Opinión
El orgullo del PP

Por David Torres
Escritor
Cada uno celebra el Día del Orgullo como puede. Mark Rutte, por ejemplo, escenificó un número verbal sado-maso en la cumbre de La Haya en la que se ofreció a Donald Trump con la misma sumisión embelesada de José Luis López Vázquez cediendo el paso a una rubia imponente: "Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo". Rutte llevaba el terno oficial de secretario general de la OTAN -traje azul de enterrador-, pero a medida que hablaba le crecía el bigote, se le iban cayendo pantalones, corbata, chaqueta, y el torso escuálido aparecía erizado de tachuelas y tiras de cuero negro. Llegó a llamar al presidente de EE UU daddy (papaíto), lo cual escandalizó incluso a los periodistas habituados a cubrir estas genuflexiones, que ya es escandalizar. Ahora bien, Rutte dirá lo que quiera, pero lo suyo con Trump no tiene nada que ver con la homosexualidad sino más bien con la zoofilia.
Es lógico que el colectivo gay esté hasta las narices de estas charlotadas por las que se les reduce a un par de tópicos y una imitación de los Village People, todo con tal de intentar rascar unos cuantos votos aprovechando el Día del Orgullo. Pocas cosas más patéticas que comprobar la esquizofrenia con la que algunos líderes del PP intentan sumarse al oleaje arcoíris, olvidando la homofobia esencial de una formación que en su día comparó el matrimonio igualitario con la unión entre peras y manzanas. Una comparación de las que hacen época, digna de los comedores de fruta, una comparación para estamparla en una etiqueta y venderla en botella.
Al menos en Vox no engañan a nadie y hablan del adoctrinamiento LGTBI como una senda de baldosas amarillas que lleva a los niños irremediablemente a la pederastia, como si Dorothy, al final de El mago de Oz, cayese en manos de un cura ligero de cascos. En Vox celebran el Orgullo como debe ser, sin que se entere ni Dios, bien dentro del armario. Mientras tanto, en el PP, donde acostumbrar a confundir el culo con las témporas, Feijóo copia literalmente el lema de un cartel municipal con el que Manuela Carmena anunció las fiestas de 2017, pasando por alto que hace dos años presentaron un recurso contra la Ley LGTBI+ que vulnera todos los derechos del colectivo. Ames a quien ames, España te quiere, pero ojo, que si amas a la persona equivocada te quiere bien lejos.
Este año, aprovechando esos pactos entre la ultraderecha y la ultraderecha más allá de la pared, Vox ha presionado a sus socios del PP para que no cuelguen la bandera arcoíris en ayuntamientos y centros oficiales donde gobiernan juntos y revueltos. Almeida lleva seis años sin desplegar la bandera en el Ayuntamiento de Madrid ya que quiere mantener la neutralidad institucional entre peras y manzanas. No obstante, este año ha permitido que el símbolo ondee en los balcones de los grupos municipales que lo soliciten, no vayan a pensar que el alcalde es un homófobo y un cateto. Como no estará de caliente la cosa que esta vez en el PP ni siquiera han sacado a pasear en carroza a Javier Maroto, el gay oficial del partido, el hombre que se casó con su novio de toda la vida porque una cosa son peras y manzanas, y otra muy distinta chirimoyas y aguacates.
Para terminar de arreglarlo, en el Metro de Madrid han celebrado el Día del Orgullo mediante un cartel que reza: "¿Te parece divertido ir de flor en flor? Ahora todo son risas, pero en unos años comerás tú solo el día de Navidad. Ojalá no te confundan, puedas formar una familia y que sea numerosa". Es un consejo promocionado por la misma mujer a la que no se le cae de la boca la palabra "libertad", aunque ya sabíamos que por "libertad" ella entiende lo que le da la gana. Por lo demás, no parece que Ayuso haya seguido el consejo a rajatabla, cuando a su edad todavía no se ha reproducido, algo que nunca le agradeceremos bastante. Debe de ser porque Ayuso, en vez de ir de flor en flor, va de chorizo en chorizo.
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