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Hay que desconectar a HAL 9000

El HAL financiero es el enemigo feroz de quienes han malgastado o menospreciado el dinero, los gobernantes del mundo deberían armarse de astucia y valor y confabularse para acabar con él

ANTONIO AVENDAÑO

A lo que más se parecen los llamados mercados financieros internacionales es al superordenador HAL 9000 que gobierna la nave que viaja con destino a Júpiter en la película 2001. Una odisea del espacio. HAL 9000 es a su vez tan perfecto que a lo que más se parece es a dios. Los mercados son un dios anónimo y difuso que se muestra sordo a los sacrificios que le ofrecen sus hijos. Los eslabones más débiles de la cadena dorada del euro son rescatados y sometidos a severísimas curas de adelgazamiento presupuestario con la esperanza de que el dios invisible del que todo depende reaccione y comience a mostrarse compasivo. Pero no lo hace.

Los gobernantes y las poblaciones de esos países claman al cielo, pero el cielo no les escucha. Proclaman una y otra vez que han hecho todo lo que se les ha pedido, pero de nada sirve. El gran ordenador central de última generación que gobierna las finanzas del planeta no se inmuta. España se ve impelida a pedir un rescate de 100.000 millones para salvar su banca arruinada, con la esperanza de que los mercados calmen su voracidad y desistan de continuar, como Saturno, devorando al siguiente de sus hijos menos ágiles para escapar de tan sangrientas fauces. Pero Saturno no da señal alguna de haber tenido bastante con Irlanda, Portugal o Grecia. Quiere más. Y seguirá queriendo más por una razón: porque no puede no seguir queriendo más.

En la película de Stanley Kubrick o, para ser más precisos, en la parte de la película Stanley Kubrick que se entiende, el ordenador HAL 9000 controla todas las funciones vitales tanto de la nave como de los propios astronautas que hacen gran parte del viaje a Júpiter en estado de hibernación. Su inteligencia es un portento. Es una máquina, pero es tan perfecta que lo sabe todo sobre sí misma y sobre los hombres que la han concebido. En cierto momento, sin embargo, el astronauta David Bowman descubre que HAL ha perdido el juicio. Está matando a los tripulantes de la nave sin que nadie sepa muy bien por qué. Era perfecta, pero de pronto se ha vuelto loca. Ya no es de fiar. Hace trampas, engaña y sacrifica ciegamente y sin motivo aparente a los hombres que la crearon. En esa parte de la película Bowman se arma de astucia y de valor y desconecta a HAL, que se resiste a morir y le pide desesperadamente al astronauta que tenga piedad de él. Bowman se limita a hacer lo que tiene que hacer. HAL tiene que morir. No hay elección: o HAL o la misión.

Pero los dirigentes políticos mundiales no son Bowman. Ni siquiera está claro que sean verdaderamente conscientes de la urgencia de desconectar a HAL. Y si lo fueran, lo cierto es que no saben cómo hacerlo. Los mercados son una especie de supercomputadora que se ha vuelto loca, pero nadie parece advertirlo. La locura no consiste en que se haya vuelto cruel o vengativa. La locura consiste en que es más poderosa que los propios hombres que la concibieron. Ningún sacrificio le parece bastante. Sigue devorando naciones, pero no hay nada personal en ello. Son solo negocios. La razón última de su comportamiento no es exactamente producir ganancias y más ganancias para unos pocos, que también. Su razón última es la propia inercia de su razón de ser: fue creada para ocuparse de los movimientos del dinero y para cuidar de que al dinero no le ocurriera nada malo, y eso es lo que está haciendo.

Los gobernantes del mundo deberían armarse de astucia y valor y confabularse Los gobernantes reunidos en México en el G-20 hablan una y otra vez de su confianza en que las medidas tomadas calmen a los mercados, de su esperanza en que estos se avengan por fin a razones y no sigan castigando a países como Portugal ayer, España hoy o Italia mañana. Pero nuestro HAL financiero, perro guardián del dinero, enemigo feroz de quienes han malgastado o menospreciado el dinero, no da señales de compasión. No cede. No es quiera víctimas porque sí: lo único que quiere, como el HAL de Kubrick, es seguir siendo HAL, seguir gobernando la nave, mantener el control, cumplir escrupulosamente el cometido para el que fue concebido: asegurarse de que el dinero sale siempre ganando. Los gobernantes del mundo deberían armarse de astucia y valor y confabularse para hallar de una vez por todas la manera de desconectar a HAL. No es fácil porque está en todas partes y en ninguna y porque le hemos entregado el control de las principales funciones vitales de esta nave inmensa que es el planeta Tierra viajando sin sentido por los espacios siderales con destino a ninguna parte.

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