Entrevista a Xesús Fraga"Las mujeres fueron el motor de mi familia, no solo estaban atentas al trabajo sino a buscarnos un futuro mejor"
Betanzos-
Xesús Fraga (Londres, 1971) tiene sus orígenes en un pueblito cerca de Betanzos (A Coruña), pero él suele contar que de niño creía que su aldea estaba en realidad en Inglaterra. Llegaba los lunes al colegio y sus amigos le decían que habían pasado el fin de semana en la aldea, un concepto que él desconocía. "Deduje que aldea era donde viven tus abuelos, y como mi abuela vivía en Londres, mi aldea era Londres". Su abuela es Virtudes, la valiente emigrante protagonista de Virtudes (y misterios) (Galaxia, 2019), una deliciosa novela de aventuras del alma con la que Fraga, periodista y traductor, ganó el premio Blanco Amor en el 2019 y el Nacional de Narrativa en el 2021.
Qué difícil imaginar que detrás de aquella anécdota escolar se escondía la heroica historia de su abuela.
La vida que ella llevaba en Londres no era tan distinta a la que podría tener en una aldea, aunque la ciudad no dejaba de ser como una confederación de barrios con su identidad propia donde la gente hacía mucha vida local. Yo nazco allí porque mi madre había emigrado, porque mi abuela se había visto obligada a emigrar porque, a su vez, mi abuelo había marchado a Venezuela y la había abandonado.
¿Supieron algo de él?
Si se lo cuento le estropeo el libro. Cuando mi abuelo emigró a Venezuela y dejó de contactar con la familia no solo abandonó a mi abuela, también dejó sus hijas sin padre. Mi tía Elena, a más pequeña, ni siquiera tenía recuerdos de él. Si tu padre desaparece de tu vida cuando eres una niña, se genera un trauma y una situación emocional muy delicada y difícil de curar.
Creo que debo ahorrar la parte de su respuesta que se refiere a lo que pasó con su abuelo para no hacerles spoiler a quienes aún no hayan leído el libro.
Pues igual sí.
Es que buena parte de la tensión de la novela se debe la que el lector nunca sabe que pasó con él. Es un relato autobiográfico, pero está construido cómo se los personajes fueran de ficción, como se lo que les sucede no fuera real, sino inflexiones construidas para darle forma de novela.
Mi idea era escribir esta historia como si fuera una novela, a pesar de que no estaba inventándome nada. Ahí es donde interviene el periodista. Hablé con mis familiares, tiré de mis recuerdos y fui fiel a lo que me contaron y a lo que recordaba. Con la condición de que la memoria, a veces, deforma tus recuerdos y los va moldeando con el paso de los años. Pero no quise ni inventar, ni cambiar, ni transformar datos ni declaraciones para embellecer el relato literario o hacerlo más fluido. Desde las herramientas literarias, tenía que buscar una narración que contara esa historia verídica como se fuera una novela, con sus puntos de giro, su suspense, sus expectativas… La novela es un género maravilloso porque te da total libertad para poder incluir pasajes más periodísticos, más emocionales, jugar con los formatos…
¿La inclusión de fotos de su familia va por ahí? Salpican de vez en cuando las páginas como para recordar al lector que lo que está leyendo sucedió de verdad, que la trama novelesca es real.
"La novela es un género maravilloso porque te da total libertad para poder incluir pasajes más periodísticos, más emocionales, jugar con los formatos"
Los historiadores dicen que mientras no hay evidencia documental, no hay constancia de los hechos. En este caso las evidencias documentales eran las fotos, como una vía de acceso directo a un tiempo que yo no llegué a conocer. El noviazgo de mis abuelos, sus primeros años de casados, la infancia de mi madre… Pero las fotografías no dejan de ser un instante congelado en el tiempo, y lo que asumes como una representación total de ese tiempo, no lo es. Como esas fotos de políticos saludando con la mano justo en el momento en que parece que están haciendo el saludo nazi. Te dan a entender una realidad que no tiene nada que ver con el contexto en el que se produce. Yo hago una determinada interpretación de las fotos de mis abuelos que no necesariamente tiene que ser la verdad de ese instante. Pero es mi mirada hacia ellos. En las fotos había pistas para encontrar claves con las que entender aquellos años que yo no conocí: en los gestos, en las miradas, en la forma de vestir, en cómo se relacionan…
Para un adolescente de sus años debió ser un puntazo conocer el Londres de aquellos años. ¿Cuál fue el primer disco que recuerda haber comprado allí?
Creo que los primeros fueron de los Stray Cats. Quizás el Rant n'rave with the Stray Cats. Yo estaba muy metido en el mundo rocker en ese momento.
Boogies, tupé, chaleco…
Sí, eso es. Tenía una especie de doble personalidad. Por una parte estaba eso y por otro el rollo grafiteiro. Londres era una de las capitales del graffiti en Europa, con Berlín, Amsterdam, Copenhague y París. Yo iba con mi cámara, hacía fotos, compraba discos que aquí no llegaban… A lo mejor en una gran ciudad como Madrid o Barcelona las diferencias serían menores, pero en los ochenta en Galicia no había tanta capacidad para hacerte con discos, ropa, libros, experiencias… Cuando pasaba los veranos de la adolescencia con mi abuela ella me dejaba ver como era su vida allí, la acompañaba a trabajar, al mercado… Pero también me dejaba libertad para andar a mi aire. Me hice con una Travel Card y me movía libremente por la ciudad, iba a museos, a conciertos…
Su aldea era el centro del mundo, porque el Londres de los ochenta era el centro del mundo.
"Todo lo que había soñado escuchando la radio y leyendo libros estaba allí, en Londres, a su disposición. Fue como una epifanía"
Eso ya le pasaba a mi madre en los sesenta, no tanto en el mundo pop, que a ella le resultaba desconocido. Ella siempre quiso ser maestra y no pudo satisfacer esa vocación porque no había dinero para que pudiera estudiar y además hacía falta que trabajara para ayudar a sostener a la familia. Pero cuando se estableció en Inglaterra y vio que existían bibliotecas públicas donde leer y llevarse prestados libros gratis, bien variadas y con toda la gran cultura a su alcance, conciertos gratuitos, museos como el Británico, pinacotecas como la National Gallery… Todo lo que había soñado escuchando la radio y leyendo libros estaba allí, a su disposición. Fue como una epifanía, darse cuenta de que aprender el idioma y trabajar le iba a permitir contactar con todo este mundo que la iba a enriquecer personalmente y le iba a servir como ascensor social. Porque le permitió convertirse en profesora de inglés cuando regresamos. Se enteró de que el idioma no era solo una herramienta útil, sino una llave que daba acceso a todo un mundo cultural que aquí era muy precario. Así se lo transmitió a sus alumnos, algunos de los cuales acabaron estudiando Filología Inglesa y se dedican ahora a la docencia del inglés.
Su abuela renuncia a todo para que su familia pudiera tener una vida mejor. Primero queda sin marido, se ve obligada a emigrar…
Mi abuelo fue víctima de la publicidad engañosa. Siempre fue un poco fantasioso, quizás llegó un momento en que se aburría… Las agencias consignatarias querían llevar gente allá, vender billetes, porque ese era su negocio, vender pasajes. Recorrían las aldeas diciéndole a la gente que Venezuela era una tierra de oportunidades, que tenías que ser muy tonto para no enriquecerte en cuestión de meses… Y los familiares de los emigrantes también exageraban mucho lo bien que les iba a sus parientes, o a lo mejor el relato que llegaba ya estaba exagerado en origen. Las fake news de entonces. Entre esas fake news y la publicidad engañosa, debió pensar que se iba a hacer rico en seguida. Y fue todo el contrario.
¿Su abuela renunció a su vida emigrando a Londres?
"En el trato personal le gustaba mostrar mal genio.Eera su forma de decir que nos lo estaba dando todo y que no quería nada para ella"
Estaba preocupada por el bienestar material de sus hijas y asumió en la emigración el rol de proveedora que tendría que haber asumido el matrimonio en su conjunto. Con el dinero que ahorró pudo comprar un piso para la familia, que hasta ese momento vivía en una casa alquilada con cocina bilbaína y sin agua corriente. Tenía miedo de que las desahuciaran en cualquier momento. Cuando mi abuela compra ese piso, un cuarto sin ascensor en una casa entrada en años, para ella es una conquista. Un piso propio del que no la iban a poder echar, una vivienda digna. Una idea con la que mucha gente puede verse identificada hoy. Para ella también fue muy importante saber que podía paliar las carencias que sufrían sus hijas. Mandaba camas, ropa, utensilios de cocina… Su obsesión era que no notaran la falta de su madre y de su padre dándoles por lo menos una comodidad material. Y a pesar de que estaba muy centrada en eso, estar en Londres también la ponía en contacto con corrientes a las que estaba atenta, aunque no las entendiera de todo. Cuando yo tenía doce años, me mandó un Spectrum. Escuchaba a todo el mundo hablar de que la informática y los ordenadores personales eran el futuro y no quería que sus nietos quedaran al margen.
Para lograr eso asumió la soledad, el desarraigo, el desamparo… ¿Alguna vez le transmitió sus sentimientos por renunciar a una vida propia para mejorar la suya?
Se revistió de una coraza que la protegía frente a ese desvalimiento. No podía permitirse bajar la guardia y por eso tenía ese trato gruñón. Se desvivía por nosotros, nos quería cómo la nada en el mundo, pero en el trato personal le gustaba mostrar mal genio. Nos hacía gracia, era su forma de decir que nos lo estaba dando todo y que no quería nada para ella. Era cierto. Cuando la visitaba en Londres tenía su pequeña habitación llena de cosas, y todas eran para sus hermanas, para mi madre, para mis tías, para sus yernos, para sus nietos… Para ella, sólo lo básico, una ropa muy funcional, muy anónima y muy frugal. Siempre estaba pensando en cómo podía ayudarnos y mejorar nuestras vidas, nunca en sí misma.
Virtudes era Virtudes en la aldea y Betty en Londres para las familias para las que trabajaba.
"En Londres había una suerte de red de solidaridad entre las mujeres como mi abuela"
Lo llevaba con mucha naturalidad, pero cuando lo piensas es fascinante. Lo cuento en el libro. Un día podía estar planchando a la camisa de seda de un rico londinense, y al día siguiente cogíamos un avión, volvíamos a Galicia y con esas mismas manos agarraba el cuchillo y le cortaba el cuello a un conejo. Pero esa personalidad dual nunca se desarrollaba en compartimentos estancos. Aquí también tenía esa delicadeza del trato de Londres, y en Londres se mostraba fuerte y no dejaba que la avasallaran.
Hay un personaje de la novela, una persona real, que disfruta humillando las emigrantes gallegas.
En Londres había una suerte de red de solidaridad entre las mujeres como mi abuela, que se apoyaban y ayudaban, pero también la voz discordante de quien había mejorado su posición social y se dedicaba a hacerles la vida imposible. Es un arquetipo que todos conocemos, el de quien ha crecido un poco y en vez de tener presentes sus orígenes humildes se comporta de manera cruel con quien está en la misma situación por la que él pasó. Supongo que la emigración es un catalizador de las cosas que te pasan en la vida. La gente buena es buena, y la gente mala es bastante mala.
La madre y la abuela de Xesús Fraga.
Esta es una novela de mujeres. ¿Es posible para un hombre novelar todo ese universo femenino sin haberlo vivido?
No lo sé. No sé se podría inventarlo. Pero las circunstancias eran esas. La emigración americana, la anterior a 1950, era una emigración muy masculinizada porque el perfil del emigrante respondíala esas condiciones asociadas a los hombres. Pero la emigración europea a partir de los cincuenta demanda personal que respondía al perfil laboral que se atribuía a las mujeres. Ellas fueron el motor de mi familia, porque no solo estaban atentas al trabajo, sino a la necesidad de progresar y buscar un futuro mejor para sus descendientes. Mi abuela y mi madre tenían esa mirada, esa determinación, ese carácter y esa fuerza de voluntad. No digo que no hubiera hombres que lo tuvieran, pero en mi familia eran ellas las que tenían esa visión. Conviví con eso desde niño, forma parte de mi paisaje emocional, y no me resulta extraño porque es parte de mi identidad.
Cuando se habla del empoderamiento femenino a veces queda en un concepto abstracto. Pero las vidas de su abuela y de su madre lo describen exactamente así.
"Las mujeres fueron el motor de mi familia, porque no solo estaban atentas al trabajo, sino a la necesidad de progresar y buscar un futuro mejor para sus descendientes"
Yo crecí asumiéndolo desde niño. Es la explicación del mundo que me dieron. Fue luego, al crecer y madurar, cuando vi lo que tenía de excepcional, y todo lo que les debía. Si yo tengo algún mérito es haberlo identificado he intentado contarlo. De hecho, lo que hizo que me llevara tanto tiempo escribir el libro, más de diez años, es que sabía el mucho que les debía, que era una historia que sólo podía contar yo y que era la historia más importante que podía contar. Era muy fácil dejarse llevar por el pánico escénico. ¿Estaré a la altura? ¿Sabré contarlo bien? ¿Seré capaz de trascender el ámbito familiar y hacer que la gente conecte con las situaciones que pasaron mi madre, mi padre, mi abuela?
¿Qué cree que le diría su abuela se leyera el libro?
Estaría muy orgullosa y contenta, pero le quitaría importancia. Bromearía, por esa actitud que siempre tuvo de no atraer la atención sobre sí misma y desviar el foco hacia los demás. Encontrar el tono para contarlo fue difícil, pensaba que podía resultar sensiblero.
El tono es muy neutro, desde el punto de vista del narrador, digo.
Dejo que sea la propia historia a que traslade las emociones. Y por las reacciones que me transmite la gente que me escribe o me da las gracias en las redes sociales, he constatado que, desde su propia experiencia, conectan con la mía. La historia de mi familia es la de muchas otras, de Galicia y de otras partes de España, de Asturias, de Extremadura, de Andalucía, de Canarias… De toda esa gente que emigró en los años centrales del siglo XX. Todo el avance social que hemos visto, sobre todo desde la muerte de Franco, no se entendería sin el sacrificio que hicieron aquellas generaciones. Y a veces lo olvidamos. Hay gente que está llegando aquí escapando de circunstancias que no son tan distintas de las que padeció mi abuela. Muchas veces huyen de una guerra, y mi abuela se vio impelida a emigrar por una posguerra. No hay tanta diferencia, y se recordamos nuestro propio relato de emigrantes deberíamos ser más solidarios y ver las circunstancias en las que llega esta gente con una empatía mucho mayor de la que se refleja habitualmente en el discurso público.
Cuando vuelve a su aldea en Londres, ¿qué siente? ¿Ha estado allí últimamente?
"Cuándo volví a Londres en 2019 ya no tenía esa sensación de estar volviendo a la casa, me sentía como un turista que conocía muy bien la ciudad, pero no alguien que tenía una relación tan íntima con el lugar.
La última vez fue en 2019. Fue una sensación extraña. Nací allí y viví allí los mi primeros cinco años. Luego volví con mi madre con relativa frecuencia, cada dos o tres. Durante la adolescencia visitaba siempre a mi abuela en verano y siempre tenía la sensación de que estaba volviendo a la casa. Aunque yo ya no vivía allí permanentemente, conocía la ciudad, tenía mis rutinas, mis sitios, mis lugares favoritos…
¿Cuál es su lugar favorito?
Los jardines de Kensigton. Pero decía que en aquella época siempre tenía la sensación de que estaba volviendo a casa. Luego hubo un gran paréntesis temporal durante la que dejé de ir, cuando empecé a estudiar en la universidad y a viajar la otros sitios. Fueron ocho, nueve o diez años. Y me sucedió que cuándo volví ya no tenía esa sensación de estar volviendo a la casa, me sentía como un turista. Un turista que conocía muy bien la ciudad, pero no alguien que tenía una relación tan íntima con el lugar. Me di cuenta de que se debía a que mi abuela ya no vivía allí.
¿Le gustaría vivir en Londres?
Sería un sueño poder vivir allí con cierta vocación de permanencia. Pero la vida que tengo aquí con mi familia y los precios londinenses conspiran en contra. Me gustaría volver y pasar temporadas largas, recuperar esa especie de condición de ciudadanía que creo que tengo por mi vinculación y amor por la ciudad.
¿Ha pensado en publicar la novela en inglés?
"Gente como mi abuela estaba sosteniendo ese sistema de bienestar con su trabajo, muchas veces invisible"
No sé si los ingleses y los londinenses tienen conciencia del que supuso para la ciudad a emigración gallega, como sí la tienen de la emigración de otras zonas, sobre todo de sus colonias: India, Pakistán… Hubo una corriente literaria de sus ex colonias muy importante, pero, como vimos durante la campaña del Brexit, el discurso contra la emigración tuvo mucho peso. Creo que les hace falta reflexionar sobre el papel que desempeñó la emigración en la construcción de su sociedad. El Estado del Bienestar británico era elogiado y admirado en los años sesenta y setenta por muchas otras sociedades, pero quien estaba en la base del sistema era gente como mi abuela.
La novela habla del desmontaje de aquel sistema durante el thatcherismo.
Sí, y eso significó que muchos emigrantes tuvieran que marcharse porque desaparecieron los trabajos que asumían. El sistema público de salud, que fue el primero de la historia, funcionaba muy bien en los sesenta, y las enfermeras que trabajaban en él tenían residencias donde les hacían la cama, la comida, cuidaban de ellas… ¿Quién hacía ese trabajo? Gente como mi abuela, que estaba sosteniendo ese sistema de bienestar con su trabajo, muchas veces invisible.
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