Este artículo se publicó hace 3 años.
Turquía levanta un muro con la frontera iraní para bloquear el flujo migratorio afgano
La construcción de un muro de hormigón a lo largo de la frontera turco-iraní pretende frenar la llegada masiva de migrantes que escapan de Afganistán desde la caída de Kabul. Los migrantes que consiguen cruzar se enfrentan a deportaciones o devoluciones en caliente.
Alba Cambeiro Cernadas
Van (Turquía)-Actualizado a
En las afueras de la ciudad de Van pequeñas casas de piedra sustituyen a los edificios de hormigón del centro de la urbe. Donde terminan las humildes viviendas se extiende una enorme campiña de cardos secos. Entre la maleza, restos de ropa y mochilas tiradas. Al fondo de un pequeño valle, ahora seco, unos 15 jóvenes se reúnen en varios grupos alrededor de hogueras.
"¡No saques fotos!" -gritan varios de ellos a esta periodista- "Cada vez que viene la prensa al día siguiente llega la policía y tenemos que escondernos".
Estos migrantes, en su mayoría de Afganistán y Pakistán, viven ahí desde hace unos 20 días. Algunos de ellos muestran signos de violencia física; labios rotos y quemaduras en la piel. "En la frontera la policía turca rompió nuestros teléfonos y nos pegó. Varios conseguimos escapar y corrimos durante dos horas hasta que llegamos aquí". Said (nombre falso), joven afgano de 22 años, ha improvisado una tobillera con un pañuelo en la pierna izquierda. Cruzó a pie desde Irán junto a un grupo de otros 100 migrantes por las escarpadas montañas de la cordillera Zagros. La mayoría de los que llegan a Turquía no quieren permanecer en el país por miedo a las deportaciones. "Solo queremos trabajar, necesitamos llegar a Europa", explica Said.
Habib (35) trabajó durante 2 años como intérprete para las fuerzas estadounidenses en Afganistán. "Escapé por miedo a los talibanes, matan a cualquiera que haya colaborado con los americanos". Tras dejar a su familia en Afganistán, pagó 1500 dólares para poder llegar a Van. "Tenía 350 dólares para que otro traficante me llevara hasta Ankara, pero la Jandarma (gendarmería turca) me los quitó. Tengo que llegar a la embajada americana".
Para evitar ser detectados por la policía muchos migrantes recurren a traficantes que suelen utilizar rutas peligrosas. En el cementerio de Seyrantepe se encuentran las lápidas de migrantes no identificados que han muerto al cruzar la frontera entre Turquía e Irán. "El pasado invierno se encontraron varios cuerpos enterrados bajo la nieve cerca de Caldiran" explica Mehmet Karatas, presidente de la Asociación por los Derechos Humanos (IHD) en Van. "Hay muchos accidentes debido a las condiciones en las que los traficantes transportan a los migrantes".
Según datos proporcionados por la Gobernación de la provincia fronteriza de Van, en lo que va de año se han arrestado a 1262 traficantes solo en esa provincia, en su mayoría turcos. Desde el mes pasado la Guardia Costera Turca ha empezado a patrullar el lago de Van, a veces utilizado para transferir migrantes y evitar así los controles terrestres. El año pasado sesenta migrantes, en su mayoría afganos, murieron en un naufragio al cruzar el lago en un barco pesquero.
Estado tapón para los refugiados
La escalada de violencia en Afganistán tras la retirada de tropas de EEUU provocó un aumento de víctimas civiles de un 47% y el éxodo de miles de personas. Según datos del Ministerio de Interior turco alrededor de 46.000 migrantes ilegales afganos han entrado en el país este último año. Turquía ya alberga la población de refugiados más grande del mundo, la mayoría sirios -3,5 millones- y unos 170,000 afganos oficialmente registrados, pero la población real de estos últimos podría ser mucho mayor.
La construcción de un muro de hormigón a lo largo de la frontera con Irán pretende frenar la llegada de migrantes que escapan de Afganistán. "Solo en la provincia de Van hemos completado 15 km y esperamos concluir con 64km antes de que termine el año", explica el gobernador Mehmet Emin Bilmez. La construcción de bloques de hormigón de tres metros de altura y 2.80 metros de ancho se ha intensificado en los últimos meses con el fin de hacer la frontera "impenetrable". En los tres últimos años Turquía ha doblado la seguridad y desplegado refuerzos adicionales de la Gendarmería y Fuerzas Especiales de la Policía.
"Desde la caída de Kabul muchas delegaciones de la UE han visitado la zona y ofrecido su apoyo", afirma Emin Bilmez. La Unión Europea ha financiado la construcción de 103 torres de control con sistema de radar y cámaras térmicas que se erigen a lo largo de la frontera en Van. "Solo en el último año hemos bloqueado 91,000 intentos de cruzar la frontera con la ayuda de nuestros drones y los sistemas de cámaras térmicas".
Desde la Organización por los Derechos Humanos (IHD) en Van afirman que la asistencia económica de la UE a Turquía no tiene que ver con preocupaciones humanitarias, sino con mantener a los refugiados fuera de sus fronteras. "La construcción del muro no solo va en contra de los derechos humanos sino que también perpetúa la búsqueda de beneficio a costa de las vidas de los migrantes". Según explica Mehmet Karatas en muchas ocasiones los traficantes pagan a los funcionarios de seguridad fronteriza para que les permitan el acceso.
Migrantes en el limbo
Turquía mantiene una limitación geográfica en relación a la Convención de 1951 de las Naciones Unidas; sólo los europeos pueden recibir el estatus de refugiados en el país. En el caso de los refugiados sirios, Turquía aplica un régimen de protección temporal que concede acceso a ciertos derechos y servicios básicos. Los migrantes que no son ni europeos ni sirios deben solicitar un estatus de protección internacional y esperar a que un tercer país los acoja.
En el 2018 el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) transfirió competencias a la Dirección General de Gestión de Migración (DGMM), que depende del Ministerio de Interior turco, para determinar las solicitudes de protección internacional. Solamente durante el primer año, el número de peticiones de asilo tramitadas y aceptadas disminuyó en un 92,5%.
El Centro de Detención de Kurubas tiene una capacidad para 750 personas, aunque la Organización por los Derechos Humanos (IHD) en Van estima que hay más de 1000 personas internadas. Los migrantes afganos arrestados ingresan en este tipo de instalaciones hasta que se resuelve su situación. Farah (nombre falso) pagó a tres traficantes diferentes para llegar desde Afganistán con sus 7 hijos después de que los talibanes asesinaran a su marido. Ahora hace 40 días que no los ve, tampoco sabe cuándo se podrá volver a reunir con ellos.
Según Cuma Omurca, director del Departamento de Migración en la provincia de Van, las últimas deportaciones de afganos tuvieron lugar unos diez días antes de la caída de Kabul. La ley de protección internacional turca estipula que si un inmigrante es detenido tiene derecho a solicitar el asilo y las autoridades deben tramitarlo. "Ninguna de las solicitudes de las personas alojadas en el centro de detención son tramitadas, por lo que se acabarán enfrentado a devoluciones forzadas" afirma Mahmut Kacan, abogado especializado en casos de refugiados y asilo. Según explica, ninguno de los detenidos tiene acceso a asistencia jurídica, "hace unas semanas una ONG me transfirió un caso de tres chicas afganas alojadas en el centro de Kurubas, cuando me puse en contacto con la dirección negaron que esas mujeres estaban allí internadas".
El presidente Erdoğan ha declarado que Turquía no es el "almacén de refugiados" de Europa y ha instado a los países de la Unión a responsabilizarse del flujo de inmigrantes procedentes de Afganistán. La Comisión Europea pretende asignar 3000 millones de euros para financiar la política migratoria en Turquía y reforzar el control de las fronteras. La UE busca actualizar el controvertido pacto de 2016 mediante el cual acordó destinar 6000 millones de euros para los refugiados sirios a cambio de que Ankara frenara el flujo migratorio hacia Europa.
La oposición turca utiliza la crisis de refugiados para hacer campaña y criticar las políticas del presidente Erdoğan. El Partido Republicano del Pueblo (CHP), principal partido de la oposición, colgó en su sede una pancarta gigante en la que se leía "Las fronteras son nuestro honor". El reciente flujo migratorio desde Afganistán ha incrementado los discursos de odio en redes sociales y el sentimiento anti refugiados en el país. La profunda crisis económica que atraviesa Turquía desde el 2018 -con un alto nivel de desempleo e inflación- fomenta una creciente frustración en la sociedad. Muchos turcos dirigen su desconfianza y animosidad hacia los más de 4 millones de refugiados que viven en el país.
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