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Los siete españoles del campo nazi de Hradischko: la historia rescatada gracias a la valentía del director del crematorio
Los restos de las siete víctimas españolas del campo de concentración checo de Hradischko, conservados en secreto por el enterrador, han recibido tributo en el crematorio civil de Strasnice, donde descansan desde 1945
Salvador León
Madrid-Actualizado a
La guerra es la historia de una gran tragedia a la que dan forma millones de tragedias individuales. De entre todas las historias que claman contra en olvido, algunas brillan con especial lustre y su injusta caída en la desmemoria resulta particularmente desgarradora. Se trata de los relatos de héroes anónimos, lejanos al arquetipo del salvador impoluto: gente discreta, cansada, sin afeitar, con hambre, sueño y presa del hastío de años en la línea de fuego en los que, luchando humildemente por una causa o vagando sin mapa hacia el futuro, contribuyeron sin saberlo a construir un mundo mejor en el que la paz y la libertad se opusieran al mal y las pesadillas.
Este es el caso de Rafael Moyà Pujol (Andratx, Mallorca), Enric Moner (Figueres, Girona), Ángel Lekuona (Busturia, Bizkaia), Antonio Medina (Motril, Granada), Pedro Raga (Ulldekona, Tarragona) y Vicente Vila-Cuenca (Alberic, Valencia). Seis españoles que, quién sabe si guiados por un deseo genuino de libertad de una Europa que se enfrentaba al mal de fascismo o buscando en aquella lucha la liberación de la España de posguerra en la que Franco implantó su dominio y a la que aún conservaban la esperanza de volver, fueron recluidos en un campo de concentración y asesinados por los nazis en Hradischko, cerca de Praga (República Checa). Era abril de 1945, faltaban menos de dos semanas para la muerte de Mussolini y algo más de medio mes para el suicidio de Hitler.
A pesar de la injusta oscuridad que rodea al asesinato de los de Hradischko, la tardía recuperación de su memoria es una noticia excepcional que no podría haber sido posible gracias a la labor de otro de los muchos héroes anónimos. Se trata de Frantisek Suchy, el administrador del crematorio de Strasnice (a donde eran enviados los muertos de Hradischko) que, desobedeciendo a los nazis y contando con la ayuda de su hijo, quien realizaba una copia de los historiales, optó por guardar, por separado, en urnas individuales, numeradas y ocultas en el cementerio del crematorio, los restos de los asesinados. Ambos tomaron nota de la identidad de las víctimas, su número de deportado, la fecha de su muerte y la fecha de su cremación.
La labor de Suchy permitiría que, una vez terminada la guerra, Francia se interesase por las víctimas y consiguiese repatriar los restos de los franceses buscados por familiares. Los españoles, al no ser reclamados debido al obscurantismo del régimen franquista a la hora de dar a conocer estas noticias, fueron enterrados junto con otras decenas en Strasnice, recibiendo honores de guerra.
El pretexto de las ejecuciones a menudo se excusaba en la labor de aquellos soldados al haber luchado por una Francia libre, la misma Francia bajo cuyo arco del triunfo parisino desfilaron, antes que ningún otro regimiento, los tanques de La Nueve, alzando la bandera de una España que ya no existía, que no existiría, y que hacía, que quería hacer, de la libertad vecina una libertad propia.
Era este el caso de Antonio Clemente, cuyo enterramiento como ciudadano francés en un error de gestión del país vecino fue descubierto hace escasas semanas. Los restos del español, a diferencia de los de los seis de Hradischko, descansan en Francia bajo el nombre de Antoine Clement, supuesto ciudadano francés residente en el pueblo de Peray. Nada más lejos de la realidad, pues Clemente era originario de Vera (Almería) y sufrió el mismo sino que las otras seis víctimas, a cuyo recuerdo quedará a partir de ahora unido.
Los primeros pasos hacia la recuperación del olvido se iniciaron el pasado mes de agosto de 2021, cuando Unai Eguia (investigador que inicia el proyecto por recuperar la memoria de Enric Moner), Antón Gandarias (sobrino de uno de los deportados: Ángel Lekuona) y Antonio Medina (nieto de otro de los deportados: Antonio Medina) se encuentran en medio de una misma búsqueda y deciden unir sus fuerzas para acabar localizando en la lista de Suchy a seis víctimas españolas, entre las que se encuentran sus familiares y a las que más tarde añaden a Antonio Clemente. "Enric Moner, Antonio Medina, Ángel Lekuona, y otros fueron ametrallados el mismo día en la carretera Trebschin, y por increíble que parezca nosotros, los autores de esta página, sin conocernos antes, nos hemos vuelto a encontrar años después en nuestro camino por esclarecer esos hechos", afirman en un blog dedicado a ayudar a todos los que quieran contribuir a la causa.
Es ahora por primera vez cuando España se acerca a este fatídico episodio de su pasado y se une a las autoridades checas en un homenaje que ha tenido lugar este lunes y martes en el pueblo de Hradischko, donde se ha realizado una ofrenda floral, y en el propio crematorio de Stranice, donde les rinden homenaje cada 8 de mayo, con motivo del Día de la Victoria.
Allí se ha llevado a cabo un acto memorial en el que, coincidiendo con el aniversario de la fecha de su muerte, se les ha homenajeado con nombres y apellidos, sabiendo algo tan excepcional como las circunstancias, las razones y la fecha exacta de sus asesinatos, así como su posterior incineración. Según ha podido informar el Govern balear (presente en esta ceremonia junto con representantes del Govern catalán, diversas asociaciones institutos memorialistas y autoridades checas), cuatro de las familias han plantado allí un árbol que germinará en tierra traída de cada uno de los lugares de procedencia de las víctimas.
El horror nazi de Hradischko
El de Hradischko (República Checa) fue un pequeño subcampo dependiente del campo de concentración nazi de Flossenbürg (Alemania), situado al otro lado de la frontera checa, a cuarenta kilómetros de Praga.
Más de 100.000 personas fueron deportadas al complejo de Flossenbürg y sus campos anexos (cerca de cien subcampos o komandos) entre 1938 y 1945. El número de víctimas mortales se cifra en torno a los 30.000, entre las que hubo, al menos, cuarenta españoles que fueron trasladadas al subcampo K-13, en las proximidades del pueblo de Hradischko, una zona militarizada que servía de zona de entrenamiento para los jóvenes de las SS. Sólo en Hradischko, los nazis ejecutaron a unos doscientos deportados en los días previos a su evacuación, el 26 de abril de 1945.
Hradischko no era un campo de exterminio, era un campo de trabajos forzosos que enviaba los cadáveres de sus víctimas a los hornos de Flossenbürg. Sin embargo, hacia el final de la guerra, y debido probablemente al avance de las tropas aliadas y soviéticas y el consecuente atisbo de la derrota nazi, los oficiales de las SS aceleraron el ritmo del exterminio y decidieron enviar los cadáveres de sus víctimas al crematorio civil de Strasnice.
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