La comunidad de los afectos: 'O Corno', de Jaione Camborda
La cineasta vasca afincada profesionalmente en Galicia ha sido la primera mujer en ganar la Concha de Oro del Festival de San Sebastián con la primera película rodada en gallego encuadrada en su sección oficial.
José Manuel Sande / Luzes-Público / FOTOS: Pablo Barreiro y Amador Lorenzo Blach
A Coruña-Actualizado a
El largometraje O corno, dirigido y escrito por Jaione Camborda Coll (Donostia, San Sebastián, 1983), representa la última de las muchas y grandes alegrías recientes para el cine elaborado desde Galicia, entendido dentro del proceso de expansión y excelencia acontecido en este territorio en los últimos 18 años. El film acaba de iniciar un recorrido por prestigiosos festivales, comenzando nada menos que por Toronto y San Sebastián, donde ha ganado la Concha de Oro con la circunstancia pionera de haber sido el primer film rodado en gallego encuadrado en la sección oficial del festival. Su estreno comercial en salas está previsto para el 11 de octubre.
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La historia de una mariscadora y matrona gallega que, después de un aborto con final inesperado, se ve convertida en fugitiva. Se trata de una narración localizada en el crepúsculo de las dictaduras española y portuguesa –muy importante el carácter de deliberada atemporalidad de la cinta, sin olvidar la necesaria sensación de clandestinidad que define y tantas veces oprime y determina el curso de los personajes– , perfecciona y hace más narrativos, sin trastocar en absoluto el misterio y la belleza, los caminos delicadamente abiertos en el primer largometraje de Camborda, Arima (2019).
Era éste un cuento íntimo donde el ensueño, la amenaza del mundo exterior y las complejidades de un universo femenino en un entorno reducido aparecían como el resultado, elíptico y lleno de misterio, siempre con la importancia del 'fuera de campo' como señal formal, fruto de un largo proceso de trabajo. Arima, un esfuerzo de madurez in crescendo y de autoprodución, fue en su momento premiada en lugares también sintomáticos de las propuestas más versátiles, certámenes como los de Sevilla o el Márgenes.
El film muestra un mundo lleno de represión, donde la prohibición o la persecución, lejos de lo utópico o lo complicado, están arraigadas.
O corno, con la maternidad expresada con un enorme elemento plástico, como eje, esboza un camino singular, articulada como una road movie existencial, llena de dolor y obstáculos, pero también un relato más luminoso de lo habitual, que asimila y sobrepasa la potencialidad de la narrativa fílmica previa de su cineasta.
La autora
Afincada como profesional del cine en Galicia, donostiarra de origen, Jaione Camborda va a encontrar formación en escuelas de Centroeuropa, en la República Checa (Escuela de Cine de Praga, FAMU) y Alemania (Escuela de Cine de Múnich, HFF). Uno aún recuerda sus comienzos, en plena eclosión del despertar de los primeros signos de identidad de la potente nómina de creadores del llamado Novo Cine Galego, años, esencialmente entre 2007 y 2011, de auténtico resurgimiento cultural audiovisual.
Recuerdo a Jaione Camborda investigando sobre los heterodoxos métodos educativos del histórico colegio O Pelouro de Caldelas de Tui a la búsqueda de un documental acogedor de todo un tiempo, de un trabajo que había atrapado una poética tan precisa como intangible, mientras formaba tándem creativo con Víctor Hugo Seoane.
En aquellos años, semilla también de la historia que acabaría por presentarse al mundo como Arima, fue capaz de instalar las bases o proporcionar los cimientos de un mundo propio, sensible y conciencudo, con una disciplina y capacidad de aprendizaje sobresalientes, a prueba de bombas, basado en el acto consciente de acechar, un espíritu de búsqueda que encarna toda una tradición cinematográfica.
De por medio quedan piezas como Nimbos, parte de un emblemático proyecto colectivo, o Rapa das Bestas, así como colaboraciones en la dirección de arte y el diseño de producción en títulos fundamentales para comprender nuestra historia fílmica como Las altas presiones (2014) ,de Ángel Santos, y Lúa vermella (2020), de Lois Patiño. Todo esto complementado por una parte de teoría y reflexión llevada a la práctica didáctica gracias a su relevante presencia en el proyecto formativo institucional Cine en curso.
La habilidad para manejar coralidades profundas tiene huellas en otra de las funciones aplicadas en su trayectoria, los guiones que firma con el director Alfonso Zarauza, títulos como Los fenómenos (2014), donde la pincelada social no esconde la hondura y disección atípica de los dramas personales, y Ons (2021), amalgama de intimismo, sensibilidad y relevancia de lo no expresado de manera explícita, un título revelador de algunas de sus filias o expresiones características (los silencios, la elipse o la narración de emociones antes que de hechos).
La reconsideración de tantas historias
La propia autora, en una conversación mantenida con ella antes de su viaje a Canadá, establece en O corno la "idea de concebir" como gran punto de partida. Un punto de partida a través del que nace un proyecto diseñado, hace falta subrayarlo, de manera rigurosa y muy minuciosa.
La indagación abarca no solo la maternidad –y a partir de ella, diversas ramificaciones– sino su expresión física en un contexto complejo (un mundo lleno de represión, donde la prohibición o la persecución, lejos de lo utópico o complicado, están arraigadas), al inicio de la década de los años 70 del siglo pasado.
Jaione Camborda: "'O corno' propone una relación más física y mamífera del parto alejada de las formas de representación hegemónicas donde el parto suele recibir una dimensión psicológica o incluso histriónica"
A pesar de hacer una propuesta de presupuesto modesto, limitado, el logro es considerable: la obtención del respaldo necesario desde distintos frentes, por un lado la financiación gallega; por otro también la de RTVE, Movistar+, el Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA), el programa Ibermedia, Eurimages, la portuguesa RTP o fondos belgas, para construir el film que desea, una coproducción inicialmente esbozada con el título d'O corno do centeo, una alusión más amplia al poderoso abortivo que a modo de hongo se encuentra en las espigas del centeno y que tenía uso frecuente por su principio activo en Galicia, de uso metafórico y, al tiempo, directo en la trama de la película.
La reconsideración de lo femenino que propone en su totalidad O corno parte de una fecha, 1971, y dos lugares geográficos principales, la isla de Arousa del conflicto germinal y el Portugal de acogida, "un único territorio separado por un río", y atraviesa varios segmentos –marcados por el parto, la presencia o la ausencia de él– donde la representación física, la animalidad, lo físico y el mundo natural se ofrecen como audaces estílemas.
La autora propone "una relación más física y mamífera del parto alejada de las formas de representación hegemónicas donde el parto suele recibir una dimensión psicológica o incluso histriónica". La cámara dialoga con la realidad y marca su ritmo. Una decisión formal, estética, narrativa en esa concepción, en la que tanto insistía, sin ir más lejos, Susan Sontag, de llevar el arte –la idea, la emoción que la inspira– hasta las últimas consecuencias, por encima de costumbrismos y manierismos inanes.
El film, de manera sutil y certera, contribuye también a establecer en su periplo una cadena de alianzas femeninas, de relaciones, ayudas, aportaciones generosas, enlaces o muestras de sororidad. Esta comunidad de afectos que atraviesa el camino y relativiza hasta anular, en buena medida, toda precisión o necesidad temporal, prefigura otra de las derivas: una fructífera conexión con la actualidad.
Medio siglo después, las muchas conquistas sociopolíticas han visto dificultado o cuestionado aún hoy su cumplimiento en plenas condiciones en lo que respecta a derechos fundamentales en relación a la mujer. Como una fábula casi muda del cine más telúrico y poético que dejó como legado la Transición, como un primo narrativo, austero y valiente, de las narrativas capaces de fundir el compromiso y lo mágico, O corno, como matiza su autora, "no tiene intención de ser un documento histórico. Más bien recurre al pasado para buscar en él el eco de lo universal".
Ejemplificando este tono, el reparto aparece presidido por la bailarina y coreógrafa gallega Janet Novás en el papel de María, una colaboradora en partos y perseguidora de una libertad en peligro. Manejando con precisión un personaje principal fuerte, brusco, generoso y tierno a la vez, deviene en una grata sorpresa, un descubrimiento. Novás no solo quiebra con cualquier modelo previo de identificación sino que elimina toda convención ofreciendo una criatura fresca y franca, absolutamente creíble, rodeada de un elenco convincente.
En el visionado de la película de Jaione Camborda pienso en la memoria escrita del proyecto, clara y consistente, revestida de un primer guión –además, impecable– que creo que alcanzó su representación en imágenes, consiguiendo saciar las expectativas previas. Un conglomerado exigente donde ya se sugerían o apuntaban ciertas filiaciones y hermandades estéticas claves, el resultado de una vida de curiosidad, elecciones, formación constante y, por lo tanto, erudición, de la cámara ágil y emocional de un John Cassavetes a las atmósferas construidas por cineastas como Pedro Costa o Béla Tarr, el bosquejo de la noche que marca el celebrado Retrato de una mujer en llamas (2019), de Céline Sciamma, o el pasaje nocturno por el río de Beginning (2020), de Dea Kulumbegashvili.
También la miseria y carácter áspero de Mouchette (1967), de Robert Bresson, el tránsito por la naturaleza, la esencialidad que llega a lo espectral, asimilada en el mundo circundante, del Lisandro Alonso de Los muertos (2004). O la adolescente que explora y descubre su deseo en La niña santa (2004), de la también argentina Lucrecia Martel, y la relación misma con la naturaleza mantenida en el cortometraje portugués Farpoes baldios (2017) de Marta Mateus.
Creando troupe
Si el talento y el espíritu colectivo sembrado de sinergias definen a la perfección el clima generado alrededor del Novo Cinema Galego, la creación de un equipo, del que la propia cineasta gusta y que tiene vocación de troupe, observa en O corno complicidades de primer orden.
Así, desde la producción, con las intervenciones de algunas de las figuras fundamentales empeñadas en la realización de un cine iconoclasta o independiente en España, como María Zamora (Elástica Films), Andrea Vázquez (Miramemira), el propio sello de Camborda, Esnatu Zinema, además del portugués Rodrigo Areias (Bando à Parte), certificando la pertinencia y carácter plausible de la producción conjunta con Portugal, hasta un equipo técnico lleno de talento: el Rui Poças cámara, Melania Freire como directora artística, el sonetista David Machado, el montador Cristóbal Fernández o Noemí Chantada, responsable de la lúcida y audaz elección del compacto y provechoso reparto que acompaña a Novás, de Siobhan Fernándes, Carla Rivas, Daniela Hernán y María Lado a Diego Anido. En resumen, de visión obligada.
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