Opinión
No hay país sin hogar

La agenda valenciana en Madrid puede ser bastante difusa sobre todo si somos conscientes de la autopercepción nacional de la mayoría de los y las valencianas. O quizá es mucho más fácil y la agenda valenciana en Madrid, como en el resto de las instituciones, pasa por ocuparse de raíz de los problemas reales de la mayoría de la ciudadanía. Esos problemas que se cuelan en todas las conversaciones, en los bares cuando vas a tomarte unas cañas con tus amigas, en los comercios del barrio cuando se quejan de que ahora esa panadería donde comprabas de niño la merienda se ha convertido en un bajo turístico, en las conversaciones con tus padres porque tienes que tirar de ellos para llegar a fin de mes, o porque directamente te dicen que cuándo piensas marcharte de casa porque ya tienes 35 años y sigues durmiendo en la misma habitación que te cambiaron cuando cumpliste 15. Conversaciones que pasan tanto en Patraix, Benimaclet, Benalúa, San Antón, en el barrio de la Guinea, el Fardell, la Coma, Xenill pero también en cualquier cafetería de Alcoi, Vila-real, Requena, Crevillent, Chiva o Torrevieja.
Resulta entonces fácil acertar que el reto más importante de la izquierda verde valencianista en Madrid es resolver la crisis habitacional que afecta de una forma u otra, directa o indirectamente, a todos y todas. Habrá quien diga que es un problema del conjunto de España, o de Europa, y tendrán razón. Pero, no es menos cierto, que las cifras avalan que se acentúa más en nuestro caso justo por nuestro sistema económico, altamente dependiente del turismo y por unas políticas urbanísticas bipartidistas que asfaltaron cada kilómetro de país posible (e imposible). En las comarcas de Alacant el 32% de las compraventas se realizan ya por población no residente para especular mientras que la media estatal es del 9%. También rechina que el País Valencià lidera, con 7 de cada 10, la compra a tocateja de viviendas para especular. Frenar el gran acaparamiento de casas en unas pocas manos, los fondos buitre de Barcelona se desplazan a València, y el secuestro de la vivienda para el turismo, también lideramos el ranking lamentable de apartamentos turísticos por habitante.
Desgraciadamente, el debate de cómo garantizar el derecho a la vivienda, en les Corts está secuestrado por una derecha anarcocapitalista que defiende la libertad de unos pocos ante el derecho de la mayoría, o por falsos cantos de sirena que defienden que se debe construir más, volver a ser un país de PAÍS, con mucho hormigón y grúas, para que el precio de la vivienda baje.
Si habéis borrado de vuestra memoria la catástrofe que supuso la gran recesión de 2009, miles de desahucios, despedidos, suicidios, por el estallido de una burbuja sostenida por una intervención de mercado bipartidista pensada para los rentistas y beneficiar a los bancos, que rescatamos sin recuperar nada, intentad recordar, el dolor muchas veces bloquea el recuerdo. La oferta y la demanda son los padres, la falta de suelo, la necesidad de construir y de perdonar impuestos es el hilo rojo entre constructoras, promotoras, Florentinos Pérez, familia Roig y políticas casposas de un neoliberalismo voraz que arrasa con cualquiera que no tenga muchos ceros en su cuenta bancaria.
Todos somos conscientes que, si no se escapa con alguna excusa o el tiempo no lo permite, el presidente de mi país, Carlos Mazón, sacará pecho de la tierra que somos y de cómo cada año miles y miles de personas quieren visitar la terra de la llum i les flors, esa luz que solo Sorolla supo plasmar con la delicadeza y belleza que le corresponden, sí esa belleza que eclipsa cada año a millones de turistas.
Pero la realidad es que solo a València en el mes de julio llegó más más de un millón de pasajeros en avión o a Alcant-Elx 2’2 millones, más miles de cruceristas, que saturan, colapsan, masifican, contaminan, empobrecen, secuestran la función residencial de las casas para ser falsos hoteles y animan a cerrar el comercio de proximidad para convertirlo todo en servicios auxiliares para turistas; alquiler de bicis, lockers para guardar maletas, cafeterías de especialidad de té matcha a 4 euros.
No caigamos en las trampas de las señas de identidad que nos prepara el gobierno de Mazón, vivámoslas con normalidad, usémoslas con pasión, pongamos pie en pared, defendamos los derechos humanos ante el fascismo, pero hablemos, propongamos y busquemos consensos para lo que realmente preocupa y ocupa a los valencianos.
Hoy, cada cual que viva nuestro día nacional como quiera, pero cantemos juntos himnos de paz que pasen por declarar el País Valencià como zona tensionada, que se aplique la ley de vivienda y el índice de precios, que se deje de seguir regalando bajos comerciales a fondos buitre que solo destruyen el barrio y cierran comercio (tanto que hablan ellos de defender la economía y a las pymes), decrezcamos el número de turistas, que la Generalitat compre vivienda vacía por el tanteo y retracto para que todos tengamos pan, techo y rosas (o mocadorà), pero sobre todo, techo. Prohibamos la especulación, entendamos que la vivienda no es un bien de mercado, es un derecho a partir del cual podemos obtener el resto de los derechos, dejemos de normalizar que un zulo por 1.000 euros es alquiler asequible, que no tiene sentido pagar más de 500 euros por una habitación, hagamos que la intervención del Estado no sea para que los rentistas paguen menos impuestos que los currantes, que la intervención del estado no sea para favorecer SOCIMIS, sino la vivienda pública, que la intervención del Estado no piense en como joder al inquilino, sino en alquileres indefinidos.
Hoy, cuando paseemos las calles, sobre todo quienes formamos parte de la oposición de Mazón, no nos dejemos frustrar por quienes nos insulten y buscan resucitar la batalla de València, lo importante ahora, también lo fue entonces, es centrarnos en la guerra contra la especulación y en parar el genocidio. Si entendemos que esta es la prioridad, en Madrid, en les Corts y los Ayuntamientos, será más fácil echar a Mazón que sigue pegado en el barro de la indecencia en el Palau de la Generalitat un año después de haber preferido salvar los beneficios de HOSBEC a la vida de 229 personas. ¡Hagámoslo!
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