Opinión
¿Dónde están las feministas?

Por Silvia Cosio
Licenciada en Filosofía y creadora del podcast 'Punto Ciego'
-Actualizado a
Una de las perretas más cansinas de las extremas derechas consiste en, ante cualquier acontecimiento -nacional o internacional- que tenga que ver remotamente con algo relacionado con las mujeres, apretar muy fuerte los puñitos, poner cara de ofendiditos y gritar a todo pulmón: "¿Dónde están las feministas?".
Que los gobiernos de Occidente entregan Afganistán y a su ciudadanía al capricho de los talibanes, pues ya los tienes en redes gritándonos al oído que dónde están las feministas. Que las mujeres de Irán se levantan contra el régimen integrista y son reprimidas a sangre y fuego, ahí van como un energúmeno pegando voces. Que desaparece una chica, que asesinan a una mujer, que una nueva manada viola a una adolescente... ya salen como ñus en celo a exigir que las feministas intervengan, que hagamos algo, que lo solucionemos. Que lo mismo nos están confundiendo a las feministas con los Vengadores. Vete tú a saber.
De hecho no hace ni falta que pase nada porque ya se lo inventan ellos solos. Apenas habían pasado un par de horas del espectáculo bochornoso montado por Trump en Egipto y ya andaba todo el facherío mundial moviendo el bulo -financiado con el dinero del sionismo asesino- de que Hamás había matado a todas las rehenes femeninas. Y aunque esto no es más que una burda mentira -solo hay que tirar de Google tres segundos para comprobarlo-, les da todo igual porque aquí lo importante es seguir mintiendo hasta conseguir borrar la frontera entre la verdad y la mentira, entre unos hechos constatables y un embuste con el que seguir deshumanizando a los palestinos -para poder continuar con el genocidio- mientras echan más leña al fuego de las guerras culturales tomando al feminismo, una vez más, como rehén y excusa. Un todo en uno que está por ver si esta vez les va a salir bien a los israelíes.
Por eso, cada vez que escucho a esta panda echar mano del feminismo, no puedo evitar preguntarme, cuando nos echan en cara la aparente falta de acción callejera/heroica/justiciera del movimiento feminista actual, cómo reaccionarían si un día a las feministas nos da por enfundarnos en licra amarilla y salir a repartir justicia como nos exigen. Porque estos seres son los mismos que entran en ebullición cuando las activistas de Femen revientan un mitin fascista, sin tener muy claro qué es lo que les ofende más, si las tetas al aire o la valentía de estas chicas, y que considera terroristas a quienes han tratado de llevar leche en fórmula a los niños gazatíes. Que el día que se enteren de que las sufragistas británicas ponían bombas en los buzones o reventaban a pedradas los escaparates de los negocios vamos a tener que sacar las sales para que se recompongan.
Por supuesto que ya sabemos que toda esta indignación y puñitos apretados no es más que pura pamplina, performatividad de cara a la galería, auto indulgencia y cinismo del de toda la vida. Porque lo que nos están pidiendo a las feministas es, ni más ni menos, que arreglemos lo que ellos han roto a propósito. Y es que son los mismos que retiran los puntos violetas, que niegan la violencia de género, que boicotean las concentraciones y los minutos de silencio, que impiden que se imparta educación sexo-afectiva en los centros educativos, que recortan el presupuesto en prevención e información y que nos llaman "putas" cuando les plantamos cara.
Esta estrategia no deja de ser el viejo truco del fascismo tradiciona de hacer luz de gas, algo que se aprende en primero de trilero y que funciona porque consigue que cambiemos el foco del debate público. Y así, en vez de hablar de los fuegos descontrolados que ellos mismos provocan, acabamos perdiendo el tiempo tratando de justificar porqué no llegamos a tiempo para sofocarlos todos. Y una vez más el victimario asume la condición de víctima para poder revestirse con la capa de la pureza y la indignación moral. Y seguir quemándolo todo a su paso.
Pero -porque siempre hay un pero en todo- resulta que algunas feministas también estamos empezando a preguntarnos eso de dónde están algunas de nuestras compañeras. O para ser más precisas y justas, dónde se ha metido el feminismo institucional que no lo vemos, que no lo escuchamos. Porque esta ausencia en el espacio público, en el discurso político, en el día a día, empieza a ser tan preocupante como peligrosa y enervarte. También es verdad que todo esto no es que nos pille por sorpresa. Las cosas empezaron a pintar mal cuando Sánchez en plena campaña electoral nos avisó de que algunos de sus colegas se sentían un tanto molestos e inquietos con el rumbo radical que, según él, había tomado el feminismo durante la anterior legislatura. En ese momento todas intuimos que el nuevo Ministerio de Igualdad iba a adoptar un papel secundario, discretito, recatado, modesto. Que iba a echar mano de un feminismo de lucir bonito en los días festivos y poco más, de un feminismo inútil.
Todo esto nos pilla además -al Ministerio, a la Ministra de ayer, a la Ministra de hoy y al resto de nosotras- en plena cruzada reaccionaria y con las tropas del otro lado trabajando noche y día -y todos a una- en desmantelar cada derecho y conquista social de los últimos ciento cincuenta años. Y nuestro Ministerio de Igualdad haciendo un feminismo sotto voce, dócil ante el poder y dedicado, casi exclusivamente, a ejercer de moralismo y a tirar de punitivismo a golpe de titular. Un feminismo que parece estar ciego ante la realidad y ante lo que se nos avecina.
Y, aunque es innegable la importancia -tanto política como simbólica- de blindar el derecho al aborto en la Constitución, la experiencia nos enseña que no sería tan descabellado imaginar, en un futuro no muy lejano, a las dos extremas derechas de este país poniéndose de acuerdo -si les dan los números- para volver a reformar de nuevo el texto constitucional y eliminarlo de un plumazo. Aunque el paso de la eterna guerra de las derechas contra el derecho al aborto, y por tanto contra las mujeres, en estos momentos lo están marcando desde Madrid con una estrategia que no pasa necesariamente por cambiar la ley, sino en poner trampas administrativas y burocráticas por el camino a las mujeres, a la par que intentan estigmatizar y patologizar el aborto. Y hacen esto porque el aborto es uno de los ejes centrales de la estrategia atrasista y revanchista de las derechas, porque lo que consagra realmente el derecho al aborto es el reconocimiento formal de que las mujeres somos seres libres y autónomos, capaces de tomar decisiones informadas sobre nuestro cuerpo y nuestras vidas sin necesidad de ser tuteladas y sin tener que aguantar paternalismos. Por eso mismo todas las políticas dirigidas a limitar, obstaculizar o prohibir el aborto tienen como finalidad última controlar el cuerpo, la sexualidad, la vida y el destino de las mujeres.
Y es por esta razón que no debemos perder de vista que todas las encuestas sobre intención de voto, por muy dispares que sean los resultados, coinciden siempre en señalar sin género de dudas una evidencia: que son las mujeres quienes pueden evitar el triunfo de la reacción, y por tanto del revanchismo patriarcal y del atrasismo. De ahí que la batalla contra el feminismo se haya convertido en una de las estrategias centrales del neofascismo, pues el movimiento feminista ha demostrado que es un muro de contención infranqueable para ellos.
Sabiendo esto, adoptar en estos momentos una postura discreta ante los constantes ataques del fascismo es una muestra de torpeza e irresponsabilidad política que no nos podemos permitir, pues con este repliegue lo único que se está consiguiendo es dar una falsa sensación de sumisión o de aceptación de los postulados fascistas. Al abandonar el debate público, el hueco que hemos dejado libre lo han llenado con discurso fascista y antifeminista. Ya todo se discute y se habla desde sus postulados y sus puntos de vista.
Sin embargo tenemos que obligarnos a recordar que el movimiento feminista en este país no se reduce al feminismo institucional, sino que es un movimiento político popular, plural, vivo y en constante evolución, siempre presto a dar la cara y a seguir ganando batallas. Por eso cuando nos preguntan "¿dónde están las feministas?", contestamos desafiantes: "Aquí".

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