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Focusing: técnicas para reducir el estrés

Aunque no es posible tener el control sobre todo, hay cosas que sí están en nuestra mano. Hoy te explicamos las técnicas para reducir el estrés a través del focusing.

Vivimos una época acelerada, con muchas responsabilidades y preocupaciones que se acrecientan ante la situación de inestabilidad que provoca una pandemia como la del COVID-19, en la que las mascarillas se han convertido en un componente más de nuestro vestuario. Así que la situación actual contribuye más que nunca a que seamos conscientes de que hay cosas que no podemos controlar.

Pero sí podemos tener el control sobre muchas otras y aprender a gestionar y adaptarnos a todas las situaciones, incluso las más estresantes o frustrantes, ya que siempre hay algo que sí está en nuestra mano hacer. Entre los distintos métodos para ello, te explicamos las técnicas para reducir el estrés a través del focusing.

Qué es el focusing

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Photo by JESHOOTS.COM on Unsplash

El focusing es una terapia de enfoque cuyas bases fueron creadas por el psicólogo y filósofo norteamericano Eugene T. Gendlin, con una técnica que se desarrolla a través de media docena de fases que se resumen en las siguientes: despejar un espacio (Clearing a space), formar la sensación sentida (Felt-sense), encontrar un asidero (Handle), resonar (Resonating), preguntar (Asking) y recibir (Receiving).

Estas tácticas y formas de enfocar una situación o problema también pueden contribuir a que gestiones mejor las situaciones de estrés, al igual que esas circunstancias que te provocan ansiedad o esas ocasiones que resultan estresantes solo con pensar que tienes que enfrentarte a ellas.

Despeja el espacio y siente

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Photo by Keenan Constance on Unsplash

El focusing te ayuda a reconocer las señales en tu cuerpo cuando se produce una sensación de ansiedad o de estrés. Esa idea de despejar el espacio se refiere a ser capaz de distinguir la sensación física cuando algo nos preocupa. Si en el trabajo te piden que hagas una llamada a un superior y se te acelera el pulso o te empieza a doler el estómago, debes ser consciente de por qué tienes esa molestia física. Si no hay ninguna razón relativa a tu salud, y siempre te pasa en esa circunstancia, es porque ese momento concreto te estresa o causa ansiedad por algún motivo.

Ser consciente de esa sensación es el primer paso para adquirir hábitos que contribuyan a afrontar esos momentos que nos provocan malestar para que nos sintamos mejor. De forma general, conecta contigo mismo, siéntate y escribe una lista en la que enumeres todos aquellos problemas que te agobian o estresan. Admitir cuáles son las situaciones que te preocupan y que te provocan ese malestar te harán tomar el control sobre ellas. Además, recuerda que no hay nada más sano que expresar las emociones y has de empezar a hacerlo contigo mismo antes de poder hacerlo con los demás.

Encuentra un asidero

Céntrate en uno de esos problemas y observa las sensaciones que provoca en ti. Deja abierta la mente y piensa cuál es la palabra o la imagen que representa esa sensación que estás siendo consciente de sentir y que provoca esa situación de estrés laboral o esos nervios ante un examen, por ejemplo. Una vez que se te ocurra la palabra o la imagen que defina tu sensación, agárrate a ella y no la sueltes, porque te ayudará para comprenderla y también te servirá para reconocerla en el momento en que lo necesites. Además con este tipo de ejercicios puedes conocerte mejor a ti mismo.

Resonar, recibir y agradecer

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Photo by processingly on Unsplash

Una vez hayas logrado esa palabra o imagen que sirve como un reflejo de esa sensación sentida, reflexiona sobre ello, yendo de una a otra. Piensa en la imagen que te provoca y reflexiona cómo te sientes con ello: tu pulso, el sudor frío, la respiración acelerada… Puede que te parezca absurdo, pero este ejercicio contribuirá a que puedas reconocer a la perfección tus sentimientos y emociones con respecto a un asunto, de manera que te ayudará a controlarlos y a reconocerlos, e incluso a superarlos en las situaciones de estrés. Nada como sentir el control sobre ti mismo para conseguir superar ese momento estresante. Respira hondo y déjalo fluir. Si ya has comprendido el mismo y los resultados de esta reflexión, tendrás que pasar a la siguiente fase: recibir y agradecer.

Pero si esto todavía no te ha servido, toca hacerse preguntas. Has de seguir profundizando en tu interior y en tus emociones, y ser capaz de relacionarlas con esas causas o motivos que te provocan el estrés. Mantén esa sensación-sentida. Luego, tienes que hacer una serie de preguntas al tiempo que observas cuáles son tus reacciones ante ellas: ¿Hacia dónde me invita a ir esta sensación?, ¿qué hay debajo de ella?, ¿qué necesita esta sensación para convertirse en positiva?, ¿qué hay en mi vida que provoque esta sensación?, ¿qué es lo peor de esta sensación?

Una vez que hayas terminado el ejercicio, que puedes repetir en cualquier momento con aquellas cosas y temas que te preocupan, has de asumir sus resultados con una actitud amigable y cordial. Tal vez no te guste lo que te respondas en un primer momento a ti mismo, pero es necesario que conozcas cuál tu sensación y tu emoción ante cada situación. No te juzgues ni te culpes a ti mismo por sentir. Sientes eso, has comprendido los motivos. Y ahora puedes obrar en consecuencia para intentar afrontar mejor la situación estresante cuando estás ante ella.



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