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Confesaron cinco asesinatos y siguen viviendo libres en Viena mientras las víctimas son amenazadas
La Justicia austriaca ha confirmado que dos de los tres armenios condenados a cadena perpetua por la masacre perpetrada en el barrio beirutí de Bourj Hammoud en 1985 viven en Viena tras identidades falsas. Las familias de las víctimas piden su extradición mientras hacen frente a amenazas de muerte.
Barcelona-Actualizado a
"No hace mucho me llamó un pez gordo que vive aquí, en Beirut, y que tiene conexiones con el Gobierno", cuenta una de las familiares de las víctimas de la masacre cometida hace 36 años en Bourj Hammoud, el barrio armenio de la capital del Líbano.
Es triste recordar.
"Dijo que quería contarme algo relacionado con el atraco de la joyería. Yo accedí a hablar con él y me confesó que había recibido una llamada desde Estados Unidos de un primo de Panos Nahabedian, uno de los tres autores del atraco, en la que le insinuaban que recibiría una buena suma de dinero si lograba introducirse en los archivos judiciales de Beirut y modificar el documento del veredicto libanés que pesaba sobre él y sus hermano, de cadena perpetua a pena capital. Pasaron varios meses y el tipo al que hicieron el encargo no movió un dedo porque ni siquiera en un país tan corrupto como el Líbano puede cambiarse una sentencia. A no tardar, un segundo individuo que se identificó también como familiar de Panos volvió a llamarle de un modo muy agresivo para reprocharle que no hubiera cumplido con el encargo a pesar de los 75.000 dólares que se le habían entregado. Él no había recibido ni un centavo, pero gracias a esa nueva llamada averiguó que, según esos supuestos familiares de los asesinos, Panos le había dado 75.000 dólares a una 'prima' para que se los entregara a él. Parece que la intermediaria se quedó con el dinero y desapareció. O eso es lo que ellos dicen".
"Te dispararemos en la boca"
La allegada de una de las víctimas dice estar bien segura de la veracidad del testimonio del funcionario al que presuntamente pretendían sobornar, cuya identidad conoce bien. Tampoco alberga duda alguna de que dos de los tres asesinos convictos y confesos del joyero Hrant Kurkdjan (1925-1985) y sus cuatro empleados –las dos mujeres Jayour Tekeyan y Maria Hanna Mijayel y los dos hombres Hani Zammar y Avedik Boyadjian– "no han dejado nunca de pensar y de actuar como malhechores".
Ella misma recibió una llamada de teléfono cuando este diario dio a conocer hace ahora un par de años la verdadera identidad de los asesinos huidos de la cárcel libanesa de Roumieh. "Me espetaron que dejara de remover en el pasado o me descerrajarían un disparo en la boca". El intento de asustarle le obligó a mostrar cautela, pero en ningún caso le intimidó lo suficiente como para no seguir tratando de desenmascarar a los atracadores asesinos junto a trece familiares más vinculados a las víctimas. Todos claman por justicia.
¿Por qué querría alguien pagar una considerable suma de dinero para que le conmutaran una pena de cadena perpetua a capital y por qué habría de confesar alguien que pretendían encomendarle semejante encargo en el contexto de una trama de corrupción? Esa es la parte más sencilla de entender cuando se considera el contexto entero de esta siniestra y enrevesada historia, investigada y dada a conocer Público en diciembre de 2019, la historia del mayor y más sangriento atraco cometido jamás en Oriente Medio, un robo que dejó cinco cadáveres sobre el suelo y que tiene ramificaciones en Austria, Armenia, Francia, Mónaco y los Países Bajos, además del Líbano.
Cuando este diario dio a conocer el lugar donde se escondían los asesinos, habían transcurrido 34 años desde la famosa masacre de Bourj Hammoud. Nadie había sabido nada hasta aquel momento de los tres hermanos armenios a los que se condenó en ausencia –primero a muerte, y después a cadena perpetua– por el atraco con fuerza y el asesinato de uno de los copropietarios de la joyería y cuatro de sus empleados. Según la policía libanesa, se escaparon de un penal de Beirut deslizándose por unas sábanas y nunca más se logró dar con su rastro.
La reconstrucción de los hechos realizada en 1985 por la policía libanesa sugería que los tres hermanos con raíces armenias –Hratch, Panos y Raffi Nahabedian– entraron a las dos y media de la tarde del 28 de marzo de 1985 en una conocida joyería del barrio armenio beirutí de Bourj Hammoud con la determinación de vaciar la caja y no dejar testigos tras de sí.
La sentencia dio por probado que fue el más joven de los implicados, Hratch Nahabedian, de 20 años, quien mató a sangre fría a los cinco presentes en el local
La sentencia en que se les condenó dio por probado que fue el más joven de los implicados, Hratch Nahabedian, de 20 años, quien mató a sangre fría a los cinco presentes en el local con una pistola mientras sus hermanos Panos, de 27, y Raffi Nahabedian, de 23, robaban la joyas y el efectivo. La familia del joyero muerto evaluó el valor de todo lo sustraído en dos millones de dólares de la época, lo que equivaldría a diez millones de euros al precio actual de los diamantes y las gemas que robaron.
Primero, la fuerzas de seguridad libanesas encontraron buena parte del botín dentro de un saco oculto en la vivienda beirutí de Raffi, donde le arrestaron. Horas después, detuvieron a Panos en un hostal, donde se recuperó otra parte de las joyas, y tres días más tarde, hallaron en Chipre al asesino Hratch.
Se deslizaron por una sábana
Los tres fueron encarcelados tras confesar sus crímenes, pero oficialmente lograron escapar de la prisión anudando varias sábanas y deslizándose por la ventana. Los allegados de las víctimas dan por sentado que los delincuentes utilizaron parte del botín que la policía jamás recuperó para sobornar a sus carceleros y a los funcionarios de la corrupta policía de la época. En ese punto, se les perdió el rastro, hasta que una investigación divulgada por reporteros españoles dio a conocer que los dos Nahabedian todavía vivos llevaban una placentera vida de joyeros respetables y piadosos cristianos en Viena, donde se habían construido unas nuevas existencias con identidades falsas.
Las pesquisas realizadas por un abogado de los familiares de las víctimas, el ex fiscal Norbert Haslhofer, demostraban que el difunto Haroutioun Dayan Nahabedian que yace en el cementerio austríaco de Margaretenstrasse, en Viena 1050, desde el 12 de diciembre de 2012, no es otro que Raffi Nahabedian, oculto tras una falsa identidad de alguien doce años mayor. Raffi entró en Austria en 1988, y obtuvo la ciudadanía en 1992. El falso Haroutioun Dayan abrió su propia joyería en 2006, en la calle Gluckgasse.
Tanto Hratch como Panos están todavía vivos y al igual que él, se crearon una nueva existencia parapetados tras otros dos nombres falsos. Por un lado, el autor confeso de las cinco muertes –Hratch Nahabedian– y el impostor Hamayak Sermakanian son una misma e idéntica persona, desdoblada en dos identidades. Al igual que Raffi Nahabedian (el falso Haroutioun Dayan), Hratch abrió una pequeña joyería de aspecto miserable que regentaba bajo su falso nombre de Hamayak Sermakanian.
Los tres asesinos se crearon una nueva existencia parapetados tras otros dos nombres falsos
El mayor de los hermanos –Panos Nahabedian– es el que ha llevado hasta la fecha una vida más aparentemente desahogada, junto a su esposa libanesa de origen armenio y su hija Talar –tuvieron también una hija con síndrome de Down que yace enterrada no muy lejos de la tumba de Raffi. Esta rama de los Nahabedian tiene una lujosa joyería en Viena, que lleva justamente por nombre el apellido falso tras el que se han ocultado durante todos estos años. Es decir, Mazbani, que es una variante 'comercial' del apellido armenio que usan: Mazbanian.
Las tres joyerías de los hermanos se encontraban en el mismo distrito vienés, a muy corta distancia. La de Raffi se clausuró cuatro años después de su fallecimiento (en 2016), mientras que Hratch dejó de ser visto por el tugurio que regentaba en la calle Akademiestr desde que, en el año 2016, las fuerzas de seguridad austriacas se presentaron en su domicilio para pedirles que le acompañaran a comisaría. Desde 2017, gracias a una prueba dactilográfica, la policía austriaca ha certificado la verdadera identidad de Hratch.
Mazbanian es Panos
Recientemente, las fuerzas de Seguridad han logrado acreditar mediante idéntico procedimiento que el joyero opulento George Mazbanian es Panos en realidad. Pocas semanas después de que apareciera la información en Público, las familias de las víctimas denunciaron a los dos hermanos vivos por falsificación de documentos y pidieron a las autoridades austriacas que les cancelara la ciudadanía. La guerra judicial que los catorce familiares de las víctimas sostienen contra los asesinos se podría desdoblar ahora en dos posibles escenarios: que se reabra el caso en Austria y se les juzgue desde cero por robo y homicidio o que sean extraditados. En el primero de los supuestos, Hratch no podría ser condenado, dado que era menor de 21 años cuando el atraco tuvo lugar. La denuncia por falsificación tampoco puede progresar porque los delitos han prescrito.
Y eso es justamente lo que podría explicar, en palabras de una de las descendientes de las víctimas, que presuntamente Panos estuviera dispuesto a pagar para que se cambiara en Líbano de forma irregular la sentencia a cadena perpetua que pesa sobre él por otra a pena capital. "Con arreglo a lo que sabemos, pretendía que se eliminara la parte del veredicto donde se le conmutaba la condena a muerte inicial por cadena perpetua, gracias a una amnistía, porque sabe que las autoridades austriacas no le extraditarían a un país donde todavía hay vigente y donde tiene pendiente su ejecución", dice. "Es normal también que el enlace a quien pretendían comprar hablara finalmente porque se sentía amenazado".
Que no tengan nunca paz
"No me sorprende que tengan miedo, pero eso no nos consuela. Incluso si los dos asesinos vivos acabaran en la cárcel no se hubiera hecho justicia", dice la hija del joyero asesinado, Annie Kurdjian. "Arruinaron a mi familia y a las de otras cuatro personas y eso no se pagaría ni con veinte millones de dólares. Queremos que la verdad salga a la luz y que no tengan jamás paz mientras estén en este mundo. ¿Cómo podría dejar en paz a los asesinos de mi padre y de sus empleados".
Los catorce familiares de las víctimas que han reunido esfuerzos para emprender una batalla judicial no terminan de entender la laxitud con la que actúan las autoridades judiciales austriacas. En su opinión, el modo en que están llevando el caso solo beneficia a los asesinos. "Tengo amigos en la comunidad armenia de Viena", nos dice otro de los familiares de las víctimas. "Y todo el mundo coincide en que Panos no alberga ningún sentimiento de culpa, exactamente igual que los psicópatas. En cierta ocasión le confrontaron con las informaciones que habían publicado sobre él y lo atribuyó a un complot. Lo que sí experimenta es vergüenza porque se siente expuesto y cuestionado, a pesar de que no suele mezclarse mucho con la comunidad armenia local".
Los familiares de los asesinados creen que la única que está pagando por los crímenes de los tres hermanos es la hija de Panos, Talar, quien se halla al frente de la lujosa joyería familiar situada en el número 4 de la calle Führichgasse. "Ella es la cabeza visible del negocio. Y estamos seguros de que ni siquiera conocía todos los detalles de lo acaecido en Bourj Hammoud, si es que en verdad le habían dicho algo. Su padre Panos es encantador, el clásico manipulador del que uno jamás sospecharía", añade otro allegado de las víctimas. Sin excepción, los catorce familiares de los asesinados han visitado la tumba de Raffi Nahabedian en Viena "para encontrar consuelo al menos en el hecho de que uno de los tres yace ya bajo tierra". A la única entrevista que ha concedido hasta la fecha se presentó con un cuenco lleno de fruta y de baklava, unos dulces orientales.
"Hay mucha gente implicada en esta historia y no pocos tienen miedo", apuntan los familiares de las víctimas
Según Annie Kurdjian, la hija del joyero, la personalidad extrovertida del criminal convicto Panos fue una de las razones por las que Hrant Kurdjian jamás sospechó de las malas intenciones de sus empleados. "Mi papá le apreciaba por sus palabras amables y halagadoras. Una semana antes del asesinato, el falso Mazbanian le dijo que era como un padre para ellos y que no sabían cómo agradecer todo lo que estaba haciendo".
Gracias a la documentación remitida por la Justicia libanesa se ha podido saber también que existen contradicciones en las distintas confesiones realizadas por los asesinos. Existen al menos dos: una realizada en la comisaría de Policía y otra ante una corte militar. En sus primeras declaraciones, se incriminaban unos a otros, acusándose recíprocamente de ser los autores de los disparos que acabaron con la vida de cinco inocentes. Dos meses después, cuando el caso fue transferido a la corte militar, los tres empezaron a decir que había sido Hratch el autor de los disparos. En opinión de las familias, es obvio que consensuaron una nueva estrategia porque, dada su condición de soldado, el más joven de los criminales no podía ser condenado a muerte.
Lo cierto es que existen numerosas evidencias incriminatorias contra los tres hermanos como el hallazgo en sus manos del botín y algunas grabaciones, además de sus propias confesiones y las de otros testigos como el suegro de uno de ellos. La fiscal que lleva el caso adujo en su día que no podía decidir si procesa de nuevo por homicidio y robo agravado a los hermanos hasta que los tribunales de Beirut no le remitieran la documentación precisa. A pesar de los retrasos que provocó la covid y la crisis financiera libanesa, esa documentación está ya en manos de la fiscal y podría estar completamente traducida a principios del próximo año.
Desinterés de la Justicia austriaca
Podrían pasar meses, si no años, hasta que se conozca el desenlace. La estrategia de los abogados de los asesinos consiste justamente en demorar todo el proceso burocrático hasta el infinito y en aducir que sus representados confesaron bajo tortura en un contexto político, el de la guerra civil libanesa, que no podía garantizar la limpieza de un proceso judicial. Entre tanto, los testigos clave envejecen o mueren, razón por la que las víctimas secundarias del atraco y los crímenes no entienden la falta de diligencia y el desinterés de la Justicia austriaca, y menos todavía, las facilidades que, en su opinión, están brindando a los asesinos confesos.
Del lado libanés no es mejor el escenario. "Hay mucha gente implicada en esta historia y no pocos tienen miedo", apuntan los familiares de las víctimas. "El juez que llevó el caso tiene ahora 94 años y de forma privada, llegó a admitir que era consciente de que los asesinos escaparían de la prisión porque había envuelto en el asunto algún pez gordo. Hablamos de una trama que se desarrolla en un escenario ultracorrupto y donde podría haber gente dispuesta incluso a asesinar y, por supuesto, a dejarse comprar".
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