Conozco a una chica que trabajaba en la tele, en informativos. Después de muuuchos años, se cansó y decidió cambiar de trabajo. Me contó que en su decisión influyó poderosamente el hartazgo que le producía tener que soportar cada día las innumerables declaraciones políticas de los señores Acebes, Zaplana y Michavila. Estamos hablando de la época del último gobierno de Aznar.

Estos señores hablaban y hablaban todo el santo día para los medios y, claro, mi amiga tenía que escucharles, valorar lo que decían y contárselo a los jefes de la redacción, que decidían emitir –o no-las declaraciones en los informativos. Por lo que me contaba mi amiga, estos señores llegaron a decir muchas tonterías, por decirlo suavemente. Pero lo gordó ocurrió tras el atentado del 11M en Madrid, cuando el tal Acebes, siendo Ministro del Interior, insistió patéticamente en atribuir la salvajada a ETA en vez de a Al Qaeda. Aquí sí que mi amiga pensó que la mentira era de tal calibre que no podía ser sano pasarse la vida escuchando a estos señores y haciéndoles caso. Ya digo, dejó la tele y se buscó otro trabajo.

Bueno, pues resulta que ahora el trío calavera está finiquitado. Se los han pulido, tú. Michavila, Zaplana y ahora Acebes. Qué contenta debe estar mi amiga.