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Patricio P. Escobal, el capitán del Real Madrid condenado a muerte por militar en Izquierda Republicana
Transitó por los tres penales que los sublevados dispusieron en Logroño. Tras librarse de la muerte por estar enfermo, terminó exiliado en Nueva York, donde en 1968 publicó 'Las sacas', el libro donde relata todo lo que vivió tres décadas antes.
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Ni siquiera en el vestuario del Real Madrid, equipo en el que llegó a ser capitán, pasó desapercibido. Él fue uno de los que protagonizó, allá por los años 20 del siglo pasado, el debate sobre la profesionalización del fútbol. No podía ser de otra forma: Patricio P. Escobal (Logroño, 1903) siempre defendió que eran trabajadores, como otros cualquiera, y que el negocio movía mucho dinero para lo poco que recibían los futbolistas.
Todo aquello quedó atrás cuando la Guerra Civil le sorprendió como militante de Izquierda Republicana en La Rioja, una de esas regiones en las que la contienda duró un par de días, el tiempo suficiente para que los sublevados terminaran con cualquier persona que podría oponerse al levantamiento militar.
Pasó por los tres centros de internamiento que los exaltados habilitaron en Logroño. Terminó condenado a muerte, aunque finalmente fallecería exiliado, en Nueva York, a los 98 años. En 1968 se atrevió a contar su experiencia, aunque originalmente en inglés, por miedo a que el régimen tomara represalias contra su madre, aún viva en España.
El único libro que escribió mediante ese estilo inevitable de la primera persona, inconfundible para los protagonistas y actores de los hechos históricos, lo tituló Las sacas. Ahora lo reedita la editorial Pepitas de calabaza, con un profundo análisis a modo de epílogo en donde se reúnen un especialista en la figura de Escobal, otro en la represión sufrida en La Rioja y una más en literatura del exilio.
El primero de ellos es el periodista Pío García. "La vida de Escobal era la de un chaval de buena familia que viaja a Madrid para estudiar, primero en el Colegio del Pilar y luego en la Escuela Técnica de Ingenieros Industriales. Como sucedía en aquel tiempo, el fútbol era una cosa parecida a un pasatiempo para señoritos", comenta.
Los clubes, que se nutrían de los mozos colegiales y universitarios, no dejaron pasar la oportunidad de fichar a un corpulento y aguerrido Escobal, que ocuparía la posición reservada para los defensas en el terreno de juego.
Vivir la profesionalización del fútbol
En el Real Madrid estuvo desde 1921 hasta 1928, cuando todavía no existía el Campeonato Nacional de Liga. Luego pasó al Racing Club de Madrid y acabó jugando otra temporada (la 30-31) en el Real Madrid. Más tarde regresó a Logroño y jugó en el Club Deportivo Logroño, antecesor del Logroñés, añade García.
"Yo creo que su año más importante fue 1924, cuando jugó de titular en el partido de inauguración en el estadio de Chamartín", opina el periodista. En aquel partido, que se produjo cuando el fútbol aún era denominado como el deporte inglés, el saque de honor lo realizó el hijo de Alfonso XIII, el hijo y padre de reyes que jamás reinó.
Escobal llegó a ser olímpico en Francia, en 1924, y en ese mismo año participó en el encuentro de inauguración del estadio Las Guanas, en Logroño. "El delantero de ese partido era Ramón Castro Viejo, cuya hermana se casó con Perico", tal y como le conocían en el mundo del fútbol. El jugador logroñés llegó a intimar con Santiago Bernabéu y a enfrentarse al Fútbol Club Barcelona como capitán.
Según el propio García, "Escobal fue uno de los promotores de la Asociación de los Trabajadores del Fútbol, un embrión de sindicato montado a finales de los años 20 que apenas tuvo recorrido, seguramente por las presiones de los clubes".
Uno de los miles de represaliados en La Rioja
Jesús Vicente Aguirre, miembro de la asociación memorialista La Barranca, es investigador y epiloguista del volumen que ahora presenta Pepitas de calabaza. Él sí que llegó a conocer a Escobal cuando retornó desde Nueva York, alguna que otra ocasión, a visitar a su madre a Logroño "y seguía siendo un hombre de buena planta, alto, con esa condición de deportista que le ayudó mucho a pasar por todo lo que tuvo que pasar", dice el escritor.
En Las sacas se entremezcla la ventaja de la primera persona con la "tétrica y horrible" experiencia que tuvo que vivir. La publicación relata cómo, ya en la cárcel tras el 18 de julio, el mismo Escobal habla con unos y con otros, con magistrados de la audiencia, con anarquistas, con un pastor protestante y maestro, aunque cambia algunos nombres para proteger a las familias de estos personajes que por aquel entonces seguían viviendo en Logroño.
Él, que no sabe cuánta gente exacta estaban matando los sublevados, dice cifras algo exageradas. "En realidad conocemos unos 2.000 asesinatos por parte de las fuerzas exaltadas en La Rioja. En la región, solo con una semana tras el levantamiento, ya había tres cárceles habilitadas para recluir a todas estas personas", subraya Aguirre.
Escobal pasó por las tres, pues militaba en Izquierda Republicana, había sido masón y tenía un cargo de ingeniero en el Ayuntamiento de Logroño. Tras ver cómo una persona recitaba durante la noche algunos nombres de personas que jamás regresarían al penal, Escobal y sus compañeros viven en sus propias carnes lo que fueron las sacas.
Pero él tuvo mejor suerte, aunque eso significara estar enfermo. Sufría el mal de Pot, por lo que una vez dejada a tras la prisión, va a curarse a Pedernales y entonces sí termina exiliado en Estados Unidos hasta el final de sus días.
Un tesoro para la literatura del exilio
Teresa González es otra de las epiloguistas. En su caso, profesora en la Universidad de La Rioja de Literatura Española e Hispanoamericana, aborda lo que este texto aporta a la literatura del exilio, ámbito del que también es especialista.
"La primera edición en castellano se hace en Estados Unidos en 1974. Ya desde el original se aprecia una forma excelente de escribir, con un talento natural para contar vivencias tan duras como esas", en sus propios términos.
Esta experta aprecia ciertas reminiscencias de los novelistas rusos de la décadas de los 20 en su texto: "Una pena que no tengamos más escritos de él. En una entrevista que le hizo un familiar suyo en 2001, en Nueva York, parece que sí que escribía alguna cosa, que cultivaba la literatura, pero debía ser algo más personal, diarios o similar", se explaya González.
Escobal introduce anécdotas en su testimonio como forma de rebajar la tensión que se vive entre sus páginas. "Y se nota que no exagera, que es muy comedido, que cuenta todo con bastante equilibrio. Es muy importante que una persona como él, que ha pasado por una experiencia así, viva para contarla, la cuente y lo haga así de bien", añade la profesora universitaria.
Sin ir más lejos, este testimonio es el único "escrito serio" que existe sobre lo acontecido en La Rioja aquellos primeros días tras el 18 de julio.
La experta también incide en los retratos que se suceden en Las sacas. Tanto de los fascistas como de los curas con los que se cruzó, como de sus compañeros de prisión, Escobal esboza un carácter propio para cada uno de ellos.
"Este testimonio es fundamental porque relata la crueldad de lo que tuvieron que sufrir miles de personas prisioneras por los rebeldes, en cárceles hacinadas, con unas condiciones higiénicas insalubres, y que noche tras noche veían cómo si leían tu nombre en la lista, nunca volverías", expresa González.
Escobal, protagonista de la historia del siglo XX
García, por su parte, resalta que la vida de Escobal estuvo íntimamente ligada a varios de los grandes hitos acaecidos durante el siglo XX. Primero, como capitán del Real Madrid y protagonista de un tiempo en el que el fútbol dejó de ser amateur para profesionalizarlo, para después hacerlo mediante su hijo, un eminente matemático que participó de manera destacable en la misión del Apolo 11 de la NASA que puso al hombre en la luna.
"Cuando se exilió, ni siquiera conocía el idioma y llegaba con un hijo pequeño. Al principio trabajó en una tienda de electrodomésticos, pero al final consiguió un puesto en el Ayuntamiento de Nueva York, y una de las cosas que más le enorgullecía era haber mejorado el alumbrado del barrio de Queens. A partir de los 60 retornaba a España una vez al año a visitar a su madre", se explaya García.
El autor de Las sacas falleció en 2022, casi centenario, en Manhattan.
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