Opinión
Nos merecemos un tipo único
Por Amparo Estrada
-Actualizado a
En la época medieval se pagaban unos impuestos denominados pechos o pecha y a los que los pagaban se les llamaba pecheros. Eran labriegos de las villas o vecinos de las ciudades y, con el tiempo, el concepto de pechero se convirtió en sinónimo de plebeyo y villano. Los pecheros eran el grupo numéricamente más importante y pagaban al rey o al noble propietario de las tierras que trabajaban. La historia popular dice que, a mediados del siglo XVII, los impuestos eran tan elevados que se repartió un panfleto por Sevilla en el que aparecía una mujer con los pechos tan grandes que estaba aplastada por ellos.
Ahora, puede que los pechos no sean tan grandes, pero a muchos les sigue pareciendo que los impuestos son excesivos. La recaudación impositiva ha crecido por encima de lo previsto en los últimos años y eso ha llevado a que la presión fiscal haya aumentado, en contra del compromiso del Gobierno. En todo caso, lo que mide la presión fiscal es la relación entre los ingresos y el PIB; eso significa que puede no haberse subido la tarifa del impuesto y, sin embargo, aumentar la presión fiscal porque se recaude mejor. Pero, para cada contribuyente individual, los impuestos
no han subido.
Volviendo a los pechos que acaban aplastando a quien los porta, en la próxima legislatura es muy probable que se reduzcan algo más en esta línea de cirugía estética impositiva que se lleva practicando tímidamente en España. Los dos partidos mayoritarios estudian incluir en su programa electoral rebajas de impuestos. Y es el momento de echar la mirada cuatro años atrás cuando en el PSOE se planteó una medida revolucionaria que el miedo guardó en el cajón: el tipo único en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF).
Simplificar
Con el tipo único hay que dejar dos cosas claras desde el principio: la primera, que poner un tipo único no significa que todos paguen lo mismo (ver cuadro), y la segunda, que es indispensable simplificar los impuestos, especialmente el IRPF.
Una de las mayores injusticias fiscales es que el ciudadano no entienda el impuesto y que, por ese desconocimiento, acabe pagando más de lo que le correspondería. Los impuestos en España son complicados, son prolijos y cada reforma o modificación acaba enmarañando aún más el sistema.
No hay más que ver la enmienda que ha presentado el grupo socialista en el proyecto de Presupuestos para 2008 a la deducción por alquiler: una fórmula donde hay que multiplicar por un coeficiente, restar y calcular un porcentaje. Todo para que los que tienen ingresos entre 12.000 y 24.000 euros anuales y viven en alquiler acaben deduciendo menos de lo que se había anunciado.
No hace falta complicar la vida a los pecheros actuales –fundamentalmente asalariados– y un tipo único en el IRPF combinado con un mínimo exento adecuado permitiría mantener un impuesto progresivo, pero a la vez sencillo y que desincentive menos. Una fiscalidad menos confiscatoria y más sencilla permite un mayor crecimiento económico.
Aunque el ejemplo del cuadro se ha realizado con los valores que en su momento manejó el PSOE, son variables que se pueden ajustar en función de la progresividad o del coste recaudatorio que se persiga.
En cualquier caso, aplicar un tipo único del 30%, por ejemplo, con un mínimo exento de 12.000 euros supone que los que ganan 18.000 euros pagan el 10% de sus rentas y los que tienen unos ingresos de 50.000 euros tendrían que pagar el 22,8% de sus rentas. Se puede jugar con el mínimo exento y con el tipo para lograr la progresividad y la recaudación que se prefiera. En su momento se descartó porque creyeron que la opinión pública no lo aceptaría. Y porque no se aceptó una merma recaudatoria que luego se ha producido con una reforma aguada.
La reducción de tramos en el impuesto y la reducción de tipos marginales acabará conduciendo al tipo único. ¿Haremos el camino a paso cansino o a zancadas?