Opinión
Exceso de capital

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Un año más y uno menos. Es la frase con la que me saludaba por estas mismas fechas un vecino muy anciano quien imagino que murió hace décadas. Lo decía siempre sonriendo, sin perder el sentido del humor, porque una vez que te falla ese sentido te van fallando todos los demás -el gusto, el olfato, la vista, el oído, el tacto y el sentido común que, como dijo Voltaire, es el menos común de los sentidos. Lo cierto es que basta abrir un poco las orejas y los ojos para comprender que vivimos en un mundo sin sentido, un sinsentido cósmico que aceptamos junto todas las injusticias y desigualdades que nos van cayendo una detrás de otra como una lluvia infinita, como si nos lloviera mierda sin parar encima.
El final de año suele ser el momento en el que hacer recuento de heridas, arqueo de cicatrices, inventario de propósitos; el momento en que echamos la vista atrás y vemos los triunfos y las pérdidas, lo que queda en pie y lo que el tiempo se ha llevado por delante. Imagino que muy pocos podrán exhibir un balance de ganancias más eufórico que el de los principales bancos españoles, los cuales protagonizaban estos días el siguiente titular en diversos diarios financieros: “La banca afronta qué hacer con 16.000 millones de exceso de capital tras años récord de beneficios”. He tenido que leerlo dos o tres veces, porque parece un titular de El Mundo Today. Joder, han ganado tanto dinero de más que ni saben qué hacer con ello.
Yo tampoco sabría qué hacer con 16.000 millones de exceso de capital, aparte de engordar a Hacienda, que últimamente parece que también ha tocado techo. Empezaría a repartir billetes a lo loco entre familiares y amigos, acondicionaría polideportivos en ruinas para acoger a inmigrantes, cancelaría deudas de familias en peligro de desahucio, donaría a fondo perdido a unas cuantas editoriales amigas, llevaría luz a la Cañada Real, fundaría una revista literaria para subvencionar a los escritores pobres, compraría whisky del bueno, qué sé yo. En cuanto terminara con las buenas acciones, empezaría con las malas y a lo mejor empezaba a acumular pisos sin ton ni son y a invertir en fondos buitre, que es uno de esos palabros compuestos que dan un repelús que te cagas. Fondo y buitre, joder, es que no hay manera de imaginar el animalito.
En seguida se me iban a acabar las ideas y apenas si habría podido fundir mil millones de euros, igual que en aquel absurdo programa de televisión en el que los concursantes tenían que gastar una carretada de dinero en muy poco tiempo, como esos gestores de los ministerios que descubren, a punto de acabar el año, que les sobra todavía una partida enorme del presupuesto anual y tienen que fundirla a toda hostia en gilipolleces para que no les rebajen el siguiente. Seguro que a la gente que maneja el cotarro se les ocurren mejores maneras de gastar 16.000 millones de exceso de capital, pese a que los beneficios sobrepasan los requerimientos del BCE e incluso sus propias previsiones. La banca está más que acostumbrada a estos empachos de billetes y seguro que no muere de éxito.
Lo que uno se pregunta con su ingenuidad de pobre y su ignorancia en asuntos económicos es de dónde habrán salido esos 16.000 millones de más. O sea, qué diablos fabricarán los banqueros para salir con estas ganancias estratosféricas. Porque para que alguien gane ese dineral obsceno otro alguien tiene que perderlo. ¿Imprimirán más billetes de la cuenta? No creo. ¿Será cuestión de fe o de confianza? Sospecho que debe de ser más bien a base de préstamos, intereses y comisiones abusivas, como los usureros de barrio, sólo que los banqueros, en lugar de romperte las piernas, te echan a la puta calle y se quedan con tu casa. Dinero llama a dinero, dicen. La riqueza crea riqueza. Si a estos linces de las finanzas no les basta con semejantes dividendos, imagínate lo que pretenderán ganar con un cambio de gobierno. Menos mal que Pedro Sánchez es socialista, ¿eh?
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