Opinión
Las últimas lecciones de Jaime Miquel

Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
Se fue el "obrero del dato". La tarde del pasado 16 de mayo fallecía en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid Jaime Miquel, una de las personas que mejor ha sabido leer los cambios políticos de la última década, la perestroika. Aunque formado en Geografía e Historia, como su padre fue quien fundó en España Gallup, la prestigiosa empresa estadounidense de análisis de datos, su vida profesional se desarrolló tras el empeño de encontrar en los números el sentido del comportamiento de la sociedad.
En 2018, tras la moción de censura a Mariano Rajoy que dio con Pedro Sánchez en la Moncloa, se sumó al gabinete de Presidencia dirigido por Iván Redondo siendo uno de sus pilares más importantes. Cinco años después dejaba atrás el palacio y volvía a las plazas. Quienes tuvimos la oportunidad de verle merodear en los últimos meses por las inmediaciones del Congreso de los Diputados y sentarnos a comer con él, no supimos diagnosticar que, tras sus carcajadas bonachonas y aspiradas, se escondía un cáncer que se lo llevó demasiado pronto.
El fundador del instituto Key Data era un rojo en sus ideas, meticuloso en sus análisis, afable en el trato, irónico en la conversación, punzante en las descripciones. Había tratado con muchísimos políticos de distinto signo y con partidos muy diferentes; era un gran conocedor del muestrario. De todos ellos contaba anécdotas y no se mordía la lengua al recordar mezquindades. Y preveía un futuro no muy lejano negro, en el que "nos perseguirán" por ser como somos si no se le pone solución al avance del reaccionarismo. Sin embargo, pese al profundo realismo de quien se obsesiona con conocer la realidad, no era una persona pesimista. Creía que había alternativa al desastre, y sus números lo avalaban, según aseguraba. Sus reflexiones siempre se encaminaban a describir hacia dónde se debía dirigir la izquierda para lograr una victoria electoral.
De una comida con él no solo se conseguía un buen rato con unas risas y bromas, también una lección política, un análisis de dónde estamos y hacia dónde vamos. "Criticar todos y cada uno de los pasos que da el Gobierno hace caer en el ridículo al PP", le contaba al compañero Samuel Martínez hace menos de un mes. Una lección a tener en cuenta, ahora que la derecha cree acorralado al Gobierno entre procesos judiciales y juicios mediáticos y se echa al monte, a las calles, a los platós y altares para ahogar al Ejecutivo. Una estrategia que Miquel consideraba "absurda".
En sus artículos de Infolibre también dejaba perlas que bien haríamos en tener en cuenta quienes, de una forma u otra, nos dedicamos a intentar comprender la situación política española. De este modo, combatió una idea que se ha movido en los últimos meses en algunos mentideros socialistas: la idea de que el PSOE podría llegar al 35% del electorado en unas próximas elecciones generales. Para Miguel, "el Luis Aragonés de la política", esto resultaba descabellado. Y la única forma de que hubiera una reedición de un Consejo de Ministros progresistas era que la izquierda del PSOE se organizara y que volviera a montar una candidatura con aspiraciones a dar la batalla. Para lo que no dudaba en afanarse en recomendar una renovación y que esta se hiciera rápido, cuanto antes, buscando a una persona capaz de ponerse al frente de un espacio político tan diverso y desigual territorialmente hablando como es la izquierda alternativa.
Y es que Miquel echaba cuentas y veía que los dos bloques (PP y Vox, por un lado; PSOE y las fuerzas progresistas y plurinacionales, por otro) no están tan separados en votos (en torno a los 10 millones, el primero por arriba, el segundo, por aajo), y que la ley electoral podía volver a dar un empate casi técnico en un futuro Parlamento si la izquierda se reorganizaba (algo que parece hoy casi imposible cuando Podemos y el espacio de Sumar se encuentran arrastrados por una fuerza centrífuga, que cada vez les aleja más) y las fuerzas nacionalistas periféricas, soberanistas e independentistas seguían apostando por jugar en el tablero estatal para evitar un gobierno de derechas nacionalista español.
Esta semana, el PP ha boicoteado las negociaciones del Gobierno de Sánchez para que el catalán, el euskera y el gallego puedan ser lenguas oficiales en la UE, volando puentes con Junts y con el PNV. La jugada del PP, que se fía de las encuestas que le otorgan mayoría absoluta con Vox, puede ser un error si en un futuro necesitara el acuerdo con las otras derechas de la península que hablan otras lenguas.
A los sabios hay que leerlos siempre. Las palabras de Jaime Miquel siguen teniendo valía pese a que la guadaña haya venido a visitarle prematuramente. El PP ha conseguido, puede que sin haber reflexionado mucho sobre sus consecuencias, cohesionar algo una mayoría de la investidura que cada vez estaba más disuelta. Pero las izquierdas tienen que cumplir con su función para que dentro de dos años, si no se adelantan los comicios, haya partido, agua en la piscina.
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