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Sevilla recupera los restos de más de 1.700 víctimas del franquismo en una de las mayores fosas de Europa

El Ayuntamiento de la capital andaluza pone fin a los trabajos de exhumación de Pico Reja después de tres años de excavaciones.

Trabajos de exhumación de la fosa común de Pico Reja, una de las mayores fosas del franquismo, ubicada en el cementerio de San Fernando.
Trabajos de exhumación de la fosa común de Pico Reja, una de las mayores fosas del franquismo, ubicada en el cementerio de San Fernando. María José López / Europa Press

Sevilla ha completado la exhumación de la fosa de Pico Reja, que comenzó a excavarse hace tres años y de la que se han extraído más de 1.700 cadáveres de represaliados tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Así lo recoge el último trabajo hecho público por Aranzadi, la sociedad que se ocupa de los trabajos técnicos, que fueron impulsados por el Ayuntamiento de Sevilla y apoyados por el Gobierno de España, la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla.

El Ayuntamiento organiza este martes un acto con el que rematar las tareas, que culminan así un trabajo concienzudo y que supone, según Aranzadi, "la mayor fosa común abierta en Europa occidental desde Srebrenica (Bosnia y Herzegovina)". "No queda ni un hueso de víctima. Las familias en un acto simbólico cerrarán con una pala el último espacio que queda", aseguran a Público los responsables de la excavación. El 28 de marzo está previsto que se haga un entierro.

"Se libera la mayor parte del terreno de la fosa en un 99,56%, salvo una zona con restos quemados de víctimas, espacio que permanecerá hábil hasta los primeros días de febrero, momento en el que se completará la exhumación de la última víctima", se recoge en el último informe –aún provisional– de principios de mes. Este trabajo ya se ha culminado.

En ese informe, se explican los últimos pasos que se han dado en estos días en la fosa: recuperar los últimos cuerpos, con indicios de que fueron quemados. "Se alcanza el piso de la fosa en todas las partes del espacio de intervención salvo en los dos o tres metros cuadrados donde quedan los últimos restos de víctimas. Aparecen diversos cuerpos afectados por el fuego, sin que el sedimento se muestre torrefactado, de modo que cabe deducir que estos cuerpos, en algunos casos con daños al nivel del hueso, sufrieron esta exposición a altas temperaturas en algún otro emplazamiento", prosigue.

"Tanto las últimas evidencias de víctimas exhumadas en este mes como la revisión de materiales aportan claras pruebas criminales", se lee en el trabajo. Los expertos aportan fotografías de orificios de entrada y de salida de proyectiles en cráneos, de roturas antes de muerte de hueso –un fémur izquierdo por impacto de proyectil–, además de fracturas de húmero "por el impacto de un proyectil a alta velocidad" y de alambres de cordada de presos. Este tipo de pruebas –y otras registradas mes a mes en los demás informes– permiten a Aranzadi afirmar que hay "evidencias de represaliados" en 1.786 cuerpos.

Hay "evidencias de represaliados" en 1.786 cuerpos.

La exhumación superó ampliamente las cifras esperadas y el Ayuntamiento tuvo que poner más dinero para completar los trabajos en el verano de 2022. Así lo explican los científicos: "Se culmina la exhumación de todas las evidencias vinculadas a la actividad funeraria, cuya presencia ha provocado una importante distorsión en el planeamiento de los trabajos desde el primer día. A falta de flecos mínimos casi puede decirse lo mismo de las víctimas". La expectativa era hallar en torno a 850 víctimas del franquismo –han sido 1.786– y otros 250 restos propios de enterramientos "legales".

Finalmente, en total, de la fosa se habían intervenido a finales de enero 10.075 "sujetos" de los que, además de los asesinados tras el golpe, 4.781 eran personas "en ataúdes" –de las que se han descontado 60 víctimas–, 3.343 "restos en desconexión anatómica" y la "actividad funeraria", es decir, en osarios, y otros 165 restos aislados extraídos en las prospecciones de los primeros meses.

Sobre los trabajos en la fosa, Remedios Málvarez y Arturo Andújar han elaborado el documental Pico Reja, la verdad que la tierra esconde.

"Ha sido una tarea muy dificultosa. Sevilla fue una de las provincias donde más se mató. En torno a las 13.000 personas [unas 3.300 en Sevilla]. De ahí viene la fama de Queipo. Los estudios que se han hecho han ido sacando lentamente, muy lentamente las cifras, que son estimaciones. El franquismo tuvo 40 años, en los que fueron destruyendo documentos. Falta documentación, hay una carencia documental", asegura a Público el historiador Francisco Espinosa, autor, entre otros trabajos, de La Justicia de Queipo.

¿Dónde está Blas Infante, considerado padre de la Patria Andaluza, fusilado en agosto de 1936? "Vete a saber dónde. Ese es un terreno que es muy difícil penetrar en él. Es un ejercicio muy difícil de saber y más en una ciudad como Sevilla donde se mató tanto y durante tanto tiempo", reflexiona Espinosa.

Entre las víctimas enterradas en la fosa de Pico Reja, se ha especulado con que, además de Infante, podría estar el último alcalde republicano de Sevilla, Horacio Hermoso, y se ha escrito que acogería los restos de varios miembros de la columna minera de Riotinto

Para Espinosa es muy relevante haber terminado la exhumación: "Para los familiares es muy importante identificar, pero en muchos casos, eso es imposible", afirma. Después, añade que también deben completarse las investigaciones y "explicar por qué están ahí los muertos: Que se cuente lo que sucedió".

El golpe en Sevilla

De la lectura de los trabajos de los historiadores se puede elaborar un relato de cómo se vivió en Sevilla el golpe del 18 de julio de 1936 y la represión posterior. Así describe Hugh Thomas en La Guerra Civil Española la toma del control de Sevilla por Queipo de Llano: "No tenía relación con la ciudad […] había llegado allí el 17 de julio en su coche oficial (un Hispano Suiza) […] Se instaló durante la mañana del 18 de julio en un despacho del cuartel general que había sido abandonado por el calor. […] Luego cruzó el pasillo y fue a ver al general Fernández Villa-Abrile, […] jefe de Andalucía".

Al ver que este no se decidía a apoyarlo, Queipo lo arrestó y tomó el control del regimiento, que era "una fuerza muy pequeña para apoderarse" de una ciudad del tamaño de Sevilla. Pero el comandante del cuartel de Artillería y sus oficiales apoyaron el golpe. Prosigue Thomas: "Se llevaron cañones de grueso calibre a la plaza de San Fernando y se cercó el gobierno civil. […] Una bomba alcanzó el gobierno y el gobernador civil telefoneó a Queipo y se rindió. […] Entonces la guardia civil de Sevilla se sumó a la sublevación. A última hora de la mañana, el centro de la ciudad estaba en manos de Queipo". "Luego, Queipo se apoderó de la emisora de radio. A las ocho de la tarde transmitió la primera de su famosa serie de arengas".

Antes de que sucumbiera al golpe, Radio Sevilla, según Thomas, había hecho "un llamamiento a la huelga general y pidió a los campesinos de los pueblos vecinos que acudieran a recibir armas". Pero el número de armas era "muy reducido". "Durante la tarde, los obreros construyeron barricadas en los suburbios", escribe Thomas.

Aquí, su relato entronca con la escalofriante investigación que hizo el historiador José María García Márquez, publicada en la web Todos los nombres,  sobre la represión militar en El Cerro del Águila y Amate, dos barrios obreros –los "suburbios" de Thomas– de Sevilla. Los datos del padrón de 1935 arrojan 6.179 habitantes en Amate y 5.915 en El Cerro, con tasas de analfabetismo del 67,8 en El Cerro y del 35,7 en Amate.

Escribe García Márquez: "Los vecinos […] se enteraron muy pronto. Muchos vecinos que en esos momentos salían de trabajar llevaron a sus barrios de primera mano las noticias de los tiroteos que se estaban produciendo en el centro de la ciudad […] Incluso se pudieron escuchar en la lejanía […] los disparos que la artillería hizo para forzar la rendición del Gobierno Civil".

"Los militantes –prosigue García Márquez– más jóvenes y destacados de las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda sevillana en ambos barrios, empezaron a reunirse y agruparse. […] La primera decisión que tomaron fue la búsqueda de armas. Solamente algunos tenían pistolas y en algún caso escopetas de caza. Y aunque sobraban brazos para empuñarlas, la falta de armas se convirtió en la tarea más urgente. […] Para evitar que las fuerzas del ejército cruzaran con facilidad el Tamarguillo, cortaron árboles a modo de barricadas. […] El número total de hombres que se consiguió armar en los dos barrios no pasó en ningún momento de unos cuarenta componentes aproximadamente, y la mayoría de ellos con escopetas, algunas inservibles y otras obsoletas".

Al principio, los golpistas se ocuparon de tomar otras zonas de Sevilla, pero al cabo de unos días, "quedaría claro que los deseos de defensa de El Cerro y Amate […] iban a resultar irrealizables ante las fuerzas del ejército". "Salvo una pequeña resistencia […], todo terminaría muy pronto. En la mañana del 23 de julio las fuerzas [golpistas] entraron en el barrio sin resistencia alguna y se empezaron a practicar numerosas detenciones. […] No conocemos detalles de la forma en que se llevó a cabo la ocupación de ambos barrios. Algún testimonio oral indicaba que en Amate se prendió fuego", escribe García Márquez.

Oleada de detenciones

Una vez que la ciudad y sus barrios quedaron en poder de los golpistas "se desató una enorme oleada de detenciones de hombres y mujeres, para lo que bastó una simple sospecha de izquierdista, un carnet de afiliado a un sindicato o una delación oportuna de un vecino. […] El terror que producían estas detenciones, sobretodo de madrugada, se extendió con rapidez a medida que iban llegando noticias por doquier de la desaparición de numerosos vecinos y el asesinato de varios de ellos que se fueron conociendo por sus familias", escribe García Márquez.

El primer caso fue el de Juan Mancebo Almendro, factor ferroviario que trabajaba en la estación de Camas y que vivía en El Cerro con su mujer Eugenia y tres hijos en la calle Julio Verne. "Su cadáver apareció el 24 de julio de 1936 en las tapias de la piscina de Los Remedios, según le dijeron dos testigos a su mujer. Unos días después, el día 1 de agosto, se conoció la muerte de Antonio Camacho López, conocido en el barrio por Camacho y poco después, la de Joaquín González Nuevo, que tenía una imprenta. […] No sabemos si Antonio Muñoz Codina, sepulturero en el cementerio de Sevilla, llevaría noticias al barrio de lo que allí estaba ocurriendo, pero dos compañeros suyos de trabajo, Sebastián Tejido Holgado, portero del cementerio, y Antonio Molina Merchán, sepulturero como él, informaron de su muerte en agosto de 1936, después de haber sido detenido", escribe García Márquez.

La fosa de Pico Reja fue abierta en 1925 y, según el Ayuntamiento de Sevilla, "estaba en uso el 18 de julio de 1936". Fue allí "donde se empezaron a depositar las primeras víctimas de la represión y de los combates en el centro de la ciudad. El 6 de agosto el administrador del Cementerio informó que estaba a punto de llenarse, suponiendo que se colmataría a finales de ese mes". Una vez colmatada, ante la falta de espacio se abrieron otras dos fosas en el costado contrario, conocidas como Antigua y Monumento y años después en el lateral derecho de nuevo otras dos –una reutilizada-, Antigua 1940, Rotonda de los Fusilados 1942.

Este periodo de represión duró varios meses, en los que se sucedieron los asesinatos. "Las detenciones prosiguieron sin cesar y con ellas las desapariciones", escribe García Márquez, que va desgranando en su escrito nombre tras nombre. Por fin, en noviembre de 1936 "parecía que la represión disminuía y cada vez eran más esporádicos los registros y detenciones de madrugada".

Espinosa explica que hubo dos fases en la represión, una primera basada en los bandos de guerra, que, en resumen, "permitía acabar con la vida de cualquiera en el momento que se quisiera: ese al paredón". "Esa primera fase es durísima. Hacen lo que les da la gana, avanzan y van matando gente. En esa etapa cae la mayor parte de la gente y no quedan huellas, vamos sacando cifras y cantidades, pero son todas aproximadas siempre. El mapa de las fosas comunes coincide con la violencia y terror de esos primeros meses", asegura Espinosa.

Después, en noviembre, como identifica García Márquez, le sucede una segunda fase en la represión, que arranca en noviembre del 36. "Ya se habían consolidado, ya tenían ayuda de Alemania y de Italia, deciden meterse en una estructura represiva judicial-militar, y organizar consejos de guerra. Se monta entre noviembre del 36 y febrero del 37 y se consolida después. Para saber lo que fue la represión, la segunda fase ofrece más información, a la mayor parte los inscriben en los registros civiles. Esta fase dura hasta el 45. El terror aminora hacia los años 50. Sevilla en el proyecto de los golpistas era el punto de llegada del ejército de África, tenían que tomarlo. Era un punto estratégico".

Así, "cuando muchos creían que la represión ya había pasado, se pusieron en marcha los consejos de guerra sumarísimos". Uno de sus víctimas fue Antonio Pérez Gutiérrez, de 28 años, casado y también vecino de Amate, donde se dedicaba al cuidado de una piara de cabras que tenía. "Había sido –escribe García Márquez– secretario de la sociedad de Cabreros y Vaqueros adherida a la CNT. Su detención se llevó a cabo el 29 de agosto de 1936 y pasó en comisaría y en prisión los terribles meses del verano y otoño, librándose de las numerosas sacas que se produjeron […]". 

"Cuando parecía que su calvario había terminado fue procesado. El informe de la Guardia Civil que se envió al juez militar decía que asaltaba los trabajos de los cortijos próximos a esta capital y con sus cabras causaba toda clase de daños en las fincas. Estas canalladas escritas por el benemérito cuerpo de la Guardia Civil, sin pruebas de ninguna clase, eran suficientes para condenar a un hombre", remacha el historiador. Pidió clemencia al auditor de guerra Bohórquez –sacado de la Basílica de la Macarena, donde estaba enterrado, junto con Queipo hace unos meses–, pero, según García Márquez, "evidentemente Antonio Pérez desconocía qué clase de sujeto era".


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