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¿Qué hacemos con los "héroes de la democracia" que murieron en el exilio?

Un número importante de ilustres españoles y españolas murió en el exilio durante la dictadura franquista. Sus tumbas no siempre están en las mejores condiciones de conservación y/o reconocimiento. El Gobierno ha tenido que pagar el mantenimiento de la tumba del exministro de la II República Álvarez del Vayo, en Ginebra. El vicepresidente Iglesias abrió la puerta a repatriar el cuerpo del exministro si así lo deseaba la familia.

Una cola de españoles rumbo al exilio tras las guerra civil.
Una cola de españoles rumbo al exilio tras las guerra civil.

ALEJANDRO TORRÚS

La tumba del ministro de Asuntos Exteriores de la II República durante la Guerra Civil, Álvarez del Vayo, corría peligro. O se pagaban los 1.484 euros o los restos del ministro socialista y de su familia irían a un osario. La Asociación de excombatientes españoles en Francia dio la voz de alarma y, tras un largo proceso de gestiones, la Secretaría de Estado de Memoria Democrática se hará cargo de los gastos de la tumba. El país no se podía permitir que un exministro de la primera democracia española acabara en un osario y había dos opciones: pagar y que continuara en Ginebra o trasladar sus restos a la España a la que nunca pudo volver por culpa de la dictadura franquista. 

La secretaría de Estado de Memoria Democrática pagó, tal y como informó Público, y el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, lo celebró en sus redes sociales a la vez que mencionó la posibilidad de repatriar el cuerpo del ministro socialista de la II República si así lo deseaba la familia. "Julio Álvarez del Vayo, socialista, ministro de exteriores de la República, resistente antifascista, merece que nos ocupemos de su tumba. Y si sus familiares quieren, merece descansar en su patria con todos los honores de héroe de la democracia", escribió Iglesias. 

Las palabras del vicepresidente segundo ponen encima de la mesa un interesante debate sobre cómo actuar en este tipo de situaciones con las personalidades relevantes que tuvieron que exiliarse por la dictadura franquista y que, además, en muchos casos, siguieron luchando contra el fascismo a nivel europeo. Es el caso Álvarez del Vayo, pero no sólo. Grandes personalidades de la historia de España fallecieron fuera del país y ahí permanecen.  

La doctora en Historia Matilde Eiroa cuenta a Público algunos de los ejemplos más significativos y la lista no es corta. Hay nombres conocidos por todos como el de Manuel Azaña, presidente de la II República, o el del poeta Antonio Machado. Pero también otros ilustres que con el paso de los años han ido perdiendo protagonismo. Como el caso de Luis Jiménez de Asúa, padre de la Constitución de 1931 y presidente de la República en el exilio, que está enterrado en Buenos Aires. O el de Isabel Oyarzábal de Palencia, primera mujer embajadora de España cuyos restos están en México. En México también están las tumbas de la diputada republicana Margarita Nelken, del matemático, físico y general de Ejército republicano Manuel Tagüeña, del poeta Luis Cernuda y del escritor Max Aub. Mientras, los restos del poeta Pedro Salinas están en Boston o los de la escritora María de la O Lejárraga están en Buenos Aires. 

La lista se hace interminable si se suma la cantidad de hombres y mujeres que salieron de España huyendo de la Guerra y la dictadura y terminaron combatiendo contra el fascismo en Francia. Nombres como el de Rafael Gómez, el zapatero que contribuyó a liberar París, que falleció en marzo del presente año cerca de Estrasburgo; o de Luis Fernández, cofundador del XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles en Francia durante la II Guerra Mundial y miembro activo de la resistencia de Francia contra el invasor nazi, que actualmente está enterrado en el país galo en una tumba que, según la Asociación de exguerrilleros españoles en Francia, está en una situación muy mejorable. 

Las voces consultadas por Público coinciden en que el Estado tiene que actuar para garantizar que el buen estado de los lugares de sepultura de estas personas que lucharon por la España democrática y preocuparse para que su legado y su historia no se pierdan ni en el presente ni en el futuro. Aunque también coinciden en la dificultad de establecer una política general. Por ejemplo, David Jorge, doctor en Historia y estudioso de la vida y obra del ministro Álvarez del Vayo, explica que Ginebra es un buen lugar en el caso del ministro de Asuntos Exteriores de la II República. 

"Sin duda sería muy simbólica su permanencia (debidamente dignificada por el Estado español) en Ginebra, donde se convirtió en el rostro internacional de la República y en una de las figuras más respetadas y admiradas por el conjunto del antifascismo mundial en los años treinta", explica David Jorge. 

La propia Secretaría de Estado de Memoria Democrática incluyó en su lista de subvenciones un apartado que incluía el mantenimiento y adecuación de tumbas de personalidades importantes para la Memoria Democrática. Otra posibilidad sería la de iniciar una política de repatriaciones de españoles y españolas ilustres: hacer retornar a España a aquellos y aquellas que tuvieron que huir por su lucha por la democracia, siempre y cuando los descendientes lo consideren oportuno. . 

En este sentido, la doctora Matilde Eiroa advierte de que una política de repatriaciones, 45 años después de la muerte del dictador, puede estar "fuera de su tiempo". "Creo que deben quedarse donde están para mostrar la dispersión y el exilio; otra cosa es que se hubiera hecho en tiempos de la Transición, con la reconciliación, y este discurso banal, pero ahora creo que deben quedarse allí cada uno debidamente cuidado, señalizado, etc., Las tumbas de estos hombres y mujeres del exilio son la prueba más evidente de la crueldad de la dictadura y del mantenimiento de los ideales de todos ellos hasta el final de sus días. Querían a España y querían volver, pero a una España democrática, no a la franquista contra la que habían luchado", explica Eiroa. 

Sin embargo, a día de hoy, las repatriaciones de cuerpos de este período histórico se siguen produciendo. Un ejemplo es el de los miembros de la División Azul, la unidad de españoles que formó una división de infantería para luchar junto a la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. Desde 2003 y hasta 2017, el Ministerio de Defensa ha repatriado los restos mortales de 29 soldados españoles. Y, actualmente, se prepara la repatriación de otros siete soldados desde Rusia a cargo de las arcas del Estado.

La contradicción resulta evidente. ¿Repatriamos a los soldados que lucharon junto a Hitler, pero no a los republicanos que lucharon junto a las democracias occidentales contra el fascismo? ¿Unos deben permanecer en el exilio perpetuo como muestra de la crueldad de la dictadura y otros regresar a gastos pagados?

Las respuestas a los interrogantes no parecen sencillas. Sin embargo, el caso de Ávarez del Vayo da la oportunidad de reflexionar sobre cómo debe actuar la democracia con sus propios héroes, aquellos que enfrentaron la sublevación militar del 18 de julio de 1936 ya sea con las armas, con sus palabras o con sus ideas.

En este sentido, y como parte de la reflexión, Matilde Eiroa propone la creación de un monumento conmemorativo con todos sus nombres que se instale cerca del Ministerio de Asuntos Exteriores o en un anexo al Panteón de Hombres Ilustres, que tras la aprobación de la nueva Ley de Memoria Democracia llevará el nombre de Panteón de España

Son opciones y posibilidades en un debate que no ha hecho más que comenzar. Lo único que queda claro es que cruzarse de brazos mientras la memoria de una buena parte de los hombres y mujeres más importantes del siglo XX español se va diluyendo en el silencio y la distancia no es una opción

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