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Cómo y por qué se aprobó la ley del 'solo sí es sí' en otros países

Inna Afinogenova en La Base
Inna Afinogenova en La Base.

Hace 10 años un tribunal de Suecia absolvió a tres varones acusados de violar en grupo a una niña de 15 años. Lo hicieron con una botella de vino y se detuvieron cuando empezó a sangrar. Los jueces del caso dictaminaron que la chica pudo haber mantenido las piernas cerradas por vergüenza en un principio, y liberaron de cargos al hombre que le introdujo la botella porque, según el tribunal, no tenía intención de lastimar a la niña, sino más bien fue resultado de una mala decisión.

De todo esto hace menos tiempo que de aquella sentencia en Italia que exculpaba a un hombre de haber cometido una violación porque la mujer llevaba puestos pantalones vaqueros y se consideraba que se requería de cierta "colaboración" de la víctima para la relación sexual. Algo de lo que el Tribunal Supremo de aquel país se desdijo dos años más tarde, pero que no hay que olvidar que son sentencias reales que requieren de años para corregirse.

Sentencias que se daban hasta hace bien poco y que se siguen dando en la actualidad. Y sentencias que hacen que sea necesario redactar y aprobar una ley como esta, por obvia que parezca. Esa sentencia en Suecia y la insinuación de los jueces de que la niña cerró las piernas solamente por timidez generó una ola de protestas por todo el país dando lugar al movimiento nacional FATTA, lo que en sueco significaría "entérate" o "date cuenta". El objetivo del movimiento era que se reconociera que las relaciones sexuales sin consentimiento claro constituyen una violación.

Se ilegalizaron las relaciones sexuales sin un consentimiento claro y diáfano. La pasividad, el silencio, se dejaron de tipificar como un signo de participación voluntaria. Es decir, que el consentimiento constituyó la base de toda la ley. Además de Suecia o España, en la UE hay otros 13 países que aprobaron leyes que definen el sexo sin consentimiento como una violación: Alemania, Bélgica, Croacia, Chipre, Dinamarca, Eslovenia, Finlandia, Grecia, Irlanda, Islandia, Luxemburgo, Malta y Reino Unido.

En todos esos países las penas son inferiores a las que contempla la ley del solo sí es sí. (con la excepción de Islandia). Según estimaciones de la comisión de la mujer del Parlamento Europeo, cada día alrededor de 50 mujeres son asesinadas por violencia machista, siete de esos asesinatos se dan en la UE.

Precisamente por eso este Parlamento propuso que se apruebe una ley parecida a la española en toda la UE. A principios del mes de enero la eurodiputada irlandesa (conservadora, por cierto), Frances Fitzgerald sugirió que todos los países de la UE "dupliquen el modelo español para luchar contra la violencia contra la mujer". Lo que proponen es, precisamente, ampliar la noción del consentimiento para que todo lo que no sea "sí" signifique no.

Expertos en violencia contra las mujeres defienden la importancia de esa ley, varios países tienen la misma legislación que, según informes de los organismos de defensa de los DDHH, se tradujo en un avance en materia de protección de las víctimas pese a que las penas establecidas, sean inferiores en otros países.

El hecho de que la ultraderecha reaccionaria, representada por jueces o por operadores mediáticos, intente impedir cualquier avance feminista, no es que sea precisamente una novedad. No es la primera vez que se comportan así, y sería muy naif creer que aquí se van a detener. Ya pasó con la ley de violencia de género aprobada en España en 2004.

Una ley que estableció penas contra la violencia machista y que contempló prestar asistencia a las mujeres víctimas de esa violencia, que supuso un avance indiscutible en materia de DDHH, encontró en su momento una feroz oposición entre la misma extrema derecha que hoy dice estar preocupada ante la supuesta indefensión de las mujeres.

Hubo 200 cuestiones de inconstitucionalidad por parte de los juzgados, aumentaron los sobreseimientos, de manera que movimientos feministas tuvieron que comparecer en medios para defender esa ley que claramente fue interpretada de forma interesada por los jueces conservadores. Hoy sucede lo mismo.

Algo que no sucedió en Suecia, donde tuvieron que luchar años para demostrar que penetrar a una menor con una botella de vino hasta provocarle una hemorragia constituye una violación. No sucedió en Dinamarca, donde se aprobó la misma ley tras años de campañas denunciando el calvario por el que debían pasar las mujeres para demostrar que no querían, que no lo habían provocado, que no lo habían buscado. No pasa en Grecia, donde esa legislación lleva tres años en vigor. Tampoco pasó en Eslovenia, donde esa ley se interpretó como una victoria histórica para las mujeres.

Tal vez el problema es la mala fe de aquellos que hoy hablan en nuestro nombre, en nombre de todas las mujeres, porque les conviene, pero a las primeras de cambio no se cortan a la hora de preguntarte si cerraste bien las piernas o si ibas con pantalones o con una falda más corta de lo conveniente.

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