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La Turquía de Erdogan oscila entre Estados Unidos y Rusia

La adquisición del sistema de misiles ruso S-400 acerca a los turcos a Moscú. Erdogan deberá decidir en los próximos días si mantiene el acuerdo alcanzado con Putin, lo que significaría que por primera vez un país de la OTAN adquiere armamento tan sofisticado de Rusia. Estados Unidos sostiene que la aplicación del acuerdo pondría en peligro la unidad de la OTAN y amenaza a Ankara con sanciones económicas y militares.

El presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Foto: Reuters

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Las relaciones entre Turquía y Estados Unidos han entrado en una fase de crisis aguda después de que el presidente Recep Tayyip Erdogan tomara la decisión de adquirir el sistema avanzado de misiles tierra-aire ruso S-400. Ankara adoptó esa decisión en abril de 2017 y está previsto que el despliegue se concrete antes de julio, de ahí que en los últimos días la tensión política y militar se haya incrementado significativamente.

La disfunción entre EEUU y Turquía sigue a la permanente crisis en las relaciones entre este país y la Unión Europea, derivada de la negativa del club exclusivo de cristianos con base en Bruselas a recibir en sus filas a un país de mayoría musulmana. Desde hace años, distintos líderes europeos sostienen en público que Turquía nunca entrará en la UE.

Washington ha amenazado a Ankara con sanciones de gran calado si despliega el sistema ruso, sanciones económicas y sanciones militares que incluyen la cancelación de la venta del avanzado avión de combate de quinta generación F-35, en el que Turquía ya ha invertido 1.250 millones de dólares que perdería si adquiere los misiles S-400.

El consejero de Erdogan Gulnur Aybet advirtió esta semana que Turquía puede acercarse aún más a Moscú, sugiriendo que podría considerar a Rusia como socio estratégico principal en sustitución de Estados Unidos si los americanos imponen sanciones que conviertan la situación en irreversible.

El 8 de abril Erdogan visitó Moscú y reiteró al presidente Vladimir Putin que no se echará atrás en la adquisición del sistema S-400, a lo que el presidente ruso respondió que si cumple el contrato firmado por los dos países, Rusia podría traspasar a Turquía más material militar e incluso tecnología militar puntera.

Moscú ya ha ofrecido fabricar en Turquía algunos componentes del sistema S-400.El acuerdo, de un montante estimado de 2.500 millones de dólares, significaría que Moscú ha metido un pie en unos de los mayores países de la OTAN, pero al mismo tiempo querría decir que los países de la OTAN se sumarían irremediablemente a las sanciones contra Turquía impulsadas por el Congreso de Estados Unidos.

La crisis no puede sorprender a nadie y se ha estado gestando en los dos últimos años aunque solamente en las últimas semanas ha sido posible percibirla en toda su magnitud. Las sanciones de Estados Unidos impulsadas por el Congreso comenzarán automáticamente cuando lleguen a Turquía los misiles rusos, según un acta de 2017.

Washington argumenta que los misiles S-400 y los aviones F-35 son incompatibles, de manera que Erdogan debe elegir entre unos y otros, no puede tener las dos cosas al mismo tiempo. Las presiones crecen día a día y muy pronto Erdogan tendrá que tomar las decisión definitiva acerca de cuál es su socio preferente. “Turquía tiene que decidir” entre seguir en la OTAN o aliarse con Rusia, dijo hace unos días el vicepresidente Mike Pence.

Si Erdogan sigue adelante con su desafío, es muy probable que la OTAN retire el radar avanzado que tiene desplegado en Kurecik, de manera que Turquía se vería obligada a adquirir un radar similar en Rusia.

Los americanos argumentan que el radar que lleva aparejado el sistema S-400 entraría en conflicto con el radar de Kurecik y que incluso afectaría al programa de vuelo y a las operaciones de los aviones F-35, de manera que no tendría ningún sentido vender los F-35 a Ankara si este país formaliza la adquisición del sistema S-400.

A estas acusaciones, los turcos han respondido que los aviones F-35 se desplegarían en el sureste del país, cerca de Siria, Irak e Irán, mientras que el sistema S-400 está pensado para proteger a las ciudades de Estambul y Ankara, que están en el oeste del país, y por lo tanto no debería haber problemas entre los misiles rusos y los aviones estadounidenses, un planteamiento que no ha convencido a Washington.

Los americanos dicen que han ofrecido a Turquía una alternativa viable que consistiría en desplegar en el país el sistema antimisiles Patriot, pero Ankara asegura que las negociaciones en este apartado no han resultado satisfactorias puesto que Wahington impone numerosas reservas y restricciones a esa solución.

Para complicar las cosas, el Pentágono ha dicho que piensa vender aviones F-35 a Grecia, el gran rival regional de Turquía. Si esto ocurre y los americanos no venden los F-35 a Turquía, Erdogan se vería obligado a adquirir aviones rusos Su-35 o Su-57, que son similares en cuanto a capacidades a los F-35, con lo que Ankara se acercaría mucho más a Rusia.

De todo lo anterior se deduce que las implicaciones y las consecuencias pueden resultar muy graves para Turquía, de ahí que Erdogan mantenga una puerta abierta con Washington. Hace unos días, el ministro de Finanzas, Berat Albayrak, que también es yerno de Erdogan, se reunió en Washington con el presidente Donald Trump buscando una salida a la crisis.

En las próximas semanas el presidente turco tendrá que tomar una decisión definitiva que ponga fin a este enredo en un sentido u otro, sin olvidar que las anunciadas sanciones de Washington dañarían sensiblemente la economía y las inversiones internacionales en Turquía en general.

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