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Julian Assange carga contra los poderosos

El editor de Wikileaks se suma a la concentración con una careta de Anonymous

IÑIGO SÁEZ DE UGARTE

'Esto no es una recesión. Esto es un robo'. Esta pancarta resumía los sentimientos de las miles de personas que se reunieron en Londres para unirse a la movilización internacional del 15-O. No pudieron hacerlo ante la sede de la Bolsa por una orden judicial dictaminada el día anterior que prohibía el acceso a la pequeña plaza Paternoster.

No importó. A las 12 de la mañana, y tras comprobar que la Policía bloqueaba todas las entradas, el primer millar de manifestantes se hizo fuerte en las escalinatas de la catedral de San Pablo, donde se declararon en asamblea permanente.

Dos horas después, apareció Julian Assange, lo que dio lugar a un incidente con la Policía. El editor de Wikileaks llevaba puesta una máscara de Anonymous, que los agentes le obligaron a quitarse. La sección 60AA de la Ley de Antiterrorismo, Crimen y Seguridad de 2001 permite a la Policía prohibir el uso de máscaras si cree que pueden utilizarse en la comisión de un delito. El ambiente en la plaza era festivo y pacífico, pero la Policía aplica esta prohibición por defecto siempre que le parece oportuno.

Assange, que llegó protegido por dos guardaespaldas, atacó en una breve intervención a los grandes centros de poder: 'Se envía a la gente a Guantánamo para imponer la ley y el orden, y por lo mismo se blanquea dinero en las islas Caimán. Este movimiento (por el 15-O) no tiene nada que ver con la destrucción de la ley, sino con su construcción'.

La Policía acosó durante toda la jornada a los manifestantes. Puso en práctica la técnica de kettling (por la que se prohíbe a la gente entrar o salir de una zona durante una concentración) pero de forma menos agresiva que en otras manifestaciones. Al final, se podía entrar en la plaza, pero nadie tenía la garantía de que podría salir.

Muchas personas pretendían pasar la noche ante la catedral. Al filo de las 11:00 de la noche, ya había 20 tiendas de campaña preparadas. Sin embargo, la Policía parecía dispuesta a impedirlo. El cordón policial entró en la plaza y los agentes hicieron ver a la gente que tendrían que abandonarla por el curioso argumento de que al día siguiente se celebrarían servicios religiosos en la catedral.

En total, cerca de 6.000 personas pasaron por la concentración.

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