Este artículo se publicó hace 2 años.
Rusia asume el mensaje guerrerista de Putin tras una larga campaña de desinformación sobre Ucrania
Kiev lleva tiempo siendo demonizada por las élites y los medios de Moscú. Tras el inicio de los ataques, medios rusos han salido al rescate del Gobierno. Más de 2.000 personas han sido detenidas por protestar en las calles.
Àlex Bustos
Moscú-Actualizado a
Moscú lleva atacando a Kiev desde un punto de vista narrativo e informativo desde hace ya meses. "Ucrania es un juguete de Occidente" decía el expresidente ruso Dmitri Medvedev en una entrevista. El ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, aseguraba que "Ucrania puede desarrollar armas nucleares antes que Corea del Norte o Irán", por la tecnología heredada de la Unión Soviética. La idea es definir a Ucrania como un estado fallido y peligroso para los ciudadanos rusos.
El periodista ucraniano Yevhen Fedchenko explica a Público que "la guerra de desinformación empezó en 2014. Algunos elementos incluso empezaron antes". Aquel año se produjeron las 'protestas del Maidan' tras el anuncio del presidente ucraniano de aquel entonces, Viktor Yanukovich, quien se echó para atrás en el tratado de comercio con la UE y despertó la indignación mayoritariamente de los habitantes de la capital y oeste del país.
Tras días de enfrentamientos y caos en estas regiones, incluidos muertos por francotiradores o violencia por parte de neonazis ucranianos, Donetsk y Lugansk decidieron escindirse del "régimen fascista de Kiev". Los rebeldes, de corte pro-ruso, rápidamente conquistaron buena parte de estas regiones. En ese contexto, la retórica contra el "Euromaidance", tal como se llamó despectivamente al Maidán ucraniano, caló en Rusia.
Fedchenko conoce bien la desinformación y los bulos, pues es el cofundador de StopFake.org, una plataforma de verificación que trabaja junto con otras organizaciones del mismo tipo. No en vano, en Rusia hay granjas de trols que se dedican a desestabilizar a otros países o a personas concretas.
Nazis ucranianos
Desde entonces, las etiquetas de Ucrania como un estado nazi o simpatizante del nazismo han circulado ampliamente por redes sociales y medios de comunicación. Sobre este asunto, Fedchenko asegura que "hay demasiado énfasis en eso". "Nos hemos visto obligados a justificar que no somos nazis. Ucrania necesita justificar eso", lamenta.
En Ucrania, especialmente desde 2014, han aparecido algunos grupos neonazis que enarbolan a figuras como Stepan Bandera, colaboracionista nazi en la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que usan simbología nazi como la esvástica o el Totenkopf. Incluso hay milicias y batallones compuestas por personas de esta ideología totalitaria. Existen también páginas como Myrotvorets en las que se cuelgan los datos personales de "enemigos de Ucrania", incluyendo fotos, teléfonos e incluso direcciones de estas personas.
En esos listados hay militares y políticos rusos, pero también ciudadanos que han visitado Crimea e incluso periodistas que han trabajado en la región. La península de Crimea está controlada por Rusia pero a ojos de la comunidad internacional es parte de Ucrania, que la considera propia. En 2014, Moscú la anexionó tras un referéndum que no cumplió con los requisitos democráticos según la UE y Estados Unidos.
Los grupos ultranacionalistas y neonazis no tienen ningún peso electoral en el país. Así lo define Fedchenko: "no tenemos extrema derecha en el Parlamento". Añade que conoce "judíos que se sienten más seguros en Ucrania que en otros países". Los números le respaldan: de los 450 puestos en el Parlamento ucraniano ostentan solo uno, mientras que en las últimas elecciones a la Rada, a pesar de que diversos partidos de extrema derecha fueron juntos a los comicios, solo obtuvieron un 2,15%.
El tono ruso fue un paso más allá el pasado lunes 21 de febrero, cuando Vladímir Putin habló de una Ucrania "nazi". En ese momento estaba dirigiéndose a sus ciudadanos justo antes de firmar el Tratado de Amistad, Cooperación y Ayuda Mutua junto a las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, reconocidas internacionalmente como parte de Ucrania.
Con la intención de registrar ese momento en la mente colectiva de los rusos, la firma contó con un narrador que contaba a los espectadores lo que estaban viendo. Un momento para la historia, pues fue el preludio de la guerra que empezó el jueves por la mañana.
Lejos de bajar el tono, hombres de confianza del presidente ruso siguieron la misma línea. Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores, aseguró que Ucrania "no se merece existir como estado soberano". Serguéi Shoigu habló de la amenaza nuclear que supone Ucrania para Rusia, ya que "dispone de conocimientos e infraestructura de la época soviética".
Justificar una guerra
Ese fue un punto clave en la declaración de guerra televisada del presidente ruso. Para sorpresa del mundo entero, finalmente Putin se atrevió a atacar a Ucrania a pesar de las sanciones que supondrían para Rusia y del daño a las relaciones entre Moscú y la comunidad internacional.
"Vamos a desarmar y desnazificar a Ucrania", fueron las contundentes palabras del presidente ruso durante el anuncio de la "operación militar especial". Según el líder ruso, se trata de algo necesario para acudir en defensa de los aliados de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y para frenar el "genocidio" de rusoparlantes.
Durante los 8 años de guerra en el Donbass han muerto cerca de 14.000 personas. En ese contexto, el inicio de una guerra había que venderlo al público como algo positivo, como una acción humanitaria a favor de los habitantes del este de Ucrania y también para "liberar" a los ucranianos de un régimen que este viernes han tildado de "neonazis y drogadictos".
De entrada, es algo complicado por la estrecha relación histórica entre ambos países, que a ojos de los rusos son "pueblos hermanos". Así lo explica Kirill Shamiev, analista de política en Riddle Russia: los rusos –especialmente aquellos que crecieron en la URSS– tienen muchos conocidos y familiares ucranianos. La guerra romperá esos vínculos, a veces físicos".
Un conflicto abierto de estas características también tendrá consecuencias económicas. "Las sanciones castigarán duramente a la economía rusa", añade el analista. No es la primera vez que se aplican contra Moscú: ya sucedió en 2014 tras la anexión rusa de Crimea o el envenenamiento del opositor ruso Aleksey Navalny.
Los medios de comunicación rusos han salido ahora al rescate para tratar de convencer a la población. Uno de los presentadores más conocidos en los late show de este país, Vladimir Solovyov, dijo en su programa en la televisión estatal rusa: "Esta era una medida necesaria. Rusia no empieza guerras, las acaba".
En ese mismo programa, algunos invitados discutían cómo repartirse Ucrania con Polonia o sobre cómo invadir la isla sueca de Gotland para poder atacar a los países bálticos.
Contra las críticas
Entre la población rusa hay diferencias de opinión. Mientras una mitad de la población –según la cadena CNN– lo ve como algo bueno (algunos de ellos como algo necesario para proteger del "genocidio"), la otra parte está en contra. Muchos de ellos tienen miedo de hablar y hay un clima de silencio sobre el tema. Uno de los que sí se atrevió a pedir la paz fue el premio Nobel Dmitri Muratov: este periodista y director de Novaya Gazeta se pronunció en contra del conflicto.
Asimismo, los que protestan contra la guerra han recibido palabras de otra de las voces de referencia entre los partidarios del Kremlin, Margarita Simonián, quien ha escrito en redes sociales que los que protestan contra la guerra "se avergüenzan de ser rusos".
"Si ahora les avergüenza ser rusos, no tengáis miedo, no lo sois", afirmó. Ella misma escribió que "este año desfilamos en Kiev", escribió Simonián en su mensaje, acompañado de un vídeo en el que se ven algunos tanques.
Shamiev también explica que ante esta reacción de la población, "el Kremlin incrementará la represión en casa para contener a la sociedad". Así ocurrió el mismo jueves en el que empezó la guerra: un fuerte despliegue policial en el corazón de Moscú esperaba a cualquiera que se atreviera a protestar. Días antes fueron detenidas 60 personas que se habían manifestado a título individual o en pequeños grupos.
El mismo jueves, la cifra de detenidos llegó a los 2.000 en toda Rusia. Las manifestaciones no estaban autorizadas por el gobierno, que aducía el COVID como principal razón –a pesar de las medidas poco estrictas que ha seguido Rusia durante toda la pandemia–. Moscú y San Petersburgo fueron escenario de las principales concentraciones, pero hasta en 53 ciudades de toda Rusia hubo protestas, entre ellas otros grandes centros urbanos como Nizhni Novgorod, Yekaterimburgo o Novossibrisk.
Los manifestantes detenidos se exponen a grandes multas, penas de cárcel, pérdida de trabajo, expulsión de la universidad en el caso de estudiantes o ser llamados para el servicio militar. Para los hombres jóvenes es obligatorio, aunque hay algunas formas de evitar ir. No obstante, el hecho de ser detenido en una manifestación ilegal puede significar ser llamado a filas, y en este momento, eso puede conllevar ir a luchar en Ucrania.
Los manifestantes fueron duramente reprimidos y recibieron golpes, incluso una mujer que llevaba un bebé o periodistas que cubrían las concentraciones.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.