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Elecciones en Madrid Retrato robot del votante madrileño: así es como vota tu vecino

No te fíes de la bandera de España colgada en su balcón, ni de que viva en una casa adosada en un feudo de la izquierda, porque su apoyo podría vacilar entre varios partidos. De hecho, es probable que varíe en función del tipo de elecciones. Politólogos y sociólogos intentan trazar el perfil de los llamados a las urnas en las elecciones autonómicas de Madrid.

Votación en un colegio electoral de Madrid durante las elecciones autonómicas de 2019.
Votación en un colegio de Madrid durante las elecciones autonómicas de 2019. Susana Vera / Reuters

¿Sabe usted a quién vota su vecino? No se fíe de la bandera de España en el balcón: podría elegir la papeleta de uno de los tres partidos en los que quizás esté pensando o incluso la de un cuarto, si se tratase de un constitucionalista de tomo y lomo o de un socialdemócrata que rechaza que otros se apropien de un símbolo que también considera suyo —y de todos—. Faltan dos formaciones políticas con representación en la Asamblea de Madrid a las que también podría votar el del 3º B si se hubiese olvidado de quitar el trapo después del Mundial y las Eurocopas de la selección española, que por algo era la Roja.

Difícil, pues, saber a quién ha votado ese vecino. El uso del pretérito perfecto compuesto no es baladí, pues si nos abstraemos de los sondeos resulta muy complicado adivinar su opción futura: la figura —y la estrategia— de la cabeza de cartel del PP, Isabel Díaz Ayuso, desbarata los resultados electorales previos y complica las predicciones, pues la presidenta de la Comunidad de Madrid ha logrado convertirse no solo en la candidata de los tradicionales votantes populares, sino también de los que antes habían apoyado a Vox y de los simpatizantes más derechistas de Ciudadanos. En todo caso, el retrato del votante conservador tenía tres caras que ahora han fijado su mirada en el rostro unívoco de Ayuso.

En realidad, no hay un solo retrato robot de cada elector, sino varios perfiles que votan a un partido y, al mismo tiempo, un perfil que vota a varios partidos, como se refleja en el flujo de votos del PP a Ciudadanos y a Vox —el orden de los factores no altera el producto— en función del tipo de elecciones. Y, si nos centramos en las de la Comunidad de Madrid, deberíamos observar el trasvase de esos votantes entre partidos afines, similares o intercambiables. O sea, visten la misma chaqueta, pero de distinto color, permaneciendo en el bloque de la derecha. Luego abordaremos el bloque de izquierdas, donde los cambios son menos significativos, pues lo importante es la movilización: es decir, que voten o no.

Comencemos, pues, por ese votante que no vota acomodado en el extremo derecho de la vida, donde Mariano Rajoy era divisado como un mimosín y su sucesor, Pablo Casado, ha acabado pareciéndole un abanderado de la moderación si lo compara con Santiago Abascal, primero, y con Isabel Díaz Ayuso, después. Está claro a quién vota ese señor o esa señora, cuando antes se abstenía u optaba por un partido ultra, cavernícola y extraparlamentario. Javier Lorenzo, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, lo confirma: "Ese nuevo votante a la derecha del PP antes no se movilizaba porque consideraba blandos a los populares, pero ahora vota a Vox".

Al partido ultra también lo han apoyado quienes veían al PP simplemente como un voto útil: la derechona, los católicos extremistas, el franquismo sociológico y los herederos de todos ellos, jóvenes y chavales que se han estrenado recientemente en las urnas y lucen con orgullo su españolidad rampante. O sea, no cabría hablar solo de fachas de toda la vida, sino también de sus cachorros. Ese votante se reparte por toda la capital, aunque su presencia es evidente en la zona de negocios (Chamartín) y en los barrios nobles (Salamanca, Retiro y Chamberí), tradicionales territorios del PP. "Ciudadanos en su día no rascó en Salamanca, pero Vox sí, porque allí se concentra la pureza de la raza", ironiza el sociólogo José Pablo Ferrándiz. "Para ellos Casado representa una opción casi socialdemócrata".

Sin embargo, en el sur obrero Vox también logró porcentajes del 15%, un voto que tomó prestado del PP y que antaño había sido del PSOE. Sin pasar por los populares, el partido ultra se hizo con las papeletas socialistas del cinturón rojo y del Corredor del Henares en las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019. Los datos no son extrapolables a unas regionales —y mucho menos a unas regionales con una Ayuso que capitaliza los votos de las derechas—, pero reflejan que su encantador vecino podría haber votado a Vox, viva —España— donde viva. Puede ser en un pequeño municipio del este, como Valdemorillo, o en otros bastiones populares del sur como Navalcarnero o Valdemoro. "Esos feudos de Vox en las generales van a volver al PP el 4M", relativiza Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia.

También resta importancia a los captados por los ultras entre el voto obrero, pues cree que "no es realmente así", ya que esos electores votaban al PP. Es decir, que no habría una conversión de un obrero rojo en un obrero verde (sic), sino un trasvase de votos entre los partidos de la derecha. "Tras casi tres décadas con el PP en el Gobierno, ha sido fácil implementar políticas que cambiasen los alineamientos políticos. Así, cuando se habla de que se ha perdido el cinturón rojo, habría que matizar que el PP consiguió que cierto voto considerado de centro izquierda transitase hacia opciones conservadores en algunas elecciones", explica el analista demoscópico.

¿Y cómo se configura un votante distinto, en este caso de derechas? "Eso depende de medidas concretas —por ejemplo, llevar el metro a ciertos barrios y ciudades de la periferia—, de la manera en que se construye la urbe y del modelo de ciudad que ofreces. Un caso significativo es la edificación de urbanizaciones cerradas con piscina, que antes se consideraban de ricos", detalla Ferrándiz. Este aparente ascensor social —o, si se prefiere, desclasamiento hacia arriba— tendría la cara de muchos votantes del PP y, sobre todo, de Ciudadanos, aunque luego veremos que existe un votante de otro partido que encajaría en el estereotipo… y no es precisamente el de Vox.

"En realidad, no hay más de un 5% que se identifique con la extrema derecha, pese a que en ocasiones pueda alcanzar el 8%. Ese votante de Vox apoyaba al PP cuando veía la cosa muy fastidiada y se abstenía cuando el candidato era blando", matiza Javier Lorenzo, experto en campañas electorales y partidos políticos. "Es un porcentaje que arma mucho ruido, pero en Vox abundan las papeletas prestadas. Podríamos hablar de un voto de cabreo que, por ejemplo, compra el discurso contra los inmigrantes. Y que se reconducirá al PP en cuanto se normalice la situación, mejore la economía y el PP coja aire. Así, primero absorbió a Cs y luego se comerá a Vox".

Ángel Gabilondo durante un acto electoral en la localidad de Alcalá de Henares este jueves.
Ángel Gabilondo, durante un acto electoral del PSOE en Alcalá de Henares. Fernando Villar / EFE

Teresa Mata López, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), tiene claro que muchos antiguos votantes del PP se han puesto la careta de Vox, por lo que el retrato robot resultante sería el de una máscara. Tras apoyar al partido ultra en las pasadas generales, señala, su candidata en Madrid es Ayuso, una apreciación en la que coinciden todos los entrevistados. Algo tendrá o hará —o quizás no tenga o no haga— para lograr captar a los votantes del partido ultraderechista, aunque se hubiesen fugado previamente de su propia formación.

"El gran éxito de Ayuso es un arma de doble filo, porque Vox podría quedar por debajo del 5% y no entrar en la Asamblea de Madrid", lo que podría perjudicar a la cabeza de cartel popular a la hora de alcanzar la mayoría que le permita gobernar, reflexiona la politóloga, quien alude a un simpatizante del partido ultra que no tiene rostro. "No cabe hablar de un voto oculto, pero sí del perfil de un votante de Vox que no está muy orgulloso de ello, si bien el 4M podría apoyar a Rocío Monasterio en mayor medida de lo que predicen las encuestas. Sería el caso de un elector de clase obrera que piense que los migrantes nos quitan el trabajo, aunque consciente de que ese racismo no está bien. Eso provoca que se sienta identificado con el discurso, pero que no lo verbalice", describe la profesora de la UCM.

Ferrándiz no cree que sea más probable que su vecino vote a la derecha si vive en el norte o en el oeste —considerados más ricos y conservadores—, o a la izquierda si habita en el sur o en el este —menos pudientes y progresistas—. No, al menos, desde la irrupción de los nuevos partidos, que "resultan más atractivos para la gente más joven y laboralmente activa, mientras que las siglas tradicionales se han quedado con la gente mayor". Así ve el sociólogo al votante de Más Madrid —mozo, formado, trabajador y residente en el centro, el único distrito de la capital donde ganó el carmenismo en 2019—, mientras que sitúa al de Podemos en los barrios obreros del sur. Ambos desaprobarían la gestión de la pandemia de Ayuso, que tampoco sería vista con buenos ojos por el elector socialista, el más permisivo de los tres.

Hablando de la izquierda cupcake de Malasaña y del cierre de negocios provocado por el coronavirus, ¿apoyarán en masa los hosteleros a Ayuso, paladina de la libertad? "Más que votar a la candidata del PP, parte de ese electorado se quedará en casa. Razonarán: No voy a dar el salto de votar a la derecha, pero tampoco voy a hacerlo en contra", vaticina Ferrándiz. "Abrirlo todo y priorizar lo económico frente a lo sanitario no promueve la participación —y sí la abstención— del electorado de izquierda, necesaria para que se produzca un vuelco. Es más, puede ser una medida sedante para cierto votante progresista que, ante una situación como esta, prioriza su trabajo", añade el analista demoscópico.

Por qué ahora es tan difícil ponerle cara al voto: las cifras

Hasta las elecciones de 2015, los perfiles de los votantes eran más claros y, a la vez, difusos, pues el PP y el PSOE se repartían la mayor parte de los votos. A partir de ahí podía entenderse que Cs habría cosechado apoyos en el caladero del PP y que Podemos capitalizaba el descontento y movilizaba a los abstencionistas, porque los socialistas no se resintieron en las urnas. Sin embargo, los resultados de 2019 complicaron el esbozo del votante tipo de cada partido —seis con representación parlamentaria, el doble que en 2007—, que se queda en garabato si combinamos esos porcentajes con los de las elecciones generales celebradas seis meses después.

Recordemos que entonces mudaron los colores del mapa de la Comunidad, que pasó de ser prácticamente roja a azul —el PP conservó el norte y se hizo con el centro—, verde —Vox conquistó el cinturón sur y el Corredor del Henares— y rojilla —el PSOE resistió en el anillo meridional de la capital y en algunos municipios de la Sierra Norte, de la Cuenca del Alberche y de la Cuenca del Tajo, o sea, en los tres vértices de una región con forma de triángulo—. Sin embargo, hay que desechar este escenario por dos factores: la gente vota de diferente forma en función del tipo de elecciones y la figura de Ayuso podría eclipsar a Vox y cegar a Ciudadanos.

Recurramos a la objetividad de los datos de las pasadas autonómicas, en este caso referentes a la capital, donde el PSOE de Ángel Gabilondo fue el partido más votado si se suman todas las mesas, con un 25,8%. Los socialistas se hicieron con lo distritos del suroeste (Latina y Carabanchel), del sur (Arganzuela, Usera y Villaverde), del sureste (Puente de Vallecas y Villa de Vallecas) y del este (Ciudad Lineal, Moratalaz, San Blas-Canillejas y Vicálvaro), que conformarían el clásico cinturón rojo. Solo otra fuerza progresista logró hacerse con un distrito: Más Madrid (Centro).

El PP fue el más votado en los barrios nobles (Chamberí, Salamanca y Retiro), en la zona de negocios (Chamartín y Tetuán) y en los distritos del oeste (Moncloa-Aravaca) y del norte (Fuencarral-El Pardo), lo que delimitaría los clásicos feudos de la izquierda y de la derecha: el color rojo impregna el sur y el este de Madrid, mientras que el azul tiñe el norte y el oeste. La novedad del color naranja la aportó Ciudadanos, la formación más votada en el noreste (Hortaleza y Barajas). Aunque las encuestas dan como vencedora a Ayuso, la clave en las elecciones del 4M está en la capacidad de la izquierda para movilizar a un votante que teóricamente podría fortalecer las fuerzas progresistas, pues la derecha tiene una mayor fidelidad de voto que la izquierda.

La supuesta nueva clase media de las urbanizaciones

Antes hablábamos del votante residente en una urbanización creada en un barrio del norte de Madrid —léase Montecarmelo, Sanchinarro o Las Tablas, pertenecientes a los distritos de Fuencarral-El Pardo y Hortaleza—, que en su día votó al PP, a Ciudadanos y, en menor medida, a Vox, aunque también destacó la pujanza en las municipales y la notable presencia en las autonómicas de Más Madrid —ambos comicios coincidieron el 26 de mayo de 2019—. El politólogo Javier Lorenzo explica la creación de este perfil: "Los expresidentes del PP Gallardón y Aguirre lo hicieron muy bien promoviendo las urbanizaciones porque fomentaron el sentimiento de pertenecer a una clase superior, que también se entiende votando a un partido que se supone perteneciente a esa nueva clase social. Esa adscripción de estatus se refleja, por ejemplo, en la compra de un SUV o todocaminos. Es un querer ser".

La candidata del Partido Popular a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto de campaña celebrado este jueves 29 de abril de 2021 en la explanada de la parroquia de San Francisco Javier de Pinto.
La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Fernando Villar / EFE

El experto en campañas electorales sitúa además a ese votante del PP y de Cs en urbanizaciones anexas a la carretera de Burgos y, en general, ubicadas en poblaciones del norte de Madrid, como Algete o Valdeolmos-Alalpardo. "En todo caso, sus habitantes son heterogéneos, pues conviven cuadros medios, profesionales de cuello blanco y trabajadores que han hecho mucho dinero con la construcción y las empresas subsidiarias. Estos últimos también podrían apoyar a Vox, pues es un voto más enfadable. El de Cs, en cambio, sería un elector moderado, liberal, reformista y con un nivel educativo medio alto que tenderá a volver en buena medida al PP y en menor medida al PSOE. No creo que se vaya a Vox, porque implicaría dar un salto muy alto", añade Lorenzo.

El politólogo de la Universidad Carlos III alude a otro perfil del votante de Cs, el del "desencantado", que habría sumado —junto a aquel elector de Vox que consideraba blando al PP— unos 200.000 votos más para las derechas que el Partido Popular no lograba movilizar. Teresa Mata coincide en que el de Ciudadanos, en general, es un votante "liberal" que podría conectar el 4M con el discurso de Ayuso. "El elector de Vox, en cambio, me genera más intriga", reconoce la profesora de la Complutense.

"No obstante, este fenómeno también se da en la izquierda, donde observamos al hijo del obrero que se va a vivir a una casa unifamiliar con piscina y zonas comunes en Rivas-Vaciamadrid [bastión rojo]. Sus padres pueden votar al PSOE o a IU, porque siguen teniendo conciencia de clase, pero el problema es que el hijo no vota porque carece de ella. Y si lo hace podría apoyar perfectamente a Ciudadanos o a formaciones happy —y no lo digo en tono peyorativo—, como Los Verdes o el Pacma", explica Lorenzo, consciente de la fuerza que posee Más Madrid en la localidad situada en el sureste del área metropolitana.

¿Votarían, pues, al partido liderado por Mónica García, que cosechó buenos resultados en anteriores convocatorias electorales? "Como formación de futuro con representación parlamentaria, Más Madrid intenta convertirse en un partido nicho en torno al discurso verde, a la sostenibilidad y al medioambiente. El mensaje puede calar en esos hijos —con conciencia ecológica— de los barrios del antiguo cinturón rojo, aunque normalmente no votan", aclara el profesor de Ciencias Políticas. Curiosamente, Ciudadanos también encontró un caladero en Rivas-Vaciamadrid, si bien habrá que ver qué pasa el 4M.

Tampoco votan, según él, los migrantes o hijos de migrantes. "La paradoja es que aquellos que más necesitarían de una transformación o de una intervención de lo público tienen menos incentivos para votar que los votantes conservadores —cuyo objetivo es mantener el status quo—, por lo que no participan tanto", explica Javier Lorenzo, quien aplica esta máxima a los barrios del sur. "Tras el 15-M, Podemos consiguió despertar al electorado de izquierdas que estaba dormido desde los picos de IU en los primeros ciclos electorales", añade el experto en campañas.

Pese a que hay medio millón de personas extranjeras con derecho al voto en las autonómicas, "la escasa atención de los partidos ante un nuevo fenómeno, encabezado por ciudadanos de origen latino, llevaría a la abstención de la mayoría, bien por desconocimiento o bien por no sentirse representados", explican en este reportaje a Jairo Vargas varios expertos y activistas, quienes "dudan" —pese a que se les identifica con el voto progresista— "sobre su comportamiento en las urnas".

Su hipotética abstención será determinante, porque la izquierda depende de una alta participación de los migrantes y de los obreros supuestamente progresistas para poder aspirar a presidir la Comunidad de Madrid, pues la derecha está más movilizada. Javier Lorenzo recuerda que cuando se escindieron Podemos y Más Madrid "el voto personal a [la exalcaldesa de Madrid] Manuela Carmena tiró más, pero el sur dejó de votar". No obstante, según él hay más abstención en las municipales que en las autonómicas, sobre todo en los distritos obreros y del sur. Habrá que ver si ahora esa persona llamada a las urnas da la cara o su retrato robot es una página, que no un voto, en blanco.

- Así se vota en los municipios y distritos de Madrid

El perfil del votante usuario de las redes sociales

Internet y las redes sociales fueron fundamentales en los orígenes de Podemos y de Vox, según Javier Lorenzo, pues "les habilitaron ese altavoz que luego les permitió estar presente en los periódicos, radios y televisiones". También cabría añadir a Ciudadanos como beneficiario de Twitter o Facebook, aunque el politólogo matiza que, una vez en las instituciones, el efecto de su estrategia digital se ve difuminado. "Cuando consiguen representación, comienza su cristalización y asentamiento. Entonces combinan las estrategias, más agresiva en las redes porque su votante está ahí, pues el PSOE y el PP tienen más presencia a través de sedes y espacios físicos, así como vínculos históricos con asociaciones y entidades", añade el doctorado en La estrategia electoral de los partidos políticos en Internet. España e Italia.

"Los nuevos partidos no tienen una estructura territorial tan jerarquizada como los tradicionales, por lo que nacen y se estructuran en torno a internet, de una manera más horizontal, aunque después sean personalistas. En cambio, el PP y el PSOE son partidos atrapalotodo, interclasistas e intergeneracionales. Su votante está en todas partes. Por eso para el PP es tan importante una pancarta en el paseo de la Castellana o una visita a un hospital en campaña electoral como su estrategia en las redes sociales, porque siempre han tenido acceso a los medios de comunicación", añade Lorenzo, quien en la actualidad otorga una singularidad a Vox. "Usa el mecanismo populista del discurso fácil, reducido, básico y que apela a las emociones. Y esa estrategia muy agresiva le da muchos réditos porque todavía está consolidándose como formación política, o sea, sigue en una fase anterior a Podemos y Ciudadanos, si bien el partido de Edmundo Bal ha entrado en decadencia".

¿Pero cómo ha influido internet en la estrategia electoral de los partidos y en el voto de la ciudadanía en las últimas elecciones? "Los mecanismos de preferencia de voto funcionan igual, aunque existe una mayor interacción y un menor filtro de los medios. Las redes suponen una ventaja competitiva para los partidos pequeños, que buscan y encuentran en estas nuevas plataformas vías de acceso a la ciudadanía en un mercado mediático copado por los grandes partidos, incluso debido a una cuestión de tiempos establecidos en función de la representación parlamentaria. Así, las formaciones con menos voz no solo buscan los votos, sino también ser conocidos", cree el profesor de la Carlos III.

"Su propia estructura está muy vinculada a la idiosincrasia de las nuevas plataformas digitales. De esta forma, han tenido un mayor recorrido, aforo y audiencia. Sin embargo, a la hora de las elecciones no influyen en el voto", advierte Lorenzo. "Twitter y Facebook favorecen mucho la movilización de quienes ya son simpatizantes y militantes, porque el debate provoca que el votante más perezoso se movilice", matiza el experto en el uso de internet por parte de los partidos. Resulta imposible trazar un retrato digital del elector madrileño, pues se trataría de un votante convencional que ve reforzada su ideología a través de los mensajes que recibe a través de la pantalla de su móvil o de su ordenador. Otra cuestión es que Vox o el partido de Pablo Iglesias echen las redes para pescar votos y algunos caigan en ellas, aunque quizás sea suficiente que quienes les hayan votado en el pasado lo sigan haciendo gracias a ese refuerzo provocado por la discusión generada.

Lorenzo cree que, si tomamos en consideración los distritos y municipios de Madrid, el efecto de las redes sociales es débil, pues el debate se produce en —o sobre— las grandes zonas urbanas, si bien estas elecciones han trascendido la capital y se han convertido prácticamente en un choque a nivel estatal entre la izquierda y la derecha. "Se habla de la segmentación del mensaje, pero como Madrid es un distrito único el discurso es muy general, por lo que un mensaje simplista y emocional —un conmigo o contra mí— solo calará en aquellos votantes que ya están predispuestos o en quienes dudan entre votar a un partido o a otro". Aunque, de alguna manera, lo que buscan todos los partidos es convencer al indeciso, pues a los fieles los tienen ganados.

"Usan la percha de visitar un pueblo que simboliza una amalgama de localidades parecidas. Y si van a un barrio hablan del sur de Madrid en general, que es muy amplio, pues buscan identificaciones muy genéricas. Ese discurso simplista de su estrategia en redes aumenta la polarización política", explica Lorenzo. Durante esta campaña sobran los ejemplos, como el polémico y accidentado mitin de Vox en Vallecas. "Sin embargo, en los municipios pequeños alejados de los grandes nodos —como Morata de Tajuña, Ambite o El Boalo— no va a calar ese mensaje, porque no cuentan con la audiencia necesaria, aunque vaya destinado a ella. Es decir, no hay una masa suficiente para personalizar un mensaje dirigido a un distrito o a una localidad. Y, como decía antes, al ser Madrid una circunscripción única a los partidos les interesa generar un único discurso". Pese a que los perfiles de los votantes sean, como se ha visto, tan heterogéneos.

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