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El 'tiktoker' de 89 años que cuenta el hambre y las injusticias de la Guerra Civil

Jose María Abad publica el libro 'La fábrica de los juguetes prodigiosos', en el que narra sus vivencias durante el franquismo. El vídeo del lanzamiento supera el millón de visitas en la red social TikTok. 

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Jose María Abad, en su casa sosteniendo un ejemplar de su libro 'La fábrica de los juguetes prodigiosos'. — S.H.

madrid, Actualizado:

Jose María Abad (1934, València) es un escritor y pintor conocido en TikTok por reseñar sus libros y cuadros relacionados con sus vivencias durante la Guerra Civil y el franquismo. Con más de 40.000 seguidores en TikTok y vídeos de más de un millón de reproducciones, el autor ha llegado hasta la Feria del Libro de Cali (Colombia). 

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En esta entrevista con Público, Abad nos habla de su libro La fábrica de los juguetes prodigiosos, el más conocido en TikTok por cómo lo reseña el autor. La obra es una autobiografía novelada compuesta a partir de sus memorias y la de sus familiares de una España olvidada.

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¿Cómo se le ocurrió hacer un TikTok en el que hablar de su libro y sus obras?

Conocí a una chica joven publicista que me dijo que para que la gente conociese mis obras podía venderlas en las redes sociales. Empezamos en febrero de este año y he conseguido audiencias increíbles. Hay tiktoks que tienen más de un millón de visualizaciones. La gente joven, parece que no, pero son más inteligentes de lo que creemos, y cuando ven a alguien que tiene algo que decir, nos aprecian muchísimo. Ahora no existes si no estás en las redes sociales.

"Recuerdo que en la fábrica de juguetes familiar del pueblo en vez de hacer juguetes hacían ataúdes"

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TikTok es una buena manera de transmitir mensajes como el de mi libro [sobre memoria democrática] a los jóvenes, que no están acostumbrados a pasar páginas, sino a pasar con el dedo en el móvil. Lo bueno es que ahora tienen más información, saben lo que ocurre en cada sitio en cualquier momento del día y no se dejan pasar cosas como lo que le pasó a Jenni Hermoso con Rubiales.

¿Qué importancia tiene para usted la Ley de Memoria Democrática?

Es muy importante. No tuve familiares desaparecidos. Mi padre, gracias a Dios, volvió de la guerra, derrotado, pero volvió. Recuerdo que en la fábrica de juguetes familiar del pueblo en vez de hacer juguetes hacían ataúdes. Escribí el libro porque mucha gente no sabe lo que ocurrió en aquella época. Los jóvenes han visto documentales, a lo mejor, pero no lo han escuchado de primera mano por alguien que ha vivido el hambre, la injusticia, la guerra, la miseria y el miedo de la Guerra Civil y la dictadura de Franco.

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"La ley está para no olvidar y que no se vuelva a repetir"

Hay que seguir luchando por la memoria democrática. Que haya partidos políticos en comunidades autónomas que estén acabando con esta ley me parece absurdo, algo que no entiendo ni comparto, un error absoluto. La ley está para no olvidar y que no se vuelva a repetir.

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¿Cuánto de experiencia propia tiene lo que cuenta de la migración en su libro?

Viví lo que cuento. En los años 40 y 60 había muchísima migración de España hacia Europa, había mucha necesidad. Venían a las grandes ciudades de los pueblos porque se morían. Emigré a París por la pobreza espiritual que había en España. Yo era director de una revista de arte y ensayo en València: La Caña Gris, en la que participaron ilustres como Alfonso Emilio Pérez Sánchez, que luego fue el director del Museo del Prado.

"Íbamos a hacer pintadas en el metro parisino de 'abajo Franco' o 'abajo la dictadura'. No me daba miedo"

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En aquella época había cultura, pero teníamos una mordaza a nivel nacional. No se podía hablar de política porque te podían meter en la cárcel. Por eso me fui con un montón de gente en las pateras de entonces: los trenes. Todo el mundo se iba a París porque necesitaban trabajar y enviar dinero a sus familias. Trabajaban de lo que encontraban, en el campo o haciendo carreteras, trabajos que los franceses no querían hacer, solo los migrantes como nosotros.

En España hemos olvidado esa parte de nuestra historia. Trabajé en un montón de cosas. Daba clase de español y al mismo tiempo hacía de jardinero, de taxista, de repartidor de prospectos por las calles, y sobre todo pintaba en la Plaza du Tertre en Montmartre, donde tenía un grupo de amigos, que eran todos filocomunistas. Éramos muy combatientes contra Franco, íbamos a hacer pintadas en el metro parisino de "abajo Franco" o "abajo la dictadura". No me daba miedo porque en París no me iban a hacer nada, lo que no podías era volver a España por si estabas fichado.

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¿Vivió usted tantos movimientos sociales y de lucha por los derechos humanos como el protagonista?

Sí, en aquella época en París tenía amigos republicanos españoles que tenían una librería española y allí se reunían. A muchos de ellos los expulsaron de España. Era un movimiento contra Franco, necesitábamos que hubiera una apertura.

Mayo del 68 en París fue increíble. Fue una especie de movimiento contra el statu quo que había entonces. Después de la guerra había una ansia de libertad, fue un intento de romper las estructuras en las universidades, en las que las mujeres no tenían muchos derechos. Había represión en las calles.

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"Cuando vuelvo a España en el 68 me encuentro con un mundo atrasado"

En el 62 también fui a una manifestación en el muro de Berlín contra el propio muro, ayudamos a algunos que estaban allí. En Berlín no había libertad, para nosotros la libertad era luchar contra la gente que quería llegar a cerrarte las ideas y no dejar que pensaras libremente.

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Cuando volví a España en el 68 me encontré con un mundo atrasado, que no había cambiado prácticamente nada. Había un fermento, pero le faltaba mucho. España había estado cerrada a las cosas que pasaban en Europa, se había quedado atrás.

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