Este artículo se publicó hace 2 años.
La ultraderecha en Europa y América Latina
Inna Afinogenova
Madrid-
En unos años Europa ha recorrido todo un camino hacia la normalización del voto a la ultraderecha. Un proyecto de cooperación entre académicos y periodistas que lanzó The Guardian, llamado Popu-list, calculó que del 5% en 2004 el apoyo a los movimientos de ultraderecha en Europa pasó al 15% en 2019.
Hoy, con los fascistas en el gobierno de Italia, luego de la pandemia y la fuerza que han ganado movimientos como QAnon, es de suponer que la cifra es mucho mayor.
Empecemos con la vieja guardia. En abril de este año Viktor Orbán volvió a ganar las elecciones en Hungría por cuarta vez consecutiva. Lleva 12 años presidiendo el país, todos ellos liderando una coalición de partidos ultranacionalistas y euroescépticos formada entre el partido que lidera, Fidesz y el Partido Popular Demócrata Cristiano (KDNP).
Orbán tiene dominio absoluto de la política húngara. Su discurso es el de la ultraderecha ordinaria: contra los derechos LGBTI, contra las feministas, contra los inmigrantes "que amenazan a la nación". En 2012 cambió, la Constitución para restringir el matrimonio del mismo sexo, de paso quitó de la nueva carta magna un artículo que establecía sueldos iguales para hombres y mujeres. En 2015, durante la crisis de los refugiados dijo abiertamente que no querían minorías con cultura diferente en el país.
En 2018, el Parlamento Europeo sancionó al gobierno de Orbán por silenciar medios independientes, así como por destituir a jueces independientes y reprimir las ONG. Hace unos diez días el Bruselas votó una Resolución que declaró a Hungría "un régimen híbrido de autocracia electoral". Una cuestión que en el país fue calificada de caza de brujas, debido a la postura ambigua de Orbán con respecto a la invasión rusa a Ucrania. Si bien condenó el conflicto, se opone a las sanciones contra Rusia y hasta logró que el patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa fuese excluido del sexto paquete sancionatorio.
Polonia, otro bastión de la ultraderecha conservadora y católica de Europa. El Gobierno de coalición está formado por Ley y Justicia (PiS) y Polonia Solidaria (SP), ambos de corte nacionalista, autoritario y unidos en torno a los valores cristianos tradicionales. En 2017, cambiaron la ley de aborto declarando inconstitucional la interrupción de embarazo cuando el feto presenta malformaciones físicas. Esta decisión desató protestas masivas dentro y fuera del país, que, sin embargo, no cambiaron nada.
En 2017 la UE congeló el acceso a los fondos a Polonia al considerar que el poder judicial polaco no era independiente. Sin embargo, hace tan solo unos meses, la presidenta de la comisión europea, Ursula Von der Leyen, lo resolvió a favor de Polonia. Se ve que han corregido su sistema judicial en estos cinco años
En Suecia también se celebraron elecciones hace unas semanas y, oh sorpresa, también subió la ultraderecha. Hasta tal punto que va a formar una coalición con partidos de derecha y condicionar la política del país.
El movimiento Demócratas de Suecia se ha convertido en la segunda fuerza más votada con más del 20% de apoyos. Este partido fue fundado por un antiguo voluntario de las SS de la Alemania nazi y explota eslóganes parecidos a los de Trump: "Suecia primero" o "Make Sweden great again". Ese mensaje parece ganar mucha fuerza por todo el Norte de Europa, incluso en países como Dinamarca donde, de momento, gobiernan los socialdemócratas pero con una agenda un poco de extrema derecha, un poco nazi hasta se podría decir, ya perfectamente instalada.
Los socialdemócratas daneses devolvieron a los solicitantes de asilo a Siria. En 2016, se lucieron aprobando la polémica Ley de Joyería, que acuerda confiscar a los refugiados sus pertenencias de valor "para costear su estancia en el país"". Por suerte, no han llegado a sancionar que se les arranquen dientes de oro, y en un arrebato de generosidad hasta excluyeron anillos de boda y joyas "con valor sentimental".
En Noruega, algo parecido. El año pasado el Parlamento del país aprobó la propuesta del Partido del Progreso para alargar el periodo de espera de ciudadanía de tres a cinco años ¿Sabéis quién formaba parte de ese partido? Anders Breivik, el autor de la masacre en el lago de Utoya, que en 2011 asesinó a 77 personas para defender a su pueblo y su religión.
En Francia, desde hace décadas la ultraderecha se asocia con el Frente Nacional y con la familia Le Pen. Jean-Marie Le Pen se presentó a casi todas las elecciones presidenciales desde 1974 hasta 2007, con resultados que rondaron siempre el 15%. Su hija, Marine Le Pen, que en 2011 le tomó el relevo en el liderazgo del partido, está teniendo más éxito. En las elecciones de abril de este año intentó moderar su discurso para dar menos miedo y obtuvo un 42% de los votos en la segunda vuelta. Por segunda vez perdía frente a Macron. En 2019, los franceses la consideraron la mujer más influyente de la sociedad y se puede decir que goza de bastante apoyo, incluso más allá de Francia.
A principios de este año también sorprendió Portugal, donde durante las elecciones generales la extrema derecha, encarnada en el partido Chega, se convirtió en la tercera fuerza.
Para finalizar, unos datos de Latinoamérica, donde la ultraderecha también levanta cabeza. En Chile estuvo a punto de llegar al poder, representada por José Antonio Kast, pinochetista declarado y apoyado por unos sectores directamente neonazis que consideran que estuvo bien fusilada la gente durante la dictadura militar. En Argentina está Javier Milei y los sectores cercanos a él, ultra-reaccionarios que inspiraron a una serie de grupúsculos neonazis. Ahora, están siendo investigados por el intento de asesinato de Cristina Kirchner.
En Brasil la ultraderecha gobierna desde hace cuatro años y es probable que llegue a su fin este 3 de octubre cuando se celebren las elecciones presidenciales. Todo indica que si Lula no gana en la primera vuelta, lo hará en la segunda. Así caerá la principal fortaleza ultraderechista de Latinoamérica.
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