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El retorno de Francisco Camps a la política trastoca a un PP valenciano sin dueño

El expresidente valenciano se ha autopropuesto como candidato a la Alcaldía de València para "defender el legado de Rita Barberá", mientras el PP guarda un incómodo silencio.

El expresident de la Generalitat, Francisco Camps./ EFE
El expresident de la Generalitat, Francisco Camps./ EFE.

Una foto de Francisco Camps, sonriendo y saludando con el pulgar hacia arriba, abrazado a una también sonriendo Rita Barberá, vestida con su inconfundible chaqueta roja. Podría ser un bonito recuerdo de los viejos buenos tiempos, pero es la imagen de perfil a la cuenta de Twitter del ex-presidente valenciano Francisco Camps. Para rematarlo, la imagen de la cabecera rememora uno de los múltiples mítines del PP a la plaza de toros de la capital, cuando este partido era capaz de llenar cualquier espacio y lograba mayorías absolutísimas que superaban el 50% de los votos.

Pero en contra del que estas puedan transmitir, esta no es una cuenta nostálgica –al estilo de las que cuelgan fragmentos televisivos de los ochenta-, o de reivindicación de un legado histórico, sino que quiere ser la herramienta de un político en la primera línea actual, en la era de las crisis y la fragmentación del voto.

Camps abrió la cuenta el diciembre pasado, al poco del archivo de su penúltima causa penal, la relacionada con los contratos de la visita del Papa en València el julio del 2006. Desde entonces no ha parado de reivindicarse, tanto desde las redes sociales –este viernes se abría también cuenta en Instagram- como de los medios de comunicación que han querido entrevistarlo e, incluso, se ha convertido en uno de los primeros políticos valencianos en aparecer por Twitch, el servicio de vídeos en streaming que causa furor entre los más jóvenes. Camps se considera víctima de un oscuro montaje y judicialmente rehabilitado –a pesar de que todavía le quedo abierta una causa, una de las piezas de la trama Gürtel. La reciente reivindicación de su figura que hizo José Maria Aznar en la reciente entrevista con Jordi Évole no han hecho sino dar alas a esta visión.

Desde entonces, no solo ha expresado su deseo de volver a la primera línea política, sino que incluso ha concretado más: Francisco Camps quiere ser candidato a la Alcaldía de València. Siempre que su partido se lo pida, está claro. O no.

El problema es que, como mínimo formalmente, el PP ya tiene una candidata por este cargo, Maria José Català, consellera de Educación y portavoz del último gobierno presidido por Camps y antigua alcaldesa de Torrent. Desde el PP no han respondido de forma pública a la propuesta de Camps. Oficialmente no se ha movido nada y Català continúa disfrutando de todo el apoyo del partido, pero tampoco lo han desautorizado. "La voz de Camps ahora mismo es muy marginal, responderlo implicaría darle una importancia que no tiene –reflexiona el periodista Antoni Rubio- pero es obvio que Bonig ha hecho un gran esfuerzo para intentar que olvidemos la relación del actual PP con aquel otro de la corrupción, y Camps es la personificación de aquella época".

Una personificación que se ejemplificó en una anécdota tan desagradable como relevante. El 2012, en medio de la tormenta de escándalos de corrupción y recortes, alguien aprovechó que Camps se encontraba en las duchas del Club de Tenis de València –uno de los espacios más elitistas y referentes de la burguesía local- y plantó ante su taquilla un taburete con una deposición humana.

"Por mucho que lo repita, Camps forma parte del pasado –continúa Rubio-, pero el problema de Bonig es que no puede ofrecer nada a Camps que le interese para acallarlo. Hay que tener en cuenta la megalomanía de su carácter para entender que no quiere ser presidente de una fundación o cualquier otra solución".

¿Un futuro en verde?

La presión de Camps, pero, no es uno esfuerza aislado. De la mano de Pedro Agramunt, expresidente del Consejo de Europa expulsado por la presunta implicación en un caso de fraude electoral y salpicado por el escándalo de los regalos del gobierno de Azerbaiyán a diferentes políticos europeos, han creado el Foro Populares 2020, un espacio crítico con la actual dirección valenciana del partido y que apuesta claramente por una refundación "del espacio de centro derecha", que incluye desde Toni Cantó hasta Vox. En un partido que Bonig no tiene bajo total control, los movimientos de Camps no dejan de ser un factor de desestabilización. El PP ha hecho algunos gestos para contentar este sector, como la petición de rebautizar el puente de las Flores con el nombre de Rita Barberá, pero no parece que esto vaya a ser suficiente.

"El PP es una formación con vocación de gobierno, no tiene bastante con arrastrar los convencidos, tiene que sumar más, y en este escenario, Camps resta más que suma. Hacen el cálculo y ven que no les sale a cuenta", concluye Rubio. Una encuesta publicada por el diario local El Periódico de Aquí, señala precisamente esta división: un 47,8% de los votantes populares lo desearían como candidato contra un 39% que no lo quieren.

El miedo en la dirección del PP es, entonces, que algún partido sin tantas aspiraciones de gobierno lo fiche para marcar un gol y aprovechar su alto grado de conocimiento. A pesar que todo el mundo rechaza esta posibilidad –el mismo Camps, que no deja de repetir su fidelidad al partido, como fuentes del PP o Vox- la pregunta sobre un posible traspaso a la formación de Abascal no para de repetirse una y otra vez. El tono del mismo Camps en las redes sociales, con referencias constantes a los "gobiernos social comunistas" y la amenaza pancatalanista se asemeja más al discurso de Vox que al más moderado del PP de Bonig. Y la transición hacia la extrema derecha la hicieron, ya hace tiempo, buena parte de la familia de Barberá, precisamente en protesta por el que consideraban una nula defensa del legado de la alcaldesa por parte del PP. Justo la piedra angular del discurso actual de Camps.

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