los precios e impedir las subidas de mercado basadas en la especulación.

"Siempre hay limitaciones, está claro, pero existen vías para actuar. Las propias directivas europeas entienden que se puede intervenir los precios siempre que haya situaciones excepcionales. Que alguien me diga si esta no es una situación lo suficientemente excepcional", se pregunta el profesor de la UCM, que habla de "poner precios máximos" para impedir la especulación. "Si haces eso paras la inflación, que no viene solo de la guerra, viene de antes. Este debate impide analizar el funcionamiento de los mercados de hidrocarburos y eléctricos, donde no la ley de la oferta y la demanda no importa tanto como la especulación financiera. Si hubiera ausencia de bienes, en este caso de gasolina, podríamos justificar que el precio se disparase, pero no es el caso, no es la última bocanada de gas ni de petróleo", zanja.

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