Opinión
Los autónomos y el Gobierno más progresista de la Historia

Por Paco Tomás
Periodista y escritor
-Actualizado a
No hay nada más frustrante que escuchar constantemente que España tiene el Gobierno más progresista de su Historia y vernos así. Con una ley mordaza, sin nadie dispuesto a emprender medidas radicales para proteger el acceso a la vivienda o con un Ministerio de Interior que sigue escudando a toda la ultraderecha infiltrada en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Y solo he puesto tres ejemplos. Hay más. Porque lo primero que le viene a uno a la cabeza es que, de ahora en adelante, todo irá a peor. Que todos los derechos laborales y sociales, que todos los cambios propios de la izquierda que no se logren con este Gobierno no los vamos a ver en muchos, muchos, años.
Esa sensación, que se fue agudizando desde 2021, volvió a repetirse el pasado día 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Un año más, los trabajadores autónomos volvimos a sentirnos ignorados, desatendidos y menospreciados por el Gobierno más progresista de la Historia. Y aún me sorprende que para que el Gobierno más progresista de la Historia te trate como el Gobierno más conservador, no haga falta mucho esfuerzo.
No puedo decir que Yolanda Díaz, ministra de Trabajo desde enero de 2020, no haya conseguido pocos derechos para los trabajadores por cuenta ajena. Pero si hablamos de los trabajadores autónomos, entonces sí puedo decir que, de momento, su paso por el ministerio de Trabajo está siendo tan relevante como el de Operación Triunfo por Telecinco. Cero. Escuché cómo los tres grandes asuntos que marcaban la agenda de Gobierno y sindicatos el día 1 de mayo eran el salario mínimo, la reducción de la jornada laboral y la precariedad. Tres asuntos en los que los trabajadores autónomos estamos inmersos, y sin ayuda, y a los que ni un solo ministro del Gobierno más progresista ha insinuado que, lo mismo, ha llegado el momento de echarnos una mano. Y eso me hizo pensar si los 2.135.473 autónomos españoles le interesamos o preocupamos un poco al Gobierno más progresista o nos ven como si fuésemos ganaderos de esos que sacaban un fajo de billetes, ligados con una goma, del bolsillo de su chaqueta. Porque, si es así, algún asesor debería refrescarles esa idea trasnochada.
Las cuotas que debe pagar un trabajador autónomo son un ejercicio de sinrazón. Si logras ingresar 670 euros al mes, pagarás 200 euros de cuota. El 30% de tus ingresos. Pero si tienes suerte, y muchos clientes, para llegar a ingresar 6.000 euros al mes, entonces pagarás un poco más de 500 euros, o sea, un 10% de tus ingresos. ¿Observan la injusticia? Creo que los gobernantes piensan que los autónomos tenemos cuarenta pagadores y un volumen de trabajo que nos permite ganar un pastizal. Para empezar, me gustaría apuntar que para tener ese volumen de trabajo, un autónomo debe renunciar a eso que un trabajador asalariado conoce como “jornada laboral” y cuya reducción aprobará el próximo Consejo de Ministros progresista. No conozco a ningún autónomo en la lista Forbes. De hecho, cuando un autónomo empieza a ganar mucho dinero, le sale más rentable abrir una SL.
La realidad que yo conozco es que muchos periodistas, ilustradores, guionistas, escritores, diseñadores gráficos, son autónomos, cobran poco y a sesenta días, con suerte, aunque el IVA, eso sí, deben pagarlo aunque no lo hayan cobrado aún. Nuestras jornadas laborales son de siete días a la semana, echando horas y horas -que ningún pagador tiene en cuenta- para cobrar lo que muchas empresas han presupuestado pagarte. Ni siquiera lo que tú crees que deberías cobrar. Y no conozco ningún autónomo que no haya trabajado incluso estando muy enfermo.
En estos últimos diez años, he desaconsejado a la gente más joven que se diera de alta como autónoma. Siempre les enlazo con una entrada de un blog, escrito hace diez u once años, por una joven gaditana que explicaba cuánto dinero tenía que ingresar para ganar 938 euros al mes. Esa persona debía facturar 2000 euros. Si el dato no fuese lo suficientemente escandaloso bastaría añadir que en estos diez años nada ha cambiado.
Cambiar este despropósito es posible. Solo hace falta voluntad. En Francia, por ejemplo, las cuotas se fijan en función de la profesión y la facturación. Puedes no facturar IVA y, por lo tanto, tampoco desgravarlo. Dispones de asistencia sanitaria e ingreso por incapacidad laboral aunque, si vas al médico, primero tienes que adelantar tú el coste del tratamiento sanitario y luego el Estado te devuelve entre el 65% y el 100%.
En Reino Unido hay dos tipos de autónomos para que quien más ingrese, más pague. Y no hacen declaraciones trimestrales de IVA. En Italia no hay cuota fija mensual. Se paga IRPF en función de los ingresos diferenciando entre artesanos, comerciantes y profesiones liberales.
Vi a Marina Lobo, con el humor que la caracteriza, en su videopodcast ¡HECD!, recordar el desinterés del Gobierno más progresista por la situación de los autónomos. Y me da rabia no tener su capacidad para sacarle una risa a la situación. Siendo consciente, cada mañana que me levanto, de que soy un trabajador sin derecho a huelga, que mi ausencia de trabajo no es una situación legal de desempleo, que tengo que trabajar con gripe A, que mis vacaciones no son pagadas sino dinero que no ingreso, que hasta la Administración Pública me va a pagar a 60 días -con suerte-, que ya he abonado un IVA que no he cobrado, que solo puedo desgravarme el IVA de un paquete de folios y de una caja de rotuladores, que hay empresas -algunas públicas- que me imponen lo que voy a cobrar y no hay negociación posible, aunque yo le dedique horas y horas a esa tarea; que tengo que perseguir cada mes a las empresas pagadoras para saber cuándo me van a ingresar el trabajo que hice hace cinco meses, y que es preferible que no imagine la pensión que me va a quedar cuando me jubile, si es que puedo, porque rompo a llorar, pues claro, risa no me da. Me conformaría con que el Gobierno más progresista de la Historia también lo demostrase con los trabajadores autónomos de este país. Eso sí me sacaría una sonrisa de armonía.
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