Ayer lanzando la segunda fase de crowdfunding dijimos que Canal Red sería un proyecto también para América Latina. Porque el panorama mediático latinoamericano no es que tenga mucho que envidiar al español.

Sí que hay canales o proyectos digitales que constituyen una alternativa informativa: está C5N, el grupo Octubre de Argentina, está Telesur, está la Jornada, Sin Embargo en México, está el propio RT que no fue censurado en Latinoamérica, a diferencia de nuestra tierra de la libertad, y sí es visto como una alternativa a la hegemonía informativa. Y por eso no entiendo algunas reacciones en redes, sinceramente.

Llevo años observando lo que pasa en Latinoamérica, las dinámicas políticas y mediáticas. Y pese a todo lo que hemos visto en estos últimos años, todavía hoy hay gente que sigue afirmando que en 2019 en Bolivia lo que pasó fueron protestas de gente indignada por las elecciones supuestamente amañadas.

A día de hoy hay gente que dice que Lula es un expresidiario juzgado por casos de corrupción. A día de hoy hay gente que considera que Argentina no tuvo otra opción que endeudarse con el FMI por décadas únicamente por culpa de la 'pesada herencia'.

Que Julian Assange es un hacker, que AMLO es un caudillo, que Petro es Maduro, Maduro comunista, Guaidó es presidente (aunque ya no tanto), y la OEA, una organización que vela por el cumplimiento de los DDHH.

Esta es la tendencia que observo a lo largo de años. Los blancos y los negros que se comen cualquier posible atención que pueda prestarse al gris, cualquier análisis racional, y sobre todo, el rigor.

Pese a todas las pruebas: de intentos de golpes de Estado, de desembarcos de mercenarios extranjeros con el fin de cambiar gobiernos, de procesos político judiciales, pese a que todo esto se ha demostrado, la visión dominante (que no es que lo ponga en duda, es que ni toma en cuenta nada de eso) sigue considerándose la válida y la defensora de los valores democráticos.

La pregunta es: ¿No les cansa esto? Porque a mí me cansa mucho. Todo esto es resultado de un trabajo lento, persistente y minucioso de los grandes medios de información que dominan en el continente.

Hablamos de todo un ejército audiovisual de la derecha que en momentos claves siempre ha estado y estará del lado de la oligarquía y contra los proyectos soberanistas o progresistas.

Ya hablamos de ellos en nuestros programas en algunas ocasiones, pero no estaría mal recordarlos.

Al igual que en España, donde el 80% de lo que vemos o escuchamos o leemos, está en manos de dos conglomerados mediáticos (uno, propiedad de Berlusconi, y otro, controlado por una sola familia, los Lara), en Latinoamérica tenemos grandes conglomerados mediáticos controlados por un puñado de familias.
11 familias mexicanas que concentran más de la mitad de medios con más audiencia del país. La familia Azcárraga, Carlos Slim, los Salinas Pliego.

El imperio de Clarín en Argentina, de Hector Magnetto, el mayor conglomerado de comunicaciones. El diario más vendido, es de Magnetto, los diarios de alcance regional más importantes, son de Magnetto, las radios con más audiencia en el país, de Magnetto, varias señales de TV por cable y TV en abierto.

Según una investigación del diario Tiempo Argentino realizada junto con Reporteros sin Fronteras, las empresas de Hector Magnetto concentran el 25% de todas las audiencias del país. Una cuarta parte. Además de ello, tiene los mayores ingresos del mercado.

¿Colombia? Más de lo mismo. Concentración mediática. Según una investigación hecha (también) por Reporteros Sin Fronteras en conjunto con la Federación Colombiana de Periodistas (FECOLPER), el 78% de la audiencia se reparte entre ocho grupos mediáticos más grandes.

Los tres más importantes son Santo Domingo, Sarmiento Angulo y Ardila Lülle. Y les sigue el grupo PRISA, por cierto.

Los propietarios de esos grupos mediáticos suelen tener intereses no solo en el sector de la información. Agroindustria, finanzas, seguros, inmobiliaria, mercado financiero.

¿Que RCN NTN24 o Caracol te cuenta que los inversores están en pánico por las medidas económicas del gobierno de Petro y que la reforma tributaria generará fuga de capitales del país? Sigue el rastro del dinero y mira cómo les pueden afectar esas medidas a multimillonarios propietarios de esos medios. Y vayas donde vayas, encontrarás más de lo mismo con sus matices.

Si vamos a Ecuador, encontramos al gran empresario mediático y presentador con más audiencia del país, Carlos Vera, haciendo proselitismo de la candidatura presidencial del banquero Guillermo Lasso a dos días de las elecciones, en canal público.

El hijo de Carlos Vera, Carlos Andres Vera, es director de la Fundación Ecuador Libre, presidida por Lasso y perteneciente a Atlas Network, think tank internacional de ultraderecha del que sabe y habla mucho nuestro compañero Julián Macías.

Atlas Network posee varias fundaciones y publicaciones en América Latina: el tabloide PanamPost, con sede en Miami, por ejemplo, otra plataforma de la internacional ultraderechista por excelencia.

Y si vamos país por país, el panorama es desolador. La concentración mediática es preocupante, y las alternativas son realmente escasas.

Medios pertenecientes a las oligarquías a la defensa de sus capitales, medios financiados por think-tanks de la ultraderecha, en los formatos que tú quieras para crear una sensación de falsa diversidad y de pluralidad informativa.

Por eso es una buena noticia que surjan canales, proyectos, programas con otras perspectivas. Por eso les pedimos su colaboración. Porque si bien, como hemos dicho desde el principio, tenemos apoyo privado y buscaremos anunciantes, no es lo mismo embarcarse en un proyecto así sin financiación pública.

Trabajar en un canal público te da el privilegio de despreocuparte de la falta de financiación. El dinero llega en cuanto inicia el año fiscal y alcanza para los sueldos, equipos, y hasta coberturas especiales. Esto, en algunos casos muy concretos, pese a todos los fondos puede tener limitaciones. Sé de lo que hablo y aquí estoy, pidiendo su colaboración para el crowdfunding. Porque es mejor esto que tener limitaciones impuestas por políticos, ministerios, think tanks o el poder económico.