Opinión
Poesía de guerra, poesía en guerra

Periodista cultural
Qué rabia que la vieja poesía de denuncia no sea eso, vieja, y haya vuelto a encontrar un lugar entre los libros nuevos o casi nuevos. Qué pena que la poesía de guerra no sea un género antiguo útil solo para elaborar los exámenes donde el alumnado se la juega en estas fechas. Gaza en los cielos, de Armando Lozano, nació en el último mes del pasado año editado por Sial Pigmalión y con prólogo del poeta Abdul Hadi Sadoun. Sus páginas son una revista de prensa, un álbum reciente de nombres, cifras, sucesos e imágenes que encuentran cobijo en el formato inesperado de la poesía. Son, y se lee en la cubierta, la crónica poética de una tragedia, versos de urgencia y apresurados que, como los periódicos al paso de los días, ven crecer el número de muertos a medida que avanzan las páginas. En la 61, por ejemplo, el poema Mausoleo blanco lleva el subtítulo de Proyecto arquitectónico en homenaje a los 30.000 caídos y comienza: 30.000 nombres en una pared blanca a lo largo de la frontera… En la 103 habla de resistir hasta el verano: existen 34.000 razones… En la página 137 ya son 40.000 vidas barridas bajo la alfombra de Israel, y en la 149, casi al final, hay 42.000 nombres enterrados en fosas. Ese es el ritmo de una estadística macabra que cinco meses después de la publicación del poemario supera los 50.000 muertos. La poesía también se acuerda de ellos.
Son versos que no le temen a lo concreto: ni a los números, ni a los nombres. Y hay muchos nombres en este libro. Está dedicado para empezar a la novelista y poeta Hiba Abu Nada, asesinada en Jan Yunis el 20 de octubre de 2023. Suyos son los versos que inician la lectura y que inspiran el título:
En los cielos
una nueva Gaza sin alambradas
está tomando forma en estos momentos.
Está el bebé Abdul Rahman, que murió a los dos meses con su madre, ilustradora, y su padre, ingeniero. ¿Murieron? Fueron bombardeados cuando se refugiaban en la ONG Global Communities. El bebé es rescatado del limbo de los niños y niñas muertos sin nombre porque era el primer nieto del poeta y académico Refaat Alareer. No lo vio nacer. Fue asesinado en diciembre de 2023 y algo presentía —o era simplemente el miedo ante la cotidianidad del terror— porque escribió un poema titulado Si he de morir, donde instaba a su hija a volar una cometa blanca en su memoria. Pero no hay hueco en el cielo de Gaza para cometas. La poesía le abre un hueco.
Están los que cuidaban como el cirujano Adnan Al Bursh, torturado y asesinado en una cárcel israelí y aquellos otros, como Mohammed Zaher al-Nono que no necesitaron ir a prisión porque la muerte los visitó en su trabajo:
Un médico más ha muerto
esta vez en el Hospital Al Shifa.
Nos dejó el 23 con los ojos abiertos
No quiso abandonar a sus pacientes
Dicen que fue ejecutado ante ellos.
Están los que alimentaban, esas siete personas muertas, a las que el autor les canta: World Central Kitchen Blues. Quizá sean las víctimas más conocidas y lo hermoso es que aquí están junto con las que menos lo son, las invisibles que protagonizan poemas como el titulado Masacre en el reparto de comida, con otra fecha para no olvidar: 29 de febrero de 2024.
Y hablando de víctimas, Armando Lozano, que se ha ocupado toda su vida por el diálogo intercultural e interreligioso y dirige la Federación Internacional por la Paz Mundial en España no se olvida, por si había que señalarlo, de cómo empezó todo. No se olvida de Shani Louk, por ejemplo, la muchacha alemana-israelí que solo quería bailar en aquel festival y que acabó en una furgoneta rodeada de “hombres ennegrecidos”:
ese cuerpo inocente, paseado y escupido por las calles
es suficiente para crucificar a los que vivimos por la bondad.
También revive en las páginas el coraje ejemplar de Awad Darawshe, que murió a manos de los terroristas el maldito 7 de octubre:
Viniste al Festival Nova con las ambulancias.
Cuando empezó el tiroteo la orden era escapar. Tú te negaste, tus compañeros huyeron.
Querías cuidar a los heridos.
Eso es lo que hacen los hombres buenos.
“¿Para qué sirven los hombres buenos?”, se pregunta el autor en otro poema, cuya voz va de la crónica a la denuncia con parada ocasional en la desesperación.
La ironía y la crítica es otro recurso del poemario. La excentricidad de visiones como las descritas en Vacaciones en Gaza, donde se imagina una Franja de
instalaciones vanguardistas
que no tienen nada que envidiar
a la Feria Arco o a la Bienal de Venecia
con multitud de escombros de-construidos
Se mezclan con realidades como el proyecto israelí de erigir un parque de atracciones en la frontera donde se concentraron los ataques, mausoleo mediante. Todo antes de que el presidente de Estados Unidos publicara su vídeo y expresara sus intenciones de convertir la zona en un resort turístico… Cuidado con las visiones, exageraciones, que vienen los literales a hacer realidad la pesadilla más grotesca, a materializar lo que solo la literatura o el arte de la distopía podrían haber recreado. Fuego amigo, por ejemplo: oxímoron como nieve negra, como tensa calma... Los ejemplos que estudiamos. Fuego amigo el que mató a los rehenes israelíes que medio desnudos, visiblemente desarmados e izando un trapo blanco por bandera de la paz fueron tiroteados. Se llamaban Alon, Yotam y Samer. Los versos de Gaza en los cielos recuperan los nombres, los sucesos de la barbarie y los traen de vuelta en verso, prosa, número o canción; lo que sea con tal de no olvidar que si titulares fueron, muertos son.
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