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análisis La errática campaña del PP para conservar, si puede, la segunda plaza

Por primera vez en la Comunidad está en juego la segunda plaza, según varios sondeos. El PP habita un sándwich, atacado por la derecha, por Vox, y por el centro, por Ciudadanos

Pablo Casado y Juanma Moreno, en una imagen promocional de la campaña andaluza del PP.

raúl bocanegra

Estas elecciones autonómicas en Andalucía encierran un misterio, que solo se resolverá, a la manera de la paradoja del gato de Schrödinger, cuando se abran las urnas. El físico austriaco Erwin Schrödinger planteó en 1935 un experimento mental para explicar la complejidad de los recientes descubrimientos en el campo de la mecánica cuántica. Imaginen una caja cerrada, opaca. En ella, hay un gato y también una botella de gas venenoso y un dispositivo, en el que una sola partícula, un electrón, tiene una probabilidad del 50% de ser detectada. Si la partícula es captada, el veneno se libera y el gato muere. Una vez que acaba el tiempo, por tanto, la probabilidad de que el animal esté vivo es la misma de que esté muerto. La paradoja es que Schrödinger afirmaba que mientras no se abriese la caja, y de acuerdo con las reglas de la mecánica cuántica, el gato estaría vivo y muerto al mismo tiempo.

Así, si trasladamos este experimento para el caso de estas autonómicas, cuando se abran los sellos de las urnas y los sobres, podremos observar uno de los dos tipos de ecosistemas políticos que hoy dibujan los sondeos y coexisten en los análisis políticos de estos días. Uno es más impermeable a la política nacional y se parecerá más al tradicional en Andalucía, con un PSOE alto, un PP bien asentado en la segunda plaza, y dos partidos emergentes que siguen siendo emergentes. Y el otro es nuevo, más permeable al escenario nacional, en el que seguirán ganado los socialistas, pero en el que la distancia entre estos y Adelante Andalucía y entre PP y Ciudadanos, será menor que la actual, y obligará a tener relaciones más horizontales entre los partidos y a fomentar la cultura del pacto entre diferentes. O eso o Andalucía entrará en un ciclo de inestabilidad política desconocido desde la famosa legislatura de la pinza, en 1994, cuando PP e IU se dedicaron a hacerle la vida imposible al PSOE de Manuel Chaves, que había ganado las elecciones.

De este modo, seis años después de ganar por primera vez unas elecciones autonómicas, las de 2012, con Javier Arenas al frente, que no le sirvieron para gobernar porque PSOE e IU formaron un gobierno de coalición (que terminó abruptamente tres años después, en la primavera de 2015) el PP se enfrenta ahora a una nueva y cruda posibilidad, que se resolverá, al modo del gato de Schrödinger, el próximo día 2: en juego está su histórica segunda posición.

Desde 1982, las primeras autonómicas, AP-PP ha sido el partido hegemónico en la derecha andaluza y siempre había estado claro su papel como líder de la oposición y, por tanto, alternativa de Gobierno, llegado el caso. Ahora, tras la irrupción de Podemos y Ciudadanos en la política autonómica, eso está, cuando menos, en discusión, a pesar de que oficialmente el PP descarte de manera rotunda ese escenario.

"No se engañe. No voy a ser su vicepresidente", le dijo Moreno a Marín en el debate de Canal Sur

“No sueñe, no voy a ser su vicepresidente”, le espetó Juanma Moreno a Juan Marín en el debate electoral del pasado lunes. La mera necesidad de pronunciar esa frase revela que la posibilidad está ahí. Hay encuestas que le otorgan al PP la segunda plaza de manera cómoda y otros que se la dan a Ciudadanos e, incluso, otros, que se la pronostican a Adelante Andalucía, la coalición de IU y Podemos con otras fuerzas andalucistas.

Y en política, al contrario que en la suma y la multiplicación, el orden de los factores sí altera el resultado, porque quien quede segundo puede, con cierta legitimidad, defender, modificando la sentencia atribuida a Luis XIV: “La oposición soy yo”. E incluso, si los números cantan, si PP y Ciudadanos suman juntos un escaño más que el PSOE -y Adelante Andalucía decide refugiarse en su caparazón- eso podría permitirle a Moreno, en el caso de ser segundo, decir una vez más, aunque haya cada vez menos gente lo piense: “Yo soy la alternativa”.

El debate del lunes pasado en Canal Sur dejó, desde luego, esa impresión. Mientras Susana Díaz buscaba acercarse lo más posible a la mayoría absoluta, los demás, los tres, Marín, Moreno y Rodríguez, buscaban el segundo puesto y, con ello ubicarse como la alternativa, con todas las consecuencias, a los 36 años de gobiernos socialistas.

En el PP no conciben perder la segunda plaza en Andalucía. No es ese un escenario realista para ellos

Moreno encajó los golpes de Marín en el debate, excepto el primero, que lo descolocó un poco, con cierta caballerosidad. Abría los brazos, al modo en que se hace en los campos de fútbol y parecía decir con ese gesto: ‘hombre, Juan. No nos hagamos daño, que nos va a tocar colaborar’. La razón de esta actitud tranquila y sonriente por momentos ante los embates de Moreno -que fue el único de los candidatos que situó como objetivo número 1 a la presidenta- es que en el PP no conciben perder la segunda plaza. No es ese un escenario realista para ellos.

Ellos venden que lo que sucede es exactamente lo contrario, que todos los sondeos tienen un sesgo contra el PP, y que con Ciudadanos están cerca de superar al PSOE. Aunque, como en 2012, les va a resultar imposible gobernar -salvo que se produzca una mayoría absoluta de derechas que se antoja imposible- porque, con seguridad, ni PSOE ni Adelante Andalucía se lo van a permitir.

Tres ejes discursivos

El PP de Andalucía está centrando su campaña, y así lo demostró Moreno en el debate, fundamentalmente en tres ejes discursivos. Por un lado, la economía y el empleo, donde promete una bajada masiva de impuestos, a la que ha bautizado como BMI, y la creación de 500.000 puestos de trabajo. Por otro, la corrupción, terreno en el que defiende una limpieza total en la administración andaluza. Y, por último, el deterioro de los servicios públicos en la Comunidad, cuya responsabilidad sitúa en una supuesta falta de habilidad en la gestión del gabinete de Susana Díaz.

Nadie se cree,
en este momento, que el PP pueda ser garantía de lucha contra la corrupción

Se trata de un programa moderado, como es necesidad en Andalucía, si se quiere ser una fuerza mayoritaria, pero que le cuesta mucho colocar al equipo de Moreno, porque su partido cuenta con un pasado, y el mismo candidato también. Así, Moreno tiene severos problemas con dos de los ejes de campaña que eligió. Nadie se cree, en este momento, que el PP pueda ser garantía de lucha contra la corrupción, después de la primera sentencia Gürtel y la salida obligada, tras una moción de censura, de Mariano Rajoy del Gobierno de España. Ciertamente, a Ciudadanos y a Adelante Andalucía, por razones obvias, -no han gestionado en su corta historia apenas fondos públicos- les cuesta menos colocar el discurso de la regeneración democrática. “No todos tenemos la misma legitimidad contra la corrupción”, resumió la situación Teresa Rodríguez el pasado lunes.

Y Moreno lo tiene difícil también para defender con credibilidad los servicios públicos fundamentales, después de haber asumido sin rechistar desde su puesto en el ministerio de Sanidad de Ana Mato, e, incluso, con cierto regodeo ideológico por momentos, los masivos recortes impulsados por Bruselas durante la crisis económica, que han causado un deterioro evidente en la sanidad pública.

En un gesto que nadie comprendió, Moreno se fue al campo en que Juliá le hizo a González, Guerra y Chaves la icónica foto de la tortilla

Moreno ha hecho además tres gestos de tenor mediático que no le han terminado de salirle redondos, dos de ellos, por la sobreactuación que conllevan, que suele revelar impotencia, y el tercero, por incomprensible. Por un lado, el mismo día en que Díaz convocó los comicios, unas horas antes, Moreno se plantó a las puertas de un burdel de Sevilla, en el que hace más de 8 años, el exdirector de una fundación pública hoy extinta, Fernando Villén, había pagado con una tarjeta de la Junta de Andalucía gastos por importe de 15.000 euros, que luego devolvió.

En paralelo, consintió que los suyos le hicieran una encerrona a Díaz y al expresidente de la Junta, Manuel Chaves, en una comisión de investigación sobre financiación de partidos políticos que abrieron en el Senado en la que solo participan ellos, el PP, porque los demás partidos la consideran "un circo" y "un paripé". Y por último, Moreno se fue al campo, al pinar en el que en 1973, Felipe González, Alfonso Guerra y Manuel Chaves, entre otros, fueron retratados por el fotógrafo Pablo Juliá, mientras compartían un relajado picnic, en la que fue bautizada como la foto de la tortilla, aunque no había tortilla alguna.

Esa es una estampa icónica para el PSOE ¿Qué quiso decir Moreno con ese movimiento? ¿Un giro a la izquierda? ¿Venderse a sí mismo como heredero de aquello y no del PP? ¿Pensaba que hacer eso le iba a dar votos del PSOE? Nadie parece saberlo realmente. El gesto resultó al fin incomprensible, causó unas buenas risas en las filas socialistas, y acabó por dar la sensación, en numerosos sectores, de que el PP caminaba a tientas, mientras se adentraba en una campaña errática.

Entre dos aguas

Quizás esos movimientos errabundos tengan algo que ver con el problema demoscópico en el que navega el PP: entre dos aguas, las de Ciudadanos y las de Vox. Hasta ahora, los conservadores han aguantado el tipo con respecto a Ciudadanos, -la distancia entre ambos era suficiente para que no se discutiese la hegemonía en la derecha- desde luego, mejor que lo hizo el PSOE frente a la llegada de Podemos.

Pero después de la crisis en Catalunya -que se saldó con una victoria electoral de Ciudadanos y la caída del PP hasta los 4 escaños- y de la pérdida del Gobierno de España a regañadientes, por la puerta de atrás, está por ver que esto siga siendo así. Las elecciones andaluzas, en la que el CIS identifica una alta volatilidad en el voto de derechas, son la primera prueba a la que se enfrentan el PP con fuego de verdad.

El voto de extrema derecha en Andalucía siempre ha ido a parar al PP, pero no está claro que esto vaya a suceder de nuevo

El voto de extrema derecha -salvo algunas pocas personas, algo testimonial, que acumulaban cientos de votos en partidos residuales elección tras elección-, en Andalucía siempre ha ido a parar al PP, pero no está claro que esto vaya a suceder de nuevo. Vox ha surgido después de que el PP aplicase en Catalunya un 155 utilitario, para convocar elecciones, y en el último momento, cuando el deterioro era evidente y el daño estaba hecho.

Hay muchas maneras de verlo, pero al electorado de extrema derecha, y en Andalucía y en España lo hay, existe, es seguro que aquello le pareció una manera tibia de afrontar esa crisis. El surgimiento de Vox tiene, por tanto, algo que ver con todo aquello. El asunto hoy es que el partido que comanda Santiago Abascal podría sacar nada menos que un escaño por Almería, un territorio hasta ahora mimado por el PP, que Javier Arenas convirtió en un fortín conservador y que maneja desde hace muchos años ya con mano firme Gabriel Amat, el presidente de la Diputación -contra quien se suceden las acusaciones de corrupción-.

Podría así Vox robarle al PP además unos cuantos miles de votos en el resto de las provincias andaluzas, que, sumados a los que logre convencer Ciudadanos con su agresiva campaña contra los conservadores por el otro lado del espectro, podrían rebajar su suelo electoral e incluso acabar con esa cómoda segunda plaza de la que disfruta desde 1982.

Moreno alertó a los suyos de la fuga de sufragios hacia Vox: "Puede derivar en que Podemos tenga un diputado más"

Moreno es consciente de que la fuga de votos de extrema derecha que hasta ahora eran seguros y que, además, al estar integrados en un partido de gobierno, no daban el ruido que podían dar y que, de conseguir el escaño, darán, no es bueno para nadie. Así, hace unos días alertó del riesgo de votar a Vox. “Lo único que puede pasar es que muchas personas de buena fe voten a Vox, ese voto lo pierda el PP, y por la Ley D'Hont al final perdamos un escaño y lo gane Podemos. Curiosamente, el voto de un ciudadano a Vox puede derivar en que Podemos tenga un diputado más", dijo. Moreno sabe que necesita coger todos los restos que pueda. 

En Almería, durante su presencia esta semana, Moreno renunció a echar leña al fuego a un tema complejo, que puede que sea el que le acabe dando un escaño a Vox por primera vez: la inmigración y la explotación del inmigrante. En algunas zonas de Almería emerge un cóctel en el que se mezcla una agroindustria puntera, que crea mucha riqueza, con un nauseabundo olor a explotación laboral que sale de algunos invernaderos y en el que se apunta cierto choque entre estilos de vida y culturas, que ya explotó hace algunos años de manera violenta en El Ejido.

El factor Casado

Ese flanco, el flanco duro, que puede hacer que haya votantes que hoy se está pensando en votar a Vox en lugar de decantarse de nuevo por el PP lo ha trabajado el nuevo jefe de los conservadores, Pablo Casado, quien, después del pírrico resultado obtenido por su partido en Catalunya, sabe que necesita del tirón de Andalucía, el territorio mas poblado, para que el rostro de alternativa a Pedro Sánchez sea el suyo y no el de Albert Rivera.

Casado se ha montado una caravana propia con la que recorre Andalucía, como si fuera un candidato más

Casado se ha montado una caravana propia con la que recorre Andalucía, como si fuera un candidato más, lo que, según algunos y algunas analistas, no era del agrado de Moreno. El presidente del PP andaluz zanjó este rumor con una contundente frase: “Yo le pedí que viniera”. Esta ha sido la tónica desde que Casado tomó el control en Génova y se reunió con el expresidente José María Aznar nada más llegar. Casado manda y Moreno acata, aunque no le guste del todo lo que ve. Y, por ponerle un poco de humor a esta crónica, hasta se va a tomar hamburguesas con su jefe.

Así sucedió también con las declaraciones de la exministra García Tejerina en las que ponía en entredicho de una manera, por decirlo eufemísticamente, muy poco elegante, la educación en Andalucía. El intento de Moreno de censurar a la exministra no fue respaldado por Casado, quien optó por la confusión y el ruido para evitar hacerle reproches a la exministra.

Casado aprovechó muy bien la oportunidad que le dieron Mariano Rajoy y Dolores de Cospedal e hizo la suficiente fortuna en las tertulias televisivas y radiofónicas, como para plantearse la posibilidad de ser el jefe. Casado venció a la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y a la propia Cospedal en unas primarias. Y ahora manda con mano firme, como demostró el proceso de elaboración de las listas, donde el nuevo presidente del PP impuso a su gente allí donde quiso hacerlo. Después de contar los votos, la crudeza de la política emergerá con toda su fuerza y podría incluso por acabar arrastrando a Moreno, si el resultado no es el que necesita Casado, que es un líder que acaba de llegar en medio de una gran crisis en su partido y en el Estado y necesita, por tanto, asentar su poder.

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