Este artículo se publicó hace 2 años.
La pandemia y la guerra en Ucrania revierten las prioridades europeas: del cambio climático al refuerzo militar
La crisis del coronavirus y la invasión rusa monopolizan la primera mitad de la actual legislatura europea. La UE que dejará Von der Leyen en 2024 no seŕá la misma, pero sí lo es la gran asignatura pendiente: crear una política de asilo común.
María G. Zornoza
Bruselas-Actualizado a
"Una Unión que lucha por más". Así resumió Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, su agenda para la legislatura de 2019-2024. Cinco pilares sostenían sus prioridades políticas: la transición ecológica; el pilar social; la transformación digital; los valores europeos; una Europa más fuerte en el mundo; y la democracia europea.
Pero la pandemia global y el regreso de la guerra en Europa han revertido las ambiciones y el programa de la que está llamada a ser una Comisión geopolítica. La alemana recogió el testigo de su predecesor, Jean-Claude Juncker, con un proyecto europeo asentado en la policrisis. En la última década, la UE ha lidiado con la crisis financiera global, la casi salida de Grecia del euro, la primera marcha de uno de sus Estados miembros, el Reino Unido; la crisis de refugiados de 2015; y la amenaza interna de Polonia y Hungría al Estado de Derecho.
La gran ambición en la Bruselas de 2019 era impulsar la transición verde y convertir a Europa en el primer continente neutralmente climático a mitad de siglo. El gran reto es ahora canalizar la independencia energética de Rusia a través de la apuesta por las energías renovables.
Pocos meses después de aterrizar en el piso 13 del Berlaymont, Von der Leyen se topó con la peor pandemia del último siglo. La crisis sanitaria ha monopolizado la agenda y las energías de la capital comunitaria durante más de dos años y ha dejado hitos impensables antes de su irrupción: la compra conjunta de vacunas, la emisión de deuda común, la flexibilización de las reglas fiscales y el plan de recuperación Next Generation EU.
Cuando el coronavirus comenzaba a pasar a las páginas de la historia y la vida volvía a trasladarse de las pantallas a las calles, llegó la guerra a Ucrania. Un temor que venía calentándose durante meses, pero que los europeos pensaban que no llegaría a materializarse. Tal ha sido el shock y la vorágine de sanciones, reuniones y medidas, que el paso de la pandemia a la gripalización del virus apenas ha encontrado espacio en los discursos de políticos europeos o medios de comunicación.
Josep Borrell: "Esta guerra se ganará en el campo de batalla"
La guerra se ha comido a la pandemia en términos informativos y de agenda europea. Y también está provocando un cambio tectónico en la seguridad europea y en la esencia del proyecto comunitario. La UE que dejará Von der Leyen dentro de dos años no será la misma que la que tomó en 2019. La Unión es ya un proyecto más militarizado. Por primera vez en su historia financia -con 1.500 millones de euros- el envío de armas a un país en guerra. Son muchos los que hablan de un despertar de la seguridad y la defensa europea, tradicionalmente caracterizada por su potencial diplomático y no belicista, lo que le llevó a ganar el Premio Nobel de la Paz en 2012.
"Para la generación de mis padres, Europa era una aspiración de paz en un continente dividido durante demasiado tiempo. Para mi generación es una aspiración de paz, prosperidad y unidad", asegura la líder del Ejecutivo comunitario en su carta de presentación. Tras más de un mes y medio de guerra es ya una aspiración con un gasto de defensa más elevado, más tropas en los países del Este y más discurso belicista. "Esta guerra se ganará en el campo de batalla", aseguraba recientemente Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores, marcando la prioridad para la nueva ofensiva que se anticipa en el Donbás: más armas a Ucrania y más pesadas.
Los olvidados y los eclipsados
Una de las grandes asignaturas de la Comisión anterior fue la de impulsar una política de asilo común. La UE suma siete años sin ella, resolviendo los dramas migratorios en sus fronteras y en sus mares con soluciones ad hoc y dejando a solicitantes de asilo durante años atrapados en procesos sin fin. Una de las promesas de la alemana fue acelerar las conversaciones para consumar un nuevo pacto migratorio, algo que ha quedado en el cajón de sastre cuando ha pasado el ecuador de su legislatura.
El 27 de febrero, una barcaza partió del puerto libio de Sabratah con 40 personas a bordo. Los cuerpos de 15 personas, incluido el de un bebé, fueron hallados poco después tras naufragar. Los 35 restantes nunca aparecieron. Tres días después, la Comisión Europea aprobó la Directiva Temporal de Asilo, una herramienta cocinada durante la guerra de los Balcanes y que nunca había sido puesta en marcha. El detonante fue la guerra en Ucrania. A través de esta legislación, los refugiados procedentes de Ucrania tendrían en cuestión de días todos los derechos garantizados para trabajar, vivir y desplazarse por la UE. En paralelo, los refugiados con pasaporte de Siria, Afganistán o Somalia sumaban y suman años en el limbo para obtener su protección internacional.
En términos económicos, las dos grandes crisis -sanitaria y bélica- también han eclipsado los avances en la Unión Bancaria, en la Unión Monetaria y en la reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El Estado de Derecho es la crisis interna más punzante para la estabilidad de la UE
También pendiente se encuentra el compromiso de añadir la violencia contra las mujeres en la lista de eurodelitos. El Parlamento Europeo ya lo pidió en septiembre, en una resolución que contó con la abstención del Partido Popular español. Dentro del colegio de comisarios habría reservas de algunos de sus miembros para elevar este lastre social a los crímenes definidos en los Tratados. Y las resistencias de países como Hungría o Polonia en el seno del Consejo Europeo hacen muy difícil que vaya a consolidarse. Una de cada tres mujeres europeas han sufrido en su vida algún tipo de violencia machista física o psicológica. La Comisión Europea sí presentó recientemente un proyecto de directiva que busca unificar el "no es no" en los Veintisiete para penalizar la violación en cualquier relación sexual no consentida.
La última pata de la agenda Von der Leyen es el "empujón a la democracia europea". Para ello se buscaba escuchar la voz de los ciudadanos a través de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, una iniciativa que consagró muchas expectativas durante su arranque pero que se anticipa muy descafeinada en términos de resultados concretos.
El Estado de Derecho, la crisis interna más punzante para la estabilidad de la UE, es otra de las víctimas de las macro-tensiones actuales. El líder iliberal y ultraconservador Víktor Orbán acaba de revalidar su cuarto mandato en Hungría. Bruselas, tras meses aplazando la decisión, ha anunciado que aplicará el mecanismo de condicionalidad contra el país, privándole de millones de euros de fondos europeos por sus desmanes con la corrupción. Quien está saliendo más triunfante de esta crisis en Ucrania es el otro país rebelde, Polonia. La invasión rusa ha proyectado a los de Kaczynski como los alumnos privilegiados de la clase pasando de un choque frontal con Bruselas a ser uno de los grandes aventajados por acoger a millones de refugiados ucranianos y ser la voz más tenaz contra Vladimir Putin.
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