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Los congresos provinciales del PP tensan la relación entre Moreno y Génova

El presidente andaluz reclama respeto para la estructura autonómica y la dirección del partido le replica que "solo trabajamos por crear equipos unidos y en consonancia con el proyecto de Pablo Casado"

Juanma Moreno, presidente de la Junta, este lunes.
Juanma Moreno, presidente de la Junta, en una imagen de archivo. Junta de Andalucía

Los congresos provinciales del PP –y la gestión del terremoto político iniciado en Murcia y la desintegración de Ciudadanos– han tensionado de un modo inédito hasta ahora las relaciones entre el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y la dirección del partido, que coordina Teodoro García Egea, a las órdenes del presidente del PP, Pablo Casado.

Moreno, este lunes, después de que el PP de Sevilla organizara todo un espectáculo político dantesco los días pasados en el que el presidente se implicó –al que, según algunas fuentes, le arrastraron colaboradores suyos– reclamó a Génova respeto a las estructuras territoriales y dijo que estas no eran un mero "atrezzo" y que reflejaban el "modelo territorial". El presidente andaluz añadió que confiaba en que las "buenas relaciones personales" salvaran la papeleta y permitieran reconducir la pugna abierta con Génova y agregó: "Siempre es bueno que opinemos y consensuemos. Eso es lo que tenemos que buscar, el consenso, el diálogo y el acuerdo", según recoge Europa Press.

Desde la dirección del partido, la respuesta llegó por la vía de Ana Beltrán, la vicesecretaria de Organización del PP, quien le recordó a Moreno que el que manda en el PP es Casado. Así dijo Beltrán, según recogió Europa Press: "Solo trabajamos por crear equipos unidos y en consonancia con el proyecto de Pablo Casado. Hacemos todo en consenso y acuerdo".

Luego, replicó a Moreno: "Absolutamente de acuerdo, no son un mero objeto decorativo [las estructuras del PP] y él sabe mejor que nadie cómo hacemos todo desde la dirección nacional, trabajando con ellos y llegando a decidir cuáles son las personas más adecuadas para los proyectos, siempre hablando y dialogando".

La bronca en publico ha llegado en un momento en que las encuestas van viento en popa para Moreno –al PP le atribuyen prácticamente todo el voto perdido por Ciudadanos–, y después de que su candidato, Juan Ávila, perdiera frente a Virginia Pérez –la candidata de Casado– un Congreso disputado a las malas en Sevilla y que ha dejado secuelas en el partido. Ni Casado ni Moreno acudieron al fin de fiesta orgánico, a la clausura hace unos días, después de que se anularan votaciones y se produjeran diversos boicots. Ávila ha llegado a amenazar con llevar a los tribunales las irregularidades y ha tachado de "fraude histórico" el resultado.

El control del partido

El trasfondo que opera en esta batalla, según las fuentes consultadas, es el control del partido en Andalucía, que Génova quiere ir armando provincia a provincia para el caso de que sea necesario –si, por ejemplo, las próximas generales salen mal, se cuestiona el liderazgo, hoy frágil, de Casado–. 

Moreno hace dos años, antes de ser presidente casi de milagro, estaba desahuciado políticamente y tenía las horas contadas. El inesperado resultado de los comicios de diciembre de 2018 le transformó de un día para otro y, desde que ocupa la presidencia de la Junta de Andalucía, se le ha puesto cara de barón. Un barón, además, que, a pesar de sus pactos con Vox –Moreno fue el primero en blanquear a la ultraderecha por puro interés: o eso o no gobernaba– quiere jugar en el centro, como el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo.

Sin embargo, lo que busca no es tanto ser un Feijóo con aspiraciones nacionales –Moreno, en este momento, no las tiene, según las fuentes–, sino que lo que quiere es que no le mangoneen y que se generen conflictos innecesarios en un momento en que el partido en Andalucía tiene una oportunidad real –al menos así lo sienten– de darle la vuelta a la tortilla en el principal granero de votos al PSOE desde 1982 y de reeditar la victoria sobre el PSOE que Javier Arenas logró en el año 2012: el PP ganó entonces las elecciones con 50 escaños, pero no pudo gobernar, porque el PSOE pactó con IU. Moreno es presidente hoy con 26 gracias a sus acuerdos con Vox y Ciudadanos.

La estrategia a la que se agarra el PP en la Comunidad para prolongar el experimento es la estabilidad, la moderación y el no despertar el voto de la izquierda. En otras palabras, no molestar, dar una imagen centrada, de gestión, centrada en los problemas, y adobada con una agenda pública sin riesgos, con temas de consenso, más de tipo real que presidencial, podría decirse.

En cierto modo, Moreno persigue el modelo que durante tantos años le sirvió a Manuel Chaves para controlar el PSOE en Andalucía e instalarse en San Telmo durante casi dos décadas. Una guardia pretoriana, que, en su caso, está dirigida por Bendodo y por Antonio Sanz, el mariscal de campo de Arenas durante muchos años, que cuenta con la complicidad de Juan Marín, el vicepresidente, de Ciudadanos– que le guarda las espaldas y le sirve de parapeto para protegerlo de cualquier tema polémico, acompañada de un control más suave o más firme, según el momento, por así decirlo, de las estructuras de poder en la Comunidad, desde la RTVA hasta, ahora, la Cámara de Cuentas.

Desde este punto de vista, la batalla de Sevilla, que ha superado el ámbito local, ha sido un paso en falso para Moreno y ha reforzado a Casado.

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