Opinión
Ravensbrück: las olvidadas de los olvidados

Por Marga Ferré
Presidenta de Transform Europe
-Actualizado a
80 años de la liberación de los campos. Incluso el jefe de Estado fue este año a Mauthausen. Yo preferí ir a otro lugar, al mayor campo de concentración de mujeres en territorio alemán, aceptando la invitación del Amical de Ravensbrück y la Fundación Neus Catalá para recordar a las mujeres españolas allí deportadas. Déjenme que les cuente lo que de allí me impactó.
En el precioso pueblo prusiano de Ravensbrück las SS construyeron en 1939 un campo de concentración para mujeres. Se calcula que pasaron 132.000 y se sabe que pocas, muy pocas, sobrevivieron. Entre las deportadas, entre 300 y 400 españolas, aunque solo están identificadas 100: los nazis eliminaron los registros antes de que el Ejército Rojo liberara el campo un 30 de abril de hace 80 años. Sus nombres y lo que sabemos de ellas pueden leerlo aquí.
Lo primero que me impactó es que el campo de concentración está al lado de un pueblecito encantador desde el que la chimenea del crematorio es perfectamente visible. Aunque defiendo con toda firmeza que la culpa no es hereditaria, no pude evitar mirar qué habían votado los habitantes de ese adorable pueblo. AfD tiene un 18% de apoyos en el pueblecito en el que sus antiguos habitantes vieron arder el humo de las cenizas humanas durante seis años. No es que sea una excepción, más bien un recordatorio de que el infierno puede adoptar formas que, por bellas, se sienten aún más espeluznantes.
'Las olvidadas de los olvidados'
Así era como Neus Catalá, la mítica militante comunista y antifascista que sobrevivió a Ravensbrück, definió a las mujeres deportadas. Ella, como la mayoría de las españolas que acabaron en ese infierno, fueron deportadas allí desde campos franceses en los que acabaron al huir del franquismo, entregadas a la Gestapo por la Policía de Vichy. Por ello, la particularidad de las deportadas españolas era su carácter "político": esas mujeres combatieron el fascismo, combatieron el nazismo y fueron deportadas por ello.
No puedo estar más de acuerdo con las palabras de Margarita, hija de Neus Catalá, cuando deja claro que estas mujeres no solo fueron víctimas de la barbarie nazi, sino que también fueron resistentes, luchadoras, solidarias, cuidadoras y saboteadoras. Lucharon en el infierno, por lo que recordarlas no es un acto de memoria, sino de compromiso.
El uniforme a rayas
La iconografía de los campos nazis nos da la imagen de un uniforme a rayas. Todos ellos los hacían las deportadas de Ravensbrück en jornadas de 12 horas diarias en los talleres textiles del campo. Pero lo que más me escandaliza es que anexo al campo, una empresa hoy muy conocida construyó un campo de trabajos forzados. A ver si encuentran cuál es:
Junto al recinto del campo, la empresa Siemens construyó 20 naves industriales. No es que Siemens no supiera lo que allí pasaba, al contrario, extraía beneficios usando mano de obra esclava para la industria militar. Lo maravilloso es que los testimonios nos muestran cómo las mujeres hacían todo el sabotaje que podían.
Es algo que destaca la investigadora Mar Trallero, quien nos guía en la visita, al describir cómo, en la organización de la resistencia, además de por familias políticas (especialmente los comunistas, como en Mauthausen), las mujeres se organizaron a través de los cuidados. Las supervivientes narran un espacio de enorme solidaridad. Los nazis mandaban a los niños y niñas pequeños a los campos de concentración con sus madres. Hubo miles de ellos en Ravensbrück y las deportadas los cuidaban como podían. Una de las niñas, Estrella Kugelman, cuenta que tuvo siete madres en el campo: las madres no sobrevivían mucho y cuando una moría, otra mujer la reemplazaba.
Caminando por las sombras de lo que fuera el anexo Campo preventivo de mujeres menores y niñas de Uckermark (sí, los nazis hicieron un campo solo para niñas y mujeres jóvenes) entablé conversación con una compañera del grupo sobre cómo fue eso posible, sobre la banalidad del mal… Ella fue quien me habló de Primo Levy, narrándome de forma calmada lo que cuenta en sus memorias, que me comprometí a leer. A ello me he dedicado, a su Trilogía de Auschwitz, que hoy les recomiendo con la clara idea de extraer lecciones para el presente. Una de ellas la expresa en una entrevista que le hicieron en 1970.
"El fascismo de hoy, igualmente violento, al que falta solo el poder para volver a ser lo que era: la consagración del privilegio y la desigualdad […] Puede existir en cualquier sitio, un fascismo que no tiene por qué ser idéntico al de entonces, con un nuevo verbo: no todos somos iguales, no todos tienen derechos, algunos tienen derechos y otros no… Donde echa raíces, al final está el campo de concentración".
Vivir mejor sin nazis
Al salir del campo, nos encontramos con casetas de organizaciones memorialistas y antifascistas alemanas. Una de ellas me llamó mucho la atención: la atendía una mujer joven rodeada por carteles coloridos con un lema que mi nulo alemán no supo entender.
Le pregunté qué significaba, ella me miró sonriendo e intentando buscar las palabras correctas en su escaso inglés, me dijo: "significa que… la vida es más bonita sin nazis". Le devolví la sonrisa, que aun conservo y que afirmó en mí el convencimiento de que, con personas como ella, lo vamos a conseguir.
Gracias a todas y todos los que lucháis por la memoria antifascista

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