Opinión
¿Existe la juventud?

Por Pau García Orrit
Secretaria confederal de Juventud de CCOO.
-Actualizado a
En una época en la que la realidad parece estar permanentemente distorsionada para hacernos creer y sentir cosas que no son reales, ¿tiene sentido seguir hablando de "jóvenes"? Quienes lo somos nos encontramos continuamente con discursos meritocráticos, que nos aseguran futuros que jamás viviremos, a cambio de un "esfuerzo" que ya no estamos dispuestas a hacer. No hablo, evidentemente, de que no queramos formarnos o trabajar (¡Dios me libre!). Sino de que ya no queremos vivir solo para trabajar, especialmente ahora que no nos asegura ni lo más básico: un techo, y de que ya no nos tragamos este cuento de la meritocracia que defienden algunas, mientras mienten para engrosar su currículum.
Aún más, en ocasiones parece que la palabra "jóvenes" no tiene sentido más allá de su uso estadístico. Parece ya una categoría vacía de contenido. Si ser joven se ha convertido en vivir en una precariedad y un no-futuro eternos, entonces no nos han dejado ser jóvenes nunca. Dicho de otra manera, en un Estado en el que la edad de emancipación supera los 30 años, y en el que las personas jóvenes cobran un 25% menos que la media, ¿se puede considerar que somos algo aparte de carne de precariedad? Es cierto que hemos dejado de ser adolescentes, palabra bastante estigmatizadora, y también errónea; ¿hemos dejado en algún momento de "adolecer"?
Hoy, ya no nos quejamos (solo) de que nos están robando el futuro. Las personas jóvenes de España ganamos un 20% menos que nuestros padres a los 30 años, según datos del INE. Si a esto le sumamos el encarecimiento brutal del precio de la vivienda, lo que resulta es no una negación del futuro, sino un borrado radical del presente de la juventud. Querríamos, de hecho, centrarnos en el edadismo que sufrimos, en las precariedades a las que se nos somete casi por costumbre, por el viejo mantra de "todos pasamos por ahí", pero no nos queda prácticamente tiempo al final de la jornada para esto porque se nos está escapando el presente entre las manos.
Y es que la mayoría de edad, en un sentido kantiano, requiere de autonomía de pensamiento y de acción. Requiere emancipación, que es mucho más que simplemente "irse" de casa de tus padres. Requiere dejar de tener miedo por tener que volver o por tener que migrar a otro país para que no sea esto lo que guíe todas nuestras decisiones vitales. ¿Es posible lograr esto con las condiciones materiales de hoy en día? ¿Existe realmente esta época de transición a la vida adulta que llamamos juventud?
En una sociedad adultocéntrica como la nuestra, no es de extrañar que las vivencias de la infancia, de las jóvenes o de las personas de tercera edad se aparten del foco común de la discusión social. A esto habría que añadirle que, desde el inicio de las comunidades políticas hasta los ninis, incluso los sisis de hoy en día, las sociedades han criticado, incluso criminalizado, duramente a sus jóvenes. No se trata tampoco de empezar una guerra intergeneracional; no es lo que necesitamos. Lo imprescindible para empezar a cambiar las cosas es un señalamiento claro del problema, y que se deje de hablar de la juventud como un ente abstracto para que se le ponga cara. Nuestra cara.
No partimos de cero; España lleva décadas exportando a otros países de Europa generaciones de jóvenes sin casa y sin un buen trabajo, pero muy capaces de crear un hogar y no conformarse con unos derechos laborales impropios del siglo XXI. Nuestras generaciones están acostumbradas ya a tejer red en cada nuevo piso compartido, en cada curro precario. Ahí está nuestra fuerza. Quizá el uso de esta etiqueta, de esta identidad si se quiere, es el de todas las etiquetas. Hablar de "juventud" nos permite crear un espacio de reconocimiento y referencia para cambiar precisamente lo que significa hoy en día este término.
Por eso, no puedo terminar sin hacer una petición especial para quienes me estéis leyendo. Si sois jóvenes, organizaos; no hay otra salida a todo esto que la vía de la colectividad. Y si ya no sois jóvenes, no os quedéis en felicitar el día a las personas jóvenes de vuestro alrededor. Sentaos a escuchar lo que nos pasa, miradnos sin prejuicios; alguna vez fuisteis nosotras, y sabéis lo que es.
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