Opinión
Abortando que es gerundio

Por David Torres
Escritor
A estas alturas de la película, resulta muy difícil esclarecer si las declaraciones de Ayuso sobre el aborto fueron una cortina de humo para tapar el papelón de Miguel Ángel Rodríguez sentado en el banquillo del Tribunal Supremo o si Miguel Ángel Rodríguez intentaba distraer la atención del respetable sobre la bomba que iba a soltar la presidenta. Hemos llegado a tal punto de confusión que ya no se sabe si es el ventrílocuo quien maneja a la muñeca o si es la muñeca quien maneja al ventrílocuo. Es como una de esas películas de terror en la que la marioneta empieza a adquirir vida propia, se echa novio, el novio la lía parda, se pone peluca, se corta el pelo y se van a vivir juntos a un ático.
Más que hablar de alturas, quizá habría que hablar de profundidades, de atarjeas, de alcantarillas periodísticas o de cloacas jurídicas. El jueves, Rodríguez confesó que se inventó una trola monumental sobre el fiscal general del Estado, que la filtró a la prensa para que un periodista de investigación la publicase sin verificarla primero ni investigar un pimiento. Gracias a este rastrojo ficticio, apelmazado por cientos y cientos de titulares de mierda, llevamos varios meses de acoso y derribo informativo contra uno de los pilares de la institución judicial.
En Bruselas, el Consejo de Europa ya advirtió hace tres años que Rodríguez es un auténtico peligro para la democracia y la libertad de prensa en España, pero se ve que se quedaron cortos. Ante el juez, Rodríguez declaró que “ya tengo el pelo blanco; quiero decir que llevo muchos años en este ámbito y puedo intuir, colegir, adivinar lo que está pasando en el mundo político, sobre todo con un órgano tan respetable como el ministerio fiscal”. Como muchos sospechábamos, va a ser que el director de Gabinete de Ayuso se dedica mayormente a la adivinación, a la brujería, a echar las cartas y a poner velas negras. Luego afirmó que lo del fiscal general se trataba de una suposición, aunque no aclaró si se la habían inspirado los espíritus, el pinganillo o el porrón.
Al día siguiente, Ayuso soltó una de sus pedorretas verbales en la Asamblea de Madrid: “Váyanse a otro lado a abortar”. Con estas palabras se enfrentaba a la legislación vigente, a la posición de su propio partido y a una declaraciones suyas de 2022 en las que decía que no se puede obligar a nadie a llevar una vida contraria a sus deseos: “Cómo decirle a una mujer que viva como no quiere, cómo voy a decirle yo eso”. Pues el viernes se lo dijo a todas y cada una de ellas, sin cortarse un pelo. No sólo por hacerle la pascua a Feijóo sino porque el aborto público y gratuito dejaría de ser el negocio fabuloso que es: en seis años el gobierno de la Comunidad de Madrid se ha gastado 22 millones de euros en derivar abortos de la sanidad pública a la privada.
Con semejantes beneficios sobre la mesa, se entiende que Ayuso le lleve la contraria a Ayuso, a Feijóo y a quien haga falta. La semana pasada se descubrió que Fátima Matute, consejera de Sanidad de Ayuso, había omitido en el Portal de Transparencia que había trabajado durante 17 años para Quirón. Por otra parte, gracias al sistema de libre elección sanitaria, del que Ayuso presumía hace unos días, más de la mitad de los pacientes madrileños terminan atendidos en hospitales gestionados por el grupo Quirón. Lógico que esta nueva Ayuso haya abortado sin remordimientos a la antigua Ayuso de 2022, la que defendía el derecho de las mujeres a abortar libremente. Un día antes, Miguel Ángel Rodríguez abortaba en el Tribunal Supremo la operación contra el fiscal general del Estado sin anestesia previa y sin mayores consecuencias.
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