Este artículo se publicó hace 2 años.
El bonapartismo 'sui géneris' de López Obrador, a consulta en las urnas
El presidente mexicano, con una alta popularidad, se somete este domingo a un inédito referéndum revocatorio promovido por sus partidarios. Las encuestas dan por hecho que será ratificado en el cargo y la oposición llama a no participar en la consulta.
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Exiliado en México y atrincherado en su casa-búnker de Coyoacán, León Trotsky asistió con interés al proceso de expropiación petrolera emprendido por el general Lázaro Cárdenas a finales de los años 30 del siglo pasado. En sus Escritos Latinoamericanos, el ideólogo de la revolución permanente definió el cardenismo como un "bonapartismo sui géneris", apoyado en la fuerza de obreros y campesinos. Andrés Manuel López Obrador ha resucitado ese espíritu bonapartista desde su arrolladora victoria electoral en 2018. El mandatario progresista fue entonces el candidato presidencial más votado de la historia de México, con más de 30 millones de votos (53%). Aunque ya no goza de la inmensa popularidad del inicio de su mandato, continúa con una valoración muy positiva entre la población. Este domingo se enfrenta a una prueba inédita en México, un referéndum revocatorio promovido por sus partidarios que lo desalojaría de la presidencia en el caso, altamente improbable, de que una mayoría votase a favor de su destitución.
El mandatario progresista, López Obrador, fue entonces el candidato presidencial más votado de la historia de México, con más de 30 millones de votos (53%)
Validado por una reforma constitucional en 2019, el referéndum es para los seguidores de López Obrador un claro ejercicio de participación democrática. Sus detractores argumentan, por contra, que el presidente solo busca mirarse en el espejo de las urnas para reafirmar su popularidad cuando todavía faltan algo más de dos años para que se celebren las elecciones presidenciales. En cualquier caso, el referéndum solo será vinculante si votan al menos el 40% de los inscritos en el censo electoral (unos 37 millones de personas). Si se alcanza ese porcentaje (improbable, según las encuestas) y hay una mayoría a favor de la revocación, AMLO, como se le conoce popularmente en México, deberá abandonar el Palacio Nacional. Convencido de que será ratificado en las urnas, el mandatario ha asegurado que dejará el poder si pierde, aunque el resultado no llegue a ser vinculante.
El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de López Obrador continúa siendo la principal fuerza política de México, como quedó patente hace casi un año en las elecciones legislativas y regionales, en las que el oficialismo se impuso de nuevo a las dos grandes formaciones de la oposición (el Partido Revolucionario Institucional, que gobernó durante siete décadas, y el derechista Partido de Acción Nacional). Morena y sus socios parlamentarios, sin embargo, vieron reducida su presencia en el Congreso y perdieron la mayoría cualificada de dos tercios necesaria para aprobar las reformas constitucionales previstas en la denominada Cuarta Transformación, el proyecto de renovación estructural del país que tiene en mente López Obrador. El Congreso votará la semana que viene una ley de reforma eléctrica que, entre otras medidas, otorgaría al Estado el control mayoritario en la generación y distribución de la electricidad y en la explotación del litio.
Las urnas son, para López Obrador, la mejor expresión de la democracia participativa que defiende
Después de más de tres años en el poder, el líder progresista se mantiene vigoroso en las encuestas que miden su popularidad. Un sondeo de la consultora Mitofsky divulgado hace unos días estimaba su aprobación en el 60%. Otra encuesta del diario El Financiero le otorgaba en marzo una valoración positiva del 57%, tres puntos más que en febrero. El referéndum figuraba entre las promesas electorales de López Obrador y estaba supeditado a la recolección de 2,7 millones de firmas y a su aprobación en el Congreso, dos premisas que se cumplieron. Las urnas son, para López Obrador, la mejor expresión de la democracia participativa que defiende. En su afán de imparcialidad, el mandatario ha decidido no decantarse el domingo por ninguna opción. Su voto será nulo pues incluirá una alusión a uno de esos héroes de la Revolución Mexicana que tanto admira. "Viva Emiliano Zapata", escribirá AMLO en su papeleta electoral, según adelantó esta semana en una rueda de prensa: "No puedo votar ni por una cosa ni por la otra, pero sí tengo que ir a votar porque un demócrata tiene que participar siempre que se trata de tomar decisiones".
Los sectores que defienden la revocación del presidente consideran una incongruencia el hecho de que haya sido el propio gobernante y su entorno político los que hayan impulsado la consulta como una cuestión de ratificación más que de revocación. "Revocafraude", ha llamado al proceso Gustavo de Hoyos, impulsor del movimiento "Sí por México", para quien "se está desvirtuando el espíritu de la figura del derecho ciudadano a pedir la cesación constitucional del encargo del presidente de la República". Los dirigentes de Morena contraponen que el revocatorio es un derecho de todos los ciudadanos, también de aquellos que apoyan a un gobernante. Y será, sin duda, un poderoso dispositivo para que la sociedad evalúe a futuros mandatarios en un sistema que prolonga las presidencias durante seis años.
La oposición, contra la consulta
Los partidos tradicionales han visto en la campaña por el sí un regalo a López Obrador y han apostado directamente por la no participación. Esa postura esconde, sin embargo, la gran debilidad de la oposición y su incapacidad de batir en las urnas a un líder con un gran apoyo popular. Se da por descontada su ratificación el domingo (alrededor del 70% votaría a favor de esa opción, según los sondeos). Lo que está en juego es la cantidad de votos que puede arrastrar el mandatario y la fortaleza electoral de Morena, una heterogénea plataforma política fundada hace una década por López Obrador y en la que están encuadrados exdirigentes del PRI y, principalmente, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), la antigua formación progresista (hoy muy desdibujada electoral e ideológicamente) en la que se forjó el presidente. En la carrera por la sucesión de López Obrador, quien no puede ser reelecto según la Constitución, ya se alistan algunos dirigentes, como la alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el canciller, Marcelo Ebrard, y un político emergente, el ministro de Gobernación, Adán Augusto López, muy activo en la campaña del referéndum.
El discurso del presidente mexicano bebe del progresismo latinoamericano, pero algunas de sus políticas, como el megalómano proyecto del Tren Maya, tienen un rancio sabor neoliberal
Algunos ensayistas mexicanos, como Manuel Aguilar Mora, han criticado desde la izquierda al gobierno de López Obrador, reprochándole la falta de concreción de una auténtica agenda social. El discurso del presidente mexicano bebe del progresismo latinoamericano, pero algunas de sus políticas, como el megalómano proyecto del Tren Maya, tienen un rancio sabor neoliberal. Su arrasadora llegada al poder en 2018, con más de 30 millones de votos, fue fruto del deseo de cambio de amplias capas de la sociedad hartas de la corrupción y el nepotismo del PRI y el PAN. Hay una mayoría social que hoy sigue apoyando al mandatario. Y desde el Palacio Nacional, AMLO siente ese respaldo como la mejor herramienta política contra sus oponentes. Como sugiere Aguilar Mora, el bonapartismo sui géneris al que se refirió Trotksy en los años 30 parece haberse restaurado en el México del siglo XXI.
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