Este artículo se publicó hace 2 años.
La "máquina del fango" llega a América Latina
Inna Afinogenova
Madrid-
En ruso hay una frase hecha que me parece que pega muy bien con lo que estamos viendo en estos últimos días, semanas, e incluso meses.
"He corrido detrás de ti tres días para avisarte de lo irrelevante que eres". Me parece que en el caso de La Base, Pablo Iglesias, nosotros y Canal Red, esto podría ser una serie ya. Y hoy en el capítulo decimoctavo de "He corrido detrás de ti tres días para decirte lo irrelevante que eres" tenemos una entrevista que le hizo el diario chileno El Mercurio a Antonio Caño, ex director del periódico El País.
Bueno, en una entrevista a cuatro columnas el señor habla de la libertad de prensa, de la necesidad de que detrás de los medios de comunicación estén las empresas solventes, y no el Estado.
También dice que los medios públicos tienen que tener un papel residual y habla de la propuesta de los tres tercios. Recuerdan, ¿no? Lo de dividir la propiedad de los medios en tres partes: un tercio para los privados, un tercio para el Estado, y un tercio para los sindicatos. Dice que es una "burla al papel de los medios, un insulto a la función de los periodistas, un atropello a la libertad de expresión y la libertad de prensa". Un epíteto para cada tercio tiene.
Brillante lo que se dice brillante no es que hubiera sido. Si nos guiamos solamente por las cifras, que es lo que a los amos de Caño les tendría que importar más, pues el dato duro es que durante su paso por la dirección del periódico, las ventas del mismo se redujeron prácticamente a la mitad.
Ya ni hablo de la deriva de la línea editorial, de su viraje a la derecha más burdo, hablo exclusivamente de las ganancias que, con este señor y su equipo de gestores, disminuyeron. Por eso, sinceramente, da hasta ternurita ver los triples saltos mortales con tirabuzón que tiene que hacer en esa entrevista a El Mercurio para aparentar que su despido de El País fue políticamente motivado, que todo fue resultado de las duras decisiones editoriales que tomó al frente del periódico, porque la democracia estaba siendo amenazada y él tuvo que acudir al rescate, junto con su equipo de directores adjuntos.
Una vez explica lo que es la libertad de expresión y cómo garantizarla no cambiando nada sino profundizando en la concentración mediática, advierte Antoñete: "Cuánto más lejos tengamos las manos de Pablo Iglesias de los medios de comunicación, más seguros y libres estaremos todos. Por tanto confío que sus propuestas no vayan a tener éxito en Chile".
Luego de avisar del peligro de la presencia de Iglesias en los medios, al mejor estilo de la portada de El Mundo que se pregunta, literalmente, por qué no te callas, procede Caño a contar al público de El Mercurio de la irrelevancia de Iglesias. "Habla en la radio, hace podcasts y ya está". Total, para qué seguirlo, si ni pincha ni corta.
Tiene explicación. Pablo Iglesias hará podcasts y ya está, pero el problema que habría que atender, y del que Caño alerta oportunamente, es que ha logrado tejer una red de influencias en América Latina y ahora está viviendo de ella.
Y esto que dice, esta alerta, es tremenda, porque no solo nos niega a todas nosotras, que no somos Pablo Iglesias –por cierto, aquí hay todo un equipo con formación y trayectoria, en capacidad de sacar un trabajo lo suficientemente digno e interesante como para que llame la atención en Latinoamérica–, sino que le niega a la audiencia latinoamericana la independencia intelectual.
Resulta que a La Base la siguen en Chile o en otros países de la región porque Podemos tejió una telaraña (le faltó decir que financiados por Maduro, por cierto) de influencias de la que vive ahora.
No porque en Latinoamérica la gente esté sencillamente harta de la concentración mediática, de la derecha mediática y de que en sus 38 periódicos, 46 emisoras de radio y 500 canales de televisión le cuenten siempre lo mismo y defiendan los intereses de las mismas familias de siempre, en el continente más desigual del mundo.
No porque en este podcast se dé cabida a temas nacionales, internacionales y latinoamericanos desde una perspectiva que a ese público resulta que lo representa.
No porque aquí todo el equipo, reitero, todo el equipo, intente hacer lo mejor que puede, con responsabilidad y rigor. Nada de eso cuenta, lo que cuenta es la telaraña tejida y amañada por Podemos que atrapa en sus redes a los pobrecitos latinoamericanos que no saben ni donde están ubicados.
Y en realidad los que deberían entrar en razón son el señor y los que no cuestionan nada de lo que les cuenta. Entrar en razón y reconciliarse con la realidad. La realidad es que mucha gente en Latinoamérica ya no se traga ni digiere con tanta facilidad lo que estos señores libres e independientes están acostumbrados a servirle.
Mucha gente es perfectamente consciente de que los intereses que defienden esos señores raras veces coinciden con los del pueblo.
Mucha gente simplemente tiene memoria, señor Caño. Y recuerda el papel que han jugado sus medios libres e independientes en los golpes de Estado en sus países, cómo han apoyado explícitamente a dictadores, como Pinochet, por poner un solo ejemplo, cómo se prestaron para legitimar a títeres autoproclamados, como Guaidó o Añez. Y ya no funciona tomarlos por tontos, son mucho más listos que usted que no acaba de darse cuenta de algo tan simple.
Nadie tejió ninguna red, ni para vivir de ella en Latinoamérica, ni para señalar a periodistas. Se desprestigiaron ustedes solitos, y ahora lo que toca es patalear e intentar arrastrar a ese fondo a todos los demás.
Pero como les dije, estas pataletas mediáticas que vemos aquí en España contra La Base y contra un canal que aún ni siquiera existe, no se replican en Latinoamérica.
Para terminar con esta sección les contaré algo personal. Regresé ayer de México. No estuve en el plató el jueves pasado porque justo tuve que viajar allí a dar una charla en la UNAM. Agradezco a todos los que asistieron, y lo hago desde este plató de La Base segura de que me van oír (comentad, seguidores latinoamericanos, si les ha llegado este agradecimiento, por favor) porque todas estas personas, y hablo de centenares de personas, son oyentes de este podcast al que con una mezcla de condescendencia y desprecio se refirió Caño en su entrevista, y al que exactamente igual se refieren otros profesionales del sector.
Bueno, tengo una mala noticia para todos ellos: miles de personas escuchan La Base allí, decenas de personas se me han acercado para decir lo importante que resulta este trabajo para ellos, lo mucho que aprenden sobre la actualidad y sobre los medios de información, suyos incluidos.
Cosa que a la vez agrada, porque este es el resultado del trabajo con el que habría que quedarse, y a la vez entristece, porque ves lo copado que está el panorama mediático regional por los medios al estilo El País de Antonio Caño, El Mercurio de Chile, o Televisa de México.
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