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¿El cierre de Twitter sería bueno o malo para el periodismo?

Manu Levin en La Base
Manu Levin en La Base.

Lo primero, hay que decir que Twitter se ha convertido en una red muy importante para el mundo del periodismo. De hecho, Twitter tiene una dimensión clave, casi principal, de ser una suerte de espacio de comunicación entre periodistas y políticos: muchos portavoces de partidos, diputados y responsables políticos en general usan Twitter como canal privilegiado de comunicación para hacer anuncios, para difundir sus mensajes o para tratar de instalar determinadas ideas en la prensa y en la sociedad.

Y me consta que muchos periodistas dedican muchísima atención a lo que sucede en esa red social; es más, diría sin temor a equivocarme que algunos pasan más tiempo tuiteando que escribiendo piezas periodísticas propiamente dichas en los periódicos donde trabajan. 

De hecho, a veces, para entender bien por qué un determinado periodista dice ciertas cosas en sus piezas y por qué las dice como las dice, es útil echar un vistazo a su timeline de Twitter, a las cosas que retuitea y a las que da "me gusta", porque eso aporta bastante información respecto a qué pie cojea ese periodista, cuáles son sus ideas, qué es lo que piensa y por tanto cuál es la línea ideológica que imprime en su propio trabajo periodístico. Porque, a pesar de que haya algunos a los que les encanta decir con cierta soberbia que ellos solo se limitan a "contar lo que pasa", a describir la realidad tal y como es frente a "los relatos" (que son de los demás), ya sabemos que eso no existe, es un unicornio, detrás de cualquier crónica siempre hay una línea editorial muy determinada. Desconfíen de un periodista que rechace que se le atribuya una intención y que diga que él simplemente cuenta "lo que pasa". 

Yo comparto, en términos humanos, emocionales, diría, lo que decías al principio en tu editorial sobre la toxicidad que hay en Twitter. Y estoy de acuerdo también en que no hay que fetichizar ni las redes sociales en general ni Twitter en particular.

Porque es cierto que el avance tecnológico per se no significa necesariamente que vivamos en un mundo mejor y más democrático; no es la máquina sino el uso que se hace de la máquina.

Y en Twitter hay cuentas falsas, hay fake news, hay discursos de odio, hay un buen escaparate para difundir ideas de ultraderecha... todo eso es cierto. Y además, esas redes tampoco es que sean "del pueblo", son propiedad de grandes compañías privadas y de multimillonarios que son dueños de esas plataformas y que pueden hacer con ellas lo que quieran, eliminar cuentas, favorecer a otras, o incluso acabar con esas herramientas; lo que está pasando en los últimos días con Twitter muestra precisamente eso.

Sí que es verdad que no hay que fetichizar. Pero lo que yo tampoco comparto es un discurso de estigmatización de las redes y de Twitter, sobre todo cuando ese discurso se enuncia desde el periodismo y desde un corporativismo de la profesión. 

Hay un discurso que se hace desde el poder mediático tradicional que viene a plantear que "los medios convencionales bien y Twitter mal", que en la prensa seria y las televisiones está la verdad y en las redes está la mentira, la toxicidad y las fake news. Un discurso que presenta a las televisiones y los periódicos como guardianes de la verdad y de las esencias de la información fiable frente a la degradación de todo eso que representarían las redes sociales.

Y que, en relación a lo que está pasando con Musk y Twitter, vienen a decir que sin Twitter vivirían mejor, y que si cierra sería una mala noticia para las fake news y la toxicidad y una buena noticia para la información veraz. Y yo la verdad es que no comparto en absoluto ese planteamiento. Yo creo que es al contrario, por muchos defectos que puedan tener y que tienen las redes sociales: si cierra Twitter será una mala noticia para la libertad de expresión de la ciudadanía y una buena noticia para los grandes poderes mediáticos. Y también para las fake news.

Porque vamos a decirlo claramente: desde los grandes medios de comunicación convencionales, los de toda la vida, se miente tanto o más que en Twitter. Y además, a mi modo de ver, se miente de forma mucho más grave, porque los medios convencionales conservan un cierto sello de oficialidad del discurso dominante, frente al carácter subalterno del discurso en redes. 

Las mentiras en los grandes medios hacen mucho más daño que lo que pueda decir cualquier tuitero random. Y muchas veces son las mentiras que se fabrican en las grandes redacciones las que acaban permeando hacia las redes, y no al revés.

En España, por ejemplo, los grandes bulos que han sido determinantes en la historia de este país los han difundido los grandes poderes mediáticos, no las redes. ¿O desde dónde se le dijo a todo el país a pocas semanas de unas elecciones generales, mostrando documentos falsos fabricados por una cloaca policial, que Nicolás Maduro había pagado 270 mil dólares a Pablo Iglesias en una cuenta creada en el paraíso fiscal de Granadinas a nombre de su señora madre (el famoso "es muy burdo pero vamos con ello").

¿Eso pasó en Twitter? No. Eso se difundió desde la prensa y la televisión, lo sacó Ferreras en su tertulia y lo sacaron todos los grandes medios de comunicación mostrando los documentos falsos a cámara, no surgió en las redes sociales. Ni tampoco se desmintió en un primer momento en los grandes medios, ni siquiera en las llamadas agencias de verificación: Newtral, por ejemplo, la agencia de verificación que montó Ana Pastor, jamás ha hecho una sola verificación a una noticia de Okdiario ni de Eduardo Inda. Por qué será...

Lo que ha pasado estos días (que todavía no ha acabado, por cierto) es otra buena prueba de esto, efectivamente: toda la campaña de violencia mediática, basada en mentiras, contra la ley de libertad sexual, es una campaña que se lanza desde las grandes cabeceras de la derecha y la progresía mediática en connivencia, una vez más, con una cloaca judicial; no desde las redes.

Es más bien al contrario: mientras prácticamente todos los medios participaban en esa campaña y atacaban a Irene Montero y a la legislación feminista, las redes sociales han sido prácticamente el único espacio en el que se ha podido enterar uno de las mentiras que se estaban diciendo en los medios convencionales, y desde el que se han ido aportando argumentos que desmontaban la campaña machista contra la ley. 

Creo que sin Twitter y otras redes no habría menos fake news, habría más impunidad para las fake news de los grandes medios de comunicación. En fin. A mi me parece que lo que está pasando con Twitter es: en primer lugar, que al final son los trabajadores y las trabajadoras los que lo hacen funcionar todo, no los millonarios, y por eso la plantilla de Twitter puede echarle al tipo más rico de la historia, como es Elon Musk, el pulso que le está echando. En segundo lugar, demuestra que sería deseable otro modelo de propiedad, de los medios, pero también de las redes sociales, que al final son también propiedad de grandes compañías y de tipos como Musk.

Y se está viendo que una infraestructura crítica como es Twitter no debería estar bajo control de un gran empresario y depender de las decisiones de un multimillonario. Pero vamos, esto que dicen algunos honorables periodistas estos días, como Antonio Caño, ex director de El País, de que las redes han hecho mucho daño al periodismo y que Twitter muy mal y que la verdad está en los medios como en los que él escribe mientras la mentira está en las redes... No lo sé, Rick...

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