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La llegada de Sánchez al Gobierno. Tres años de la moción que resucitó a un PSOE moribundo y estableció una mayoría alternativa al PP

El arrojo de Sánchez y una carambola inesperada cambió el escenario político del país. El empuje de Pablo Iglesias también fue decisivo para que el líder socialista diera el paso y resultara elegido como presidente del Gobierno.

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Pedro Sánchez posa ante los fotógrafos en el hemiciclo del Congreso de los Diputados tras ganar la moción de censura contra Mariano Rajo, el 1 de junio de 2018. — Emilio Naranjo / REUTERS

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La labor de oposición de Pedro Sánchez en los primeros meses de 2018 ocupaba los faldones y columnas de las páginas de los periódicos de papel. Su relevancia política era insignificante ante un PP cómodo en el poder, aunque ya no tuviera la mayoría absoluta de 2011.

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En el partido muchos se resignaban a dos legislaturas más de dominio del partido conservador o de las derechas, y las encuestas así lo vaticinaban. Y Sánchez sólo hacía honor al título del libro sobre su biografía: "Manual de resistencia" con un trabajo en la oposición tan incansable como poco rentable o efectivo.

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Y los ánimos del PSOE se hundieron totalmente cuando el 23 de mayo de 2018 el PP logró sacar adelante sus Presupuestos Generales del Estado. Había que esperar resignadamente a la convocatoria electoral ordinaria y con una pésimas perspectivas. Muchos pensaban que Sánchez duraría poco tras una nueva derrota anunciada y confiaban en que un mirlo blanco, al estilo Zapatero, ya surgiría con el tiempo.

Pero sólo un día después, el 24 de mayo, se daba a conocer el fallo judicial del llamado caso Gürtel, una demoledora sentencia que condenaba al PP y a varios de sus dirigentes por la financiación irregular del partido. Y Sánchez no dudó un momento y reunió a la Ejecutiva Federal para dar una respuesta política a la nueva situación.

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Tras horas de intenso debate, donde hay muchas y variadas versiones de quienes estuvieron a favor y en contra, lo que es indiscutible es que finalmente fue el propio Pedro Sánchez quien decidió presentar una moción de censura contra Rajoy, sin ninguna garantía de que pudiera prosperar. Sánchez, una vez más, decidió tirarse a la piscina sin saber cuánta agua había.

La moción de censura se fijó con rapidez para el 31 de mayo, en un intento del PP de acortar el periodo de negociación de Sánchez para recabar el apoyo de los otros grupos para sacarla adelante. Pero, curiosamente, el escaso margen de tiempo benefició a los socialistas. No había margen para grandes negociaciones, había que tomar una decisión que Sánchez la sintetizó en un mensaje: seguir manteniendo a un Gobierno salpicado por la corrupción... o no. Luego, ya se hablaría de programa, proyecto político o adelanto electoral.

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Pero el día 31 de mayo de 2018, cuando Pedro Sánchez se subió por la mañana a la tribuna, nada estaba claro. Es más, en varias ocasiones el candidato socialista ofreció a Mariano Rajoy retirar la iniciativa si presentaba su dimisión y durante toda la jornada se barajó esta posibilidad o la convocatoria anticipada de elecciones. Para el PSOE también era una salida. Pero no ocurrió.

La clave estaba en el PNV, cuyos votos eran decisivos para que la moción saliera adelante, y esa misma tarde del 31 de mayo los nacionalistas vascos inclinaron la balanza a favor del candidato socialista. De nuevo, se barajó que Rajoy dimitiría o anunciaría elecciones, pero el presidente del PP decidió tirar la toalla y se refugió ocho largas horas en un restaurante con su colaboradores. Sánchez se iba a convertir en presidente del Gobierno.

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Al día siguiente, el 1 de junio, a las 11.32 horas, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, anunció solemnemente que Sánchez había obtenido la confianza mayoritaria de la Cámara Baja para ser presidente del Gobierno, con 180 votos a favor, cuatro más de los necesarios. Era todo un vuelco para la historia política del país, para el futuro del PSOE, que prácticamente renacía de sus cenizas, y para la vida política de Pedro Sánchez.

El precedente de Unidas Podemos y el empuje de Iglesias

No obstante, hay que recordar que la moción de censura de Pedro Sánchez tuvo un precedente importante un año antes, un precedente que en Unidas Podemos consideran la primera piedra del desalojo de Mariano Rajoy de La Moncloa. Pablo Iglesias presentó su propia moción en junio de 2017, casi un año antes de la del PSOE; y, aunque la perdió, para Unidas Podemos ese acto representó la demostración de que había una mayoría alternativa a la del PP prácticamente desde 2016.

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En junio de 2016, tras las elecciones, en el Congreso el PSOE, Unidos Podemos, ERC y Bildu sumaban más que el PP y Ciudadanos (aunque en este escenario eran imprescindibles los votos de Convergencia). En mayo, Pedro Sánchez fue elegido por la militancia de su partido secretario general, aunque no fue hasta después de la moción cuando fue ratificado por el Congreso Federal del Partido Socialista.

Iglesias sabía que daban los números para desalojar al Partido Popular del Gobierno

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"Desde el año 2016 hubo números para desalojar al PP de La Moncloa, pero los socialistas no quisieron dar un paso hasta un año después", comentan fuentes de la formación morada. Para Unidas Podemos, la iniciativa presentada por Sánchez nació y se desarrolló a raíz del trabajo de Pablo Iglesias con formaciones como ERC, el PNV o Bildu.

"Iglesias sabía que había números, una realidad que nos habían negado desde el principio, e hizo su trabajo con estos partidos para que eso fuera posible". Desde la llegada de Sánchez a la Secretaría General del PSOE, el líder de la formación morada presionó para que se presentara la moción de censura, una iniciativa que solo llegó tras la sentencia del caso Gürtel.

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Para el espacio confederal, en esa moción se articuló una mayoría parlamentaria que "cambió la historia de nuestro país". De la mayoría de la moción de censura que desalojó a Rajoy de La Moncloa nació la mayoría de la investidura que hizo presidente a Sánchez. Y ahora, según explican desde la formación morada, "estamos en un proceso de construcción de una mayoría de legislatura que sostiene al Gobierno de coalición en el Congreso y que es condición de posibilidad para resolver el conflicto político en Catalunya, dar una salida plurinacional a los problemas del país y servir de freno al crecimiento de la ultraderecha".

Durante su etapa como vicepresidente segundo del Gobierno, Iglesias defendió de forma activa la incorporación de formaciones como ERC o EH Bildu a las negociaciones de las denominadas políticas de Estado, como la composición del Consejo General del Poder Judicial y de otros organismos constitucionales. "Si Iglesias no hubiera dado el paso en 2017, la moción de Sánchez no hubiera tenido lugar", defienden desde la formación.

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Fuentes del PSOE reconocen el arrojo y la labor de Iglesias, su influencia para dar este paso y hasta para que saliera adelante la moción de censura. Sin embargo, señalan que quien se lo jugaba todo era Sánchez y no quieren ni aventurar qué hubiera pasado si hubiera salido derrotado, tanto en el PSOE como en la izquierda.

Sea como sea, la historia política del país dio un giro de 180 grados hace exactamente hoy tres años, cuyas derivadas y consecuencias todavía perviven en la democracia española. Y es que aquel dirigente expulsado por su partido solo un año y medio antes (el 1 de octubre de 2016) y que llegó a inscribirse en las filas del INEM se había convertido en presidente del Gobierno. 

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